C A P Í T U L O 6

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—Stephen.

Levanté la vista de la pizza en mi plato para mirar a Michael con curiosidad. Estaba sonriendo demasiado y eso me hizo sospechar.

—¿Sabes cómo se llama el campeón de buceo japonés?

Arrugué la frente, confundido.

—No.

¿Por qué sabría algo así?

—Tokofondo.

Se tapó la boca para ocultar su risa y yo repasé todo lo que dijo, hasta que comprendí que se trataba de un chiste. Apreté los labios y volví a mirar la pizza en mi plato, mientras me preguntaba porqué me volteé a mirarlo esperando algo serio de su parte.

—Aquí va otro, aquí va otro. —Observé por el rabillo del ojo cómo se removió emocionado en su silla para luego carraspear—. ¿Qué es lo que se pone Superman todas las mañanas antes de salir?

Esperó unos segundos antes de contestar:

—Superfume.

Para mí desgracia, los chistes eran tan malos que me daban gracia y tenía que hacer un esfuerzo sobre humano para no reír ante la mesa.

Una mesa que, por cierto, ahora era más ruidosa que antes porque Michael se había tomado el atrevimiento de invitar a sus hermanos a comer con nosotros de forma definitiva.

Nunca pude decir nada ni quejarme, porque mis hermanos estaban emocionados. Desde que compartimos aquel momento en las áreas verdes de la universidad, los chicos parecieron hacerse amigos de los Blut. Alisson se llevaba muy bien con Addison, Jared tenía charlas esporádicas con Derek, y aunque James era el más receloso con todo esto, se había fijado en la hermana de Michael, a quien le dedicaba miradas discretas.

Un movimiento a mi lado hizo que dejara de mirar a la multitud en la mesa para ver al chico que, al ver que no decía nada por su chiste anterior, se aclaró la garganta y adoptó una expresión pensativa para proceder a contar otro.

—Stephen, ¿sabes por qué el aire no es alguien de fiar? —Calló unos segundos, esperando una reacción de mi parte. Al no tenerla, continuó—: porque se mete en todo.

Soltó una sonora carcajada, alertando a los demás en la mesa, y yo hice todo lo posible por no reírme ni sonreír, porque aparte de todo, la risa de Michael era bastante contagiosa y daban ganas de acompañarlo.

Hice lo mejor que pude para ignorarlo y no dirigirle ningún gesto ni reaccionar a nada de lo que dijo, porque sabía que Michael usaría eso para seguir acosándome. Aunque si miraba todo en retrospectiva, con o sin reacciones de mi parte, seguía ahí, esforzándose por recibir algo de mí.

Y, aunque lo intenté, no pude pensar en una sola razón por la que insistiese tanto.

Levanté mi tercera rebanada de pizza para darle el primer mordisco, cuando una mano tomó mi muñeca con delicadeza, deteniendo el movimiento. Luego cambió la dirección de mi comida y la dirigió hacia la boca de Michael que mordió de inmediato, antes de soltarme.

Me quedé inmóvil en mi sitio, aún desconcertado, mientras él masticaba, sin borrar la sonrisa descarada de sus labios.

—Está muy buena —dijo el muy sinvergüenza, después de tragar. Luego, se lamió lentamente la comisura del labio para eliminar cualquier residuo y sonrió de medio lado.

Tragué grueso, inquieto por el repentino nerviosismo que sentí, y apreté la mandíbula al mismo tiempo que desviaba la mirada a mi plato.

Era Michael y su terquedad lo que me estaba poniendo de los nervios. Eso debía ser.

El dilema de Stephen [P#1] (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora