C A P Í T U L O 29

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Llegué a casa un poco exhausto, tras hacer la entrevista de trabajo que me concedieron una semana atrás. Aflojé el nudo en mi corbata y tiré las llaves de la casa sobre la mesita del café para dirigirme la cocina a comenzar a familiarizarme con los papeles del negocio que me habían dado.

Conocí a mi jefe, el señor Stone, y me dio todas las pautas que necesitaba. No puso mayor objeción ante mi edad o falta de título universitario, por el contrario, estuvo gustoso de ser el impulsor de mi experiencia profesional dado que su negocio era bastante nuevo.

Más temprano en la mañana, mis profesores estuvieron gustosos de darme una carta de referencia por las notas que tenía, aunque tuve que hablar con el jefe de departamento de economía y el rector para hacer uso del nombre de la universidad para aquello.

Luego de la charla con el señor Blut, busqué en internet un par de cursos que me servirían, así como también había se me ocurrió adelantar Contabilidad IV en el próximo intensivo de la universidad para ir adquiriendo la mayor cantidad de herramientas posibles.

Mi principal tarea era poner en orden la contabilidad de la empresa que llevaba dos años sin organizar el registro contable, en los tres años que llevaban operando como compañía. Pero mientras más conocimiento tuviese en el área, más valioso me volvería para ellos como trabajador y ese era mi principal objetivo.

Dejé las hojas sobre la mesa de la cocina mientras me acercaba a la nevera a tomar un vaso de agua. Comenzaría oficialmente al día siguiente, pero una vez confirmaron que tenía el trabajo, me mostraron todas las instalaciones y conocí a aquellos con los que más conviviría a diario.

Mi jefe directo era el señor Stone, el cual estaría supervisando mi trabajo personalmente, dado que en términos generales yo asumiría la contabilidad de su empresa y se trataba de un tema delicado.

El señor me había dado una semana para familiarizarme con todos los conceptos, pero la angustia de hacer algo mal me hizo decidir comenzar de inmediato.

Dejé el vaso en el lavavajillas y me senté ante la mesa en la que comencé a sacar los papeles que me habían facilitado para conocer más sobre la empresa y su objetivo como compañía.

Había leído ya un par de papeles cuando la puerta de la casa sonó, alertándome. A los segundos, Steve apareció por la puerta de la cocina, usando pantalones, camisa de vestir y saco, con una maleta en mano y luciendo malditamente agotado.

Bajé los papeles y detallé la expresión cansada que tenía cuando se fijó en mi, al ser consciente de mi presencia.

Nos miramos por unos momentos, antes de que desviara la mirada y tomara un vaso de jugo de naranja de la nevera. El ambiente se volvió tenso de inmediato, pero de alguna manera Steve lucía más... accesible que otras veces.

—¿En dónde has estado, papá? Llevo días sin saber nada de ti —fue mi manera de comenzar la conversación.

Bajó el vaso y me observó por unos momentos, antes de alzar su maleta.

—Viaje de negocios —dijo sin más, colocando a su alrededor aquella barrera que usaba para mantenernos a todos alejados.

Bueno eso explicaba la maleta.

De alguna manera, pensé en las palabras de Michael sobre la actitud de mi padre por lo que me dediqué a detallar sus movimientos alrededor de la cocina.

La tensión en sus músculos era más que obvia y de alguna forma parecía medir todas sus acciones para no hacer algo de más. Su mirada era esquiva y en general parecía un hombre que intentaba colocar distancia entre algo o alguien.

Parecía cohibido sobre su propio lugar, pero estaba empeñado en ocultarlo debajo de esa indiferencia e inseguridad a la que tanto estaba acostumbrado.

El dilema de Stephen [P#1] (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora