Epílogo

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Poco después de las ocho de la mañana, Dan me llevó a casa.

La primera planta estaba sospechosamente desierta, y subí rápidamente las escaleras. Intenté abrir la puerta de mi habitación, pero estaba cerrada con pestillo.

-¿Quién es? -rodé los ojos ante la penosa imitación de mi voz de mi hermano

-Soy Matt -ahora lo imité yo-. Kate, ábreme -él abrió la puerta y me dejó pasar-. ¿Qué se supone que haces aquí?

-Cubrirte hermanita, mientras tú estabas en tu noche de pasión con Daniel. Ya hablaré con él -esto último lo dijo por lo bajo y yo rodé los ojos-. ¿Y qué tal fue? -puso voz afeminada y se tiró en mi cama, apoyando los codos en ésta y su cara en sus manos-. ¿Te dio duro contra el muro? -abrí los ojos como platos.

-¡Maldito pervertido de mierda, lárgate de aquí! -empecé a tirarle todo lo que encontré, mientras él salió de mi habitación muerto de la risa.

No pude evitar reírme yo también una vez que me dejó sola.

La que le espera a Dan.

Pero antes tenía muchas cosas que hacer. Me dirigí a la habitación de mis padres y piqué a la puerta.

-¿Mamá?

-¿Qué?

-¿Puedo ir a casa de Helen? Porfi, porfi, porfi... -juro que oí como rodaba los ojos.

-Vale, pero espera un poco a desayunar -volví a mi habitación y puse música.

Young love, close the chapter. There's no ever after. Fell fast, ended faster, yeah.

-¡Katherine Lewis, apaga eso! -me reí. Mi hermano empezaba a enloquecer.

-¡Kate, ahora te hago el desayuno, pero apaga eso, maldita sea! -oí los pasos de mi madre bajando las escaleras y yo apagué la música, a regañadientes.

Bajé y vi mis tostadas con Nutella esperándome sobre la mesa. Me las comí rápidamente y subí las escaleras, para cambiarme a la velocidad de la luz. Salí corriendo, mientras mi madre me gritaba que no hiciera esfuerzos, pero no le hice caso, lo más importante ahora era llegar a tiempo.

Vi un taxi delante de su casa y aceleré el paso. Tenía que llegar, sí o sí. Paré delante de las escaleras que daban a su porche y casi me caigo por la repentina parada.

Él salió con su madre dándole un montón de besos en la mejilla y su padre rodando los ojos. Cuando se dio cuenta de mi presencia, corrió hacia mí.

-¡Kate! N-no pensé que vendrías...

-Oh, vamos, Ryan Lewinsky debe ser despedido como se merece -me puse de puntillas y rodeé su cuello con mis brazos. El puso sus brazos en mi cintura y nos fundimos en un abrazo.

-Lo siento.

-No pasa nada, Ray. Pero... ¿Seguimos siendo amigos? -sentí su sonrisa contra mi cuello.

-Claro que sí.

Yo también sonreí. Un problema menos para volver a la normalidad.

-Te quiero mucho, enana.

-Y yo a ti, Ray.

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Tras despedir el taxi que llevaba a Ryan al aeropuerto, fui a la casa de mi mejor amiga.

Piqué a la puerta y me encontré a una Helen en pijama y somnolienta.

-¿Q-que haces aquí... -bostezó- a estas horas? -me acerqué a ella y la abracé.

¿Él? ¡Pero si es un psicópata! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora