C A P Í T U L O 21

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Nunca había tenido que vivir una situación en la que cuestionasen mis acciones y me hiciesen reclamos por las consecuencias de las mismas porque tuviesen repercusiones en los demás.

Por ello, tener a Alisson gritándome a través del teléfono por haberles colgado de la nada mientras hablábamos el día anterior no era algo a lo que estuviese acostumbrado ni quisiese acostumbrarme.

Stephen, ¿puedes explicarme qué te está ocurriendo?

La voz enojada de mi hermana al otro lado de la línea me hizo cerrar los ojos con fuerza y masajearme el puente de la nariz.

No podía creer que me estuviese haciendo una escena.

—Mira, puedo explicarlo-

Puedo explicarlo nada —bramó—. Has estado actuando extraño estos últimos días. Ayer estuviste más raro que nunca cuando hablamos y hoy faltaste a la universidad sin motivo aparente —enumeró—. ¿Qué está pasando? Nos estás preocupando, Stephen.

Mientras Alisson chillaba al otro lado de la línea, Michael me miraba fijamente desde el otro lado de la sala con algo que no podía identificar. Tenía una expresión pensativa que distaba del estado risueño en el que normalmente se encontraba, y había pasado los últimos diez minutos de esa manera al mismo tiempo que hablaba con mi hermana.

El castaño había llegado cinco minutos antes de que mi teléfono interrumpiera la obvia charla que ambos íbamos a tener para dejar en claro los acontecimientos que ocurrieron el día anterior frente a la acera de mi casa.

El problema era que su inspección me tenía nervioso y no podía hacer mucho para ignorarle cuando la intensidad de su mirada me quemaba. A duras penas entendía lo que Alisson me reclamaba.

—Lo siento, yo... tenía algo que hacer. No quería preocuparles.

Había decidido faltar a la universidad porque solo tenía una materia y aprendía más leyendo por mi mismo que escuchando la clase. El día anterior hablé con Michael hasta altas horas de la noche y se me escapó esa pequeña información, ocasionando que el día de hoy hubiese venido a visitarme.

Había jodido por completo mis planes de evitarle y la llamada de Alisson no estaba haciendo mucho para mejorar la mañana que estaba teniendo.

¿Seguro estás bien, Stephen?

—Sí, sí lo estoy —respondí de manera robótica.

Me dediqué los próximos minutos a calmarla y prometerle cenar con ellos en casa de su madre mientras me obligaba a mi mismo a calmar mis nervios y a deshacer el nudo instalado en mi estómago. Cuando logré mi cometido y todo quedó arreglado, colgué con la mirada fija en el teléfono, antes de observar a Michael con vergüenza.

—Lo siento por eso, es que-

—No tienes porqué disculparte —me interrumpió—. ¿Esa era Alisson? Desde aquí podía escuchar su voz.

Asentí, a su vez que me estiraba para dejar el teléfono sobre la mesa del café.

—Están preocupados porque ayer cuando estábamos hablando les corté la llamada. —Alzó una ceja, intrigado—. Es que en ese momento tú llegaste y, bueno... —intenté explicar, pero la sonrisa ladina en el rostro de Michael me hizo detenerme.

Rodé mis ojos y bufé cuando se carcajeó producto de mi reacción. Luego de eso, un silencio incómodo se instaló en la habitación, provocando que las ganas de salir corriendo se acentuasen.

¿Por qué no simplemente le decía lo que me estaba molestando?

Cuando Michael abrió su boca para hablar, supe la respuesta de inmediato: porque era un cobarde. Antes de que pudiese decir algo, me levanté de mi asiento y junte mis manos a la altura del pecho.

El dilema de Stephen [P#1] (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora