C A P Í T U L O 19

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Michael

—Últimamente sales demasiado, ¿no te parece? —murmuró Addison de brazos cruzados, mientras observaba desde la entrada de la cocina la manera en que doblaba y guardaba las servilletas.

—Sí, he tenido algunos asuntos que resolver —aclaré, mientras me aseguraba de tener todo en orden para el picnic que había preparado para Stephen.

—No estás en cosas raras, ¿verdad?

Levanté la mirada de la canasta llena de comida y le dediqué una sonrisa burlona a mi hermana.

—Cualquiera que te viera con esa cara de culo, pensaría que eres incapaz de preocuparte por los demás —me burlé, provocando que bufara con fastidio.

—Michael, eres un ser insoportable.

—Joder, eso es lo más lindo que me has dicho en toda mi vida. —Llevé una mano a mi pecho mientras fingía sentirme conmovido por sus palabras. Ella rodó sus ojos por mi dramatismo y yo me dediqué a ajustar la tapa de la canasta, sin borrar la sonrisa de mi rostro—. Y no, no ando en cosas raras—Levanté la cabeza y le dirigí una sonrisa traviesa—. O si...

Bufó con exasperación antes de salir de la cocina echando humo. Solté una pequeña risa, le di un vistazo rápido al lugar para asegurarme de haber dejado todo en orden y, con canasta en mano, salí de allí para dejar la casa e ir por Stephen.

Ahora que las cosas estaban bien entre ambos y comprendía un poco más la razón por la que a Stephen le costaba tanto abrirse a las personas, los sentimientos que albergaba por él en mi interior burbujeaban con más intensidad que nunca porque sabía que no habría nada que me separase de él luego de conocerle un poco más.

Quería descubrir cada aspecto de su vida y cada faceta de él que pudiese mostrarme. Conocer de primera mano todos sus defectos y lograr sentirme más cerca de él.

La discusión que tuvimos solo había dado paso a que la relación entre ambos mejorara de manera significativa y la distancia, aunque desagradable, solo terminó por confirmar los sentimientos que había intentado suprimir por inseguridad. Sentimientos que terminé por comprender cuando la desesperación de estar alejado de él comenzó a volverme irritable y cuando la inquietud no dejó de arañar en mi interior ante la incertidumbre.

Jamás en mi vida una situación me hizo sentir tan decaído como cuando me distancié de él.

Pero lo más importante: le extrañé. Le extrañé tanto que cuando le tuve cerca con cara de cachorro perdido e intenté hacerme el duro con él, no pude evitar ceder y permitirle explicarse. Quería con todas mis fuerzas que me dijese cualquier cosa —incluso si se trataba de alguna excusa—, con tal de volver a tenerle cerca.

Mientras atravesaba la sala, no pude evitar fijarme en la manera en que toda mi familia estaba dispersa en el sofá; Addison con los pies en el cabecero y la cabeza colgando del asiento, Derek leyendo junto a ella, Andrew sentado en el piso revisando alguna red social y mis padres recostados el uno en el otro observando la televisión.

Verles de esa manera me hizo pensar en lo afortunado que era por tener una familia tan maravillosa. Aunque idiotas, no cambiaría a mis hermanos por nada del mundo y les amaba tanto a todos que haría lo que fuera para hacerles felices.

De pronto, mi mirada se centró en mis padres y en la manera en que parecían no poder mantener sus manos fuera del otro. Tanto en sus acciones como en su manera de mirarse estaba presente el amor que sentían el uno por el otro, a pesar de la cantidad de años que llevaban juntos.

Y mientras detallaba la manera en que papá miraba a mamá con ese brillo de admiración en sus ojos, no pude evitar pensar en Stephen y en la manera en que su presencia me hacía sentir a diario. En la forma en que anhelaba estar junto a él cuando no estábamos cerca y en la manera en que no podía sacarle de mi cabeza en cualquier momento del día.

El dilema de Stephen [P#1] (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora