C A P Í T U L O 16

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Cuando Michael dijo que me ayudaría a olvidar los malos recuerdos que tenía con respecto a algunas actividades, no me esperé encontrarme en la vieja y sucia aula de música observando fijamente el saxofón que se encontraba dentro del estuche negro sobre la mesa.

Ver el instrumento allí generó una serie de emociones en mi interior que me transportaron a mis años de niñez y me llevaron a recordar la razón por la que comencé a tocar el saxofón en primer lugar.

—¿Y? —preguntó Michael. Se le veía ansioso y emocionado—. ¿Qué te parece la sorpresa?

Aparté la mirada del instrumento para mirarle con seriedad. Michael comenzó a retorcer sus manos con nerviosismo y yo tragué grueso para bajar el nudo en mi garganta. Observé de nuevo el instrumento y solté una pequeña risa emocionada, antes de tomarlo en mis manos y comenzar a revisarlo.

Mientras le daba una ojeada, pude ver por el rabillo del ojo la manera en que Michael observaba con atención cada una de mis acciones. Aparté mi mirada de la llave de octava y suspiré.

—¿Sabes la razón por la que comencé a tocar el saxofón? —murmuré pensativo mientras lo admiraba.

Michael negó, cruzándose de brazos mientras me detallaba con interés.

Deslicé mi dedo por el anillo de suspensión y sonreí.

—Mi fascinación por el saxofón surgió cuando escuché el jazz por primera vez. Recuerdo que estábamos en hora de descanso, cuando colocaron la película de los Aristogatos. —Sonreí con nostalgia—. Desde ese momento quise ser un gato jazz. —Reí avergonzado por los pensamientos que tuve de niño—. Así que..., investigué qué era eso a lo que llamaban «saxofón» en la escena en que todos cantaban y desde ese momento comenzó mi aventura.

» En ese entonces la mayoría de mis compañeros tenían sus intereses puestos en el deporte, por lo que el club de música quedó en el olvido. Recuerdo comenzar a pasar mis tardes en la sala llena de instrumentos para comenzar a familiarizarme con la sensación de ser un músico. —Moví mi peso de un pie a otro—. Los primeros días solo me senté allí mirando cada instrumento, con la tonta idea de que era importante sintonizar con ellos, antes de poder tocarlos —reí avergonzado mientras negaba con la cabeza—. En mi mente creí que debía ganarme su aprobación para poder tomarles, así que... cuando sentí que la tuve, tomé el que Google me mostró cuando busqué «saxofón» y comencé a tocarlo.

» Estaba emocionado, casi eufórico, pero esa emoción duró poco cuando soplé por primera vez y el único sonido que salió fue el de mi fracaso inminente. —Bufé, resentido con mi yo del pasado—. Era un niño torpe e ingenuo que pensó que al primer intento tocaría tan bien como esos gatos lo habían hecho en la peli. Creí que solo con querer bastaría para ser el mejor. Aun así, no me rendí y soplé hasta que mi mandíbula dolió, aunque nada pasó. Ese día me sentí tan desilusionado, que pensé que no era merecedor del título «gato jazz»

Desde el rabillo del ojo vislumbré la pequeña sonrisa que se formó en los labios de Michael.

—En mi emoción e ignorancia, pensé que tocar el saxofón era tan simple como soplar la boquilla, pero obviamente no fue así y eso lo aprendí a la fuerza. —Suspiré con pesadez al recordar todas las dificultades que pasé para aprender a tocar—. Hoy en día, tras analizar mis acciones del pasado, podría decir que fui un tonto por pensar que las cosas serían diferentes cuando no estaba haciendo nada por cambiarlas.

» Pero semanas después de no haber conseguido ningún resultado, noté que el conserje se detenía un momento en el salón de música, siempre a la misma hora, y luego se iba como si nada hubiese pasado. Al principio me sentí incómodo, pero entonces un día el señor McKeon rompió el silencio y me dijo: «Chico, ¿qué infiernos intentas hacer? Estás haciendo todo mal».

El dilema de Stephen [P#1] (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora