Capítulo 15 (I)

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Era viernes por la tarde, y a pesar de llevar acumulado el cansancio de toda la semana, Natalia Lacunza se encontraba bastante alta de espíritu debido a que por fin iba a poder encontrarse con su amigo Álvaro, tras estar sin verle desde su última visita a la comunidad valenciana, hacía ya más de un mes.

Lo cierto era que había echado algo en falta la presencia del joven aquellos días. Normalmente solían hablar y verse casi todas las semanas, siempre y cuando ambos se encontraran en la capital, pero los últimos acontecimientos en la vida amorosa de Álvaro habían hecho que esta costumbre se hubiera visto obligada a pasar a un segundo plano, debido a que ahora Marina y su trabajo como abogado, en uno de los bufetes que sus padres poseían, acaparaban todo su tiempo. Incluso su hermana Lourdes y sus propios padres habían percibido ese cambio tan repentino en sus costumbres.

Pero Natalia no podía echarle la culpa por aquello, y mucho menos quejarse como sí que hacía su hermana, Lourdes Lafuente. Era un hecho innegable que su amigo estaba realmente enamorado de Marina. Un amor que para la inmensa suerte del joven, era correspondido. Y afortunadamente, el paso de los días no hacía si no confirmar que, efectivamente, sus sentidos no le habían traicionado aquella noche en Altea, en la que quedo totalmente prendado de la pequeña de las Reche nada más conocerla. Tal vez, el amor a primera vista si que existía para algunos.

Sin embargo, Natalia no podía evitar seguir teniendo alguna que otra reticencia con aquella relación. No por Marina, la cual le parecía una chica encantadora, además de muy inteligente. Si no más bien por cómo podrían llegar a encajar las familias de ambos aquella relación. Todo ello en caso de que todo siguiera por el buen el camino, y a la velocidad con la que Álvaro estaba llevando las cosas.

La morena, en su mente, intentaba no ser agorera, ni adelantar acontecimientos, pero por desgracia la mayoría de información que había recibido hasta la fecha sobre el asunto unido a lo que le decía su propia intuición no hacían si no confirmar la inquietud que sentía por el futuro de su querido Álvaro.

El encuentro con su amigo esa noche, para su desgracia, no se iba a producir en privado. A Natalia estos últimos días le había apetecido especialmente estar a solas con Álvaro para conversar largo y tendido. Y también, siento totalmente sinceras, para preguntarle disimuladamente por Alba. Sin llegar a confesar, por supuesto, sus sentimientos hacia la rubia.

Últimamente, se le había cruzado por la mente una posibilidad. La de que Alba pudiera tener pareja, o de que al menos estuviera viéndose con alguien de manera esporádica. Y conforme hizo aparición en su cabeza ese interrogante también lo hizo la imperiosa necesidad de poner respuesta a esa incógnita cuanto antes.

He de saberlo antes de hacer nada más. O más bien, antes de sentir nada más.

Antes de establecer lazos emocionales, que luego sufro.

Se decía así misma, por ello le había resultado del todo inconveniente ver frustrado su plan de intentar sonsacarle algo a Álvaro con la mayor de las sutilezas.

La noticia la había recibido ese mismo viernes por la mañana, cuando el joven la llamó para intercambiar su tranquila cena en casa de la misma Natalia por una más animada en el nuevo restaurante de moda del centro, junto a varios amigos más, entre los que se encontrarían su hermana Lourdes, y por supuesto, Marina.

Ellos cuatro, Lourdes, Marina, Álvaro y Natalia, ya se encontraban sentados a la mesa aquella noche de viernes acompañados de unos cuantos amigos más del círculo de los Lafuente.

Natalia, había estado resoplando internamente desde su llegada al local, pero aún así estaba obligándose a tratar de disfrutar de la cena lo máximo posible y de integrarse en la conversación principal que se estaba dando entre el resto de comensales de la mesa.

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