C A P Í T U L O 31

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No supe que me había quedado paralizado en mi lugar por un largo rato sin apartar la vista de los gemelos, hasta que una mano se posó sobre mi espalda baja, haciéndome salir de la estupefacción.

Giré la cabeza hacia Michael en busca de algo que pudiese calmar la inquietud que comenzaba a revolver mi estómago, pero todo lo que obtuve de él fue una mirada plagada de inseguridad que intentaba convencerme de que todo estaría bien.

Una caricia casi imperceptible en el lugar que tocaba me hizo tragar grueso cuando inclinó su cabeza señalando hacia el sofá.

Asentí, sin saber qué otra cosa hacer mientras me dejaba guiar por él y me tumbaba a su lado en el sofá, sin ser capaz de alzar la mirada para ver a mis hermanos. Me sentía avergonzado y no sabía la razón de ello, pero el sentimiento que predominaba sobre la vergüenza era el miedo que me provocaba la idea de ser rechazado por ellos.

La razón por la que era incapaz de mirarles a la cara era porque no podría soportar ver rechazo en dos pares de ojos que toda su vida me miraron con admiración.

Eso me destruiría.

Por el rabillo del ojo, pude percibir que Michael alzó una mano para señalar al sofá que se encontraba frente a nosotros, solo dividido por la mesita del café.

—Por favor, tomen asiento.

Los chicos dudaron por un momento, pero finalmente se movieron de sus lugares de forma torpe para sentarse donde se les había indicado.

El silencio que se asentó en la habitación era incómodo y yo no hice el intento por levantar la mirada porque ni siquiera sabía qué tipo de expresión tenía. Michael intentó mantener sus manos quietas, pero al sentir la inquietud salir en oleadas de mí, acercó su mano a la mía y entrelazó nuestros dedos antes de dar un apretón reconfortante que me dio el valor suficiente de alzar la mirada y enfrentar la situación.

Pero cuando miré a los chicos, ellos tenían sus miradas fijas en nuestras manos entrelazadas. Mordí mi labio inferior con fuerza y aclaré mi garganta para llamar su atención. Pero la mirada insegura y confundida que me dieron al encontrar sus ojos con los míos me hizo remover en mi lugar, inseguro de cómo comenzar a explicar lo que estaba ocurriendo.

¿Existía alguna manera fácil de decirles a mis hermanos que me gustaba un chico y había decidido comenzar a salir con él o que en realidad era más complicado que eso y le había tomado el suficiente aprecio como para ya no saber cómo se sentirían mis días sin él?

Estaba seguro de que no, así que antes de comenzar a crear excusas para librarme de la situación, decidí soltarlo sin más, negándome a dar vueltas en algo que era simple.

No obstante, eso no evitó que mis manos comenzaran a sudar por el nerviosismo que me provocaba sus posibles reacciones.

—Michael y yo somos novios.

James aspiró una bocanada de aire como si hubiese perdido el aliento con mi confesión mientras Jared solo se quedó allí, estudiándome, sin siquiera pestañear. La sala quedó sumida en un silencio tan abrumador que comencé a sentirme asfixiado por la tensión que me rodeaba.

Pero mi determinación no flaqueó mientras veía a James mirar entre Michael y yo —como si buscase algún indicio de broma—, hasta que sus ojos cayeron una vez más en nuestras manos entrelazadas.

Aquel gesto debió decirle lo suficiente porque al instante alzó la mirada y la fijó en mí con intensidad.

—¿Es una broma? —fue lo que preguntó luego de unos minutos de silencio.

—¿En serio, James? —La voz de Michael resonó por toda la sala cuando decidió intervenir—. ¿Crees que Stephen bromearía con algo como esto? —Su expresión se volvió pensativa por un momento, justo antes de que una sonrisa reemplazara su anterior seriedad—. Para empezar, ¿crees que Stephen bromearía?

El dilema de Stephen [P#1] (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora