Desde el instante en qué desperté de esa horrible pesadilla, no me volví a dormir. Matteo se había quedado a mi lado hasta que mis lágrimas lograron secarse y mis sollozos dejaron de escucharse.
—Te prestaré esto, Luna.
Despegue el rostro del pecho de Matteo y mire a Jazmín, quien venía entrando a la habitación.
—Gracias—susurre alejandome un poco de el, tomando la taza de te que me ofreció.
—Ahora, ¿se puede saber cómo entraste a mi casa?—Exigio Emilia en tono autoritario y nervioso.
—Emilia, eso es lo que menos importa en este momento—Escuche decir a Jazmín, mientras yo daba un sorbo a la bebida caliente.
—¿Ramiro estuvo aquí?—cuestiono Matteo, dirigiéndose hacia ella.
Ambas negaron con la cabeza y fruncieron el ceño, confundidas. Pero yo sabía porque preguntaba. El debía saber que la persona que apareció en mi sueño, no era Ramiro.
—No estuvo aqui—Afirme, dejando la taza de te en la mesita de noche.
Asintio y se quedó en silencio por unos segundos mientras Emilia seguía quejándose que el no debía haber apareció así de repente.
—¿Pueden dejarnos a solas? Necesitamos hablar—Dijo poniéndose de pie, Matteo.
Jazmin asintio comprensivamente y Emilia frunció el ceño sin estar de acuerdo.
—Estaremoa en la sala, pero si escucho ruidos no aptos para una conversación, vendré a interrumpir—El comentario de Emilia, hico que quisiera salir huyendo por la ventana.
—Emilia...—Adverti, entre dientes.
—No dejare que tengan sexo en mi habitación—Continuo, sin tomar en cuenta de lo incómoda que estaba haciéndose la situación.
—Callate, tal vez es eso lo que necesitan—Dijo Jazmin, como si eso me hiciera sentir mejor.
Negue con la cabeza, deseando que Matteo no estuviera escúchando esas cosas.
Salieron de la habitación, cerrando la puerta detrás de ellas.
—Intenta aparentar que no escuchaste eso—Murmure.
Mire a Matteo que se estaba recargando el la puerta, mirándome detenidamente.
—Lo intentaré.
—Un chico estubo en mi pesadilla y me degolló—Dije, casi sintiendo la sensación de filo en mi garganta.
—¿Era Ramiro?
—No.
—¿Por qué estás tan segura que no lo era?
—Porque el chico era más alto, media casi dos metros de altura como...—Lo mire.
—¿Como yo?—Termino por mi.
—Si—Susurre, frunciendo el ceño.
—Se lo que estás pensando—Se cruzó de brazos y me observó.
—¿No me digas que tú también puedes leer los pensamientos?
—No, no lo hago pero es bastante obvio que estás creyendo que fui yo, ¿Verdad?
—No lo estoy afirmando—Conteste.
—Pero tampoco lo estás negando.
Se acercó a mí y pases saliva.
—Sigo abrumada y desconcertada, ya no se ni que pensar—Dije, desviando la mirada.
Me tomo de la barbilla de modo de encontrarme con sus ojos.