C A P Í T U L O 9

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—Entonces... ¿sí saldrás conmigo el día de hoy? —preguntó Michael por quinta vez en lo que llevaba de llamada.

Dos semanas pasaron desde su visita inesperada en mi casa y sus llamadas telefónicas e intentos por acercarse aumentaron en cuánto descubrió que su presencia no me molestaba tanto como le hacía ver.

En realidad, Michael no me parecía tan mal chico. Él podía ser bastante estúpido, molesto e insoportable, pero había una cualidad que superaba a todas las anteriores y era su amabilidad.

El problema era que yo no estaba acostumbrado a sentirme importante para nadie. Ser especial para alguien sonaba lejano. Pero cuando Michael se preocupaba por mí, tomándose molestias que no le correspondían, mis defensas temblaban, haciéndome sentir que con él podría bajarlas.

La sensación de soledad desaparecía cuando pasaba tiempo a su lado y yo no sabía cómo interpretar esa sensación, porque hasta ahora nunca nadie me había hecho sentir que podía encajar en un lugar

Por ello, necesitaba comprender algunas cosas, porque no entendía la razón por la que yo...

—¿Te dejé tan maravillado con la invitación que quedaste sin palabras? —Su voz me sacó del hilo de pensamientos que estaba creando.

Aclaré mi garganta y repasé lo que me había preguntado.

—Está bien, Michael. Pero yo pagaré ésta vez.

Silencio.

Ya sabía lo que venía.

—Stephen, podemos llegar a un acuerdo...

—Ya sé por dónde van tus acuerdos y me niego rotundamente —le corté—. Déjame pagar ésta vez.

—Está bien, puedes pagar la cena, pero el lugar a donde te llevaré lo pago yo.

—Michael...

—...Blut

Sonreí.

—Eres un idiota.

—¿Eso es un sí?

—No, es un insulto.

Soltó una pequeña risa.

—Vamos, Stephen, será divertido. Ya lo verás.

Me estaba costando muchísimo decirle que no. ¿Qué diablos me estaba pasando?

—Está bien.

Gritó de alegría, haciéndome sonreír.

—Paso en veinte minutos por ti.

Colgó la llamada y yo me quedé mirando el teléfono por los próximos minutos, intentando comprender lo que había ocurrido momentos atrás. Luego me levanté rápidamente a bañarme cuando recordé que Michael era bastante puntual.

⋆ ⋆ ⋆

—¿A dónde vamos?

Michael encendió la radio y la melodía de "Locked Out Of Heaven" de Bruno Mars llenó el auto. Comenzó a mover su cabeza de un lado al otro y a golpear con sus dedos el volante al ritmo de la música. No sabía exactamente porqué, pero admiraba esa parte de él que disfrutaba cada situación por más simple que fuese.

Verlo disfrutar así, provocaba que yo también me divirtiese de solo mirar lo mucho que él lo hacía.

—Vamos al centro comercial —respondió al fin, bajando un poco el volumen para poder conversar—. Andrew me comentó que hace poco abrieron una sala de juegos y tenemos que ir.

Enarqué mis cejas con diversión.

—¿Vamos a jugarle a las maquinitas?

—Podemos jugarle a otra cosa, si gustas.

El dilema de Stephen [P#1] (RESUBIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora