C A P Í T U L O 28

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—Michael... ya deberíamos... irnos —señalé en medio del beso que Michael me estaba dando, pero todo intento de ser firme murió cuando un jadeo escapó de mis labios tras decir aquello.

Estaba resultando difícil ser firme cuando Michael estaba destruyendo toda capacidad de raciocinio.

Había venido por mí para salir a un lugar del que no tenía idea, pero un beso había llevado a otro y luego a otro, provocando que hubiésemos perdido diez minutos entre roces y respiraciones agitadas. Ahora que habíamos logrado entrar al auto habíamos vuelto a caer en la tentación, sumando quince minutos aproximadamente.

—Tienes razón, lo siento —se apartó luego de dejar un beso en mi mandíbula y se acomodó en su asiento sin mirarme. Sus ojos estaban cerrados mientras parecía intentar controlar su respiración agitada—. Estar encerrado en un lugar junto a ti es peligroso.

Sonreí, sin poder evitarlo, mientras le veía realizar ejercicios de respiración para controlarse. Sus labios se encontraban rojos por el constante roce de nuestras bocas, haciendo contraste con sus mejillas sonrojadas.

Apoyé mi cabeza en mi asiento y mordí mi labio inferior mientras me distraía mirándole.

—¿A dónde me llevas?

Michael parpadeó un par de veces y giró su rostro hasta encontrar su mirada con la mía. Sus mejillas adquirieron un rubor furioso al mismo tiempo que mordía su labio y desviaba la mirada, incapaz de sostenérmela.

—Planeé algo lindo para hoy —admitió—. O al menos espero que lo sea.

Ante aquella información, mis cejas se juntaron, evidenciando lo confundido que me encontraba.

—¿Ocurre algo especial el día de hoy? —La sola idea me hizo entrar en pánico mientras un montón de alarmas se disparaban en mi cabeza. Era malo con las fechas, tanto así que tenía mi cumpleaños marcado en un calendario—. Diablos, Michael, no me digas que olvidé algo importante.

Ante la desesperación en mi voz, Michael alzó su mirada y comenzó a negar de forma efusiva. Sus mejillas igual de sonrojadas y su rostro con la mayor expresión de vergüenza que le vi hasta el momento.

—No, no. Nada de eso —Mordió su labio una vez más y suspiró—. Es algo estúpido, en realidad. —Sin mirarme a la cara, comenzó a jugar con un pequeño hilo que sobresalía de la costura de su pantalón, como si aquello fuese lo más entretenido por hacer—. Hace un mes me pediste ser tu pareja y aunque celebrar cada mes me parecía absurdo en otras parejas, ahora lo veo como una oportunidad para invitarte a salir con excusa de por medio.

Michael parecía sentirse tonto al confesar aquello, cuando la realidad fue que algo en mi interior se sintió extremadamente cálido por sus palabras.

—Hey. —Me removí en mi asiento hasta quedar lo más cerca posible para tomar su rostro entre mis manos—. No es algo estúpido y tampoco necesitas excusas para invitarme a salir. —Sonreí con burla, intentando eliminar la angustia que parecía sentir—. ¿Desde cuando necesitas tener algún motivo?

Sus rasgos tensos se relajaron a medida que una pequeña sonrisa se abría paso por su rostro.

—Tienes razón, lo siento.

—Ya deja de disculparte. —Le di un pequeño golpe en el brazo y me acomodé hasta encontrarme una vez más sobre mi asiento—. Además, no me has dicho a donde me llevas.

Michael solo se encogió de hombros mientras encendía el auto y lo ponía a circular por la calle de mi vecindario.

—Tal vez quiera mantenerlo en secreto hasta que lleguemos. No nos tomará más de media hora, así que creo que puedes con ello, ¿no?

El dilema de Stephen [P#1] (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora