꧁ 𝑇𝒉𝑖𝑟𝑡𝑒𝑒𝑛 ꧂

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𝑨𝒅𝒐𝒓𝒆 𝒚𝒐𝒖" ꕥꕥꕥ

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𝑨𝒅𝒐𝒓𝒆 𝒚𝒐𝒖"
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Hiccup Haddock era un chico bastante tolerante. No mal decía, no gritaba y mucho menos se pasaba el día enojado, por esa razón sabía que la ira que ha estado sintiendo no era ni medio normal.

Al parecer, no bastaba con que su destinada lo evadiera y que se negara a dirigirle la palabra, si no que también debía de callarse con respecto a ciertas cosas y hechos relacionados con la antes mencionada, por ejemplo, la terrible escena que acababa de presenciar.

Sus padres y la "querida" condesa se habían visto mucho más reacios a la pelirroja que de costumbre, tomando en cuenta que ninguno estuvo acuerdo del todo respecto a tener una común en el castillo lo comprendía de alguna manera, pero definitivamente no compartía para nada aquella discriminatoria ideología

Le molestaba demasiado como los reyes y la condesa de Berk se dedicaban a maltratar y sobrecargar a Mérida con distintos tratos y trabajos, sin ninguna razón aparente y lo enfurecía aún más que ella aceptara aquellos abusos como si nada. 

Hiccup no podía hacer nada contra las decisiones de sus padres, contra la condesa sí y lo hacía pero ella nunca se los tomaba en serio, pero con sus padres era diferente, no los podía contradecir, por mucho que quisiera proteger a la pelirroja, en el fondo le dolía saber que no podía hacerlo, no sin exponer de alguna manera la verdad sobre su condición como destinado de Mérida.

Sin embargo, lo que más le molestaba a Hiccup sobre todas las cosas, es haber escuchado más de una vez a su padre y a Astrid hablar entre ellos dirigiéndose a su destinada y tratandola como un ser inferior, quien era incapaz de ser independiente, que sin la realeza moriría de hambre y que su única existencia en este mundo es basada en "procrear y traer al mundo otros subnormales inútiles de su misma clase", y a pesar de todo eso Mérida solo asentía con la cabeza gacha, recibiendo todos los maltratos de sus "superiores" quienes a los ojos de él eran una mierda que no debía existir.  

Al principio todo era medianamente normal, no sobrepasando de miradas feas y unas palabras poco agradables, pero conforme iban pasando los meses, el rey dictaminó que no solamente se encargaría de obedecer y servir a la condesa, si no que también se encargaría de algunas tareas más pesadas desde ayudar en algunas construcciones hasta hacerla subir los pisos del castillo con todas las toallas de una vez.

Hace un par de meses atrás había  visto un par de raspones y hematomas en la cara de la chica y tan solo una semana atrás vió cómo se dobló un tobillo mientras hacía sus tareas, tareas que equivalen a las de 3 o 4 sirvientes sólo para ella, pero hoy... hoy se habían pasado.

Ver a Mérida herida ponía al príncipe de muy mal humor, más que de costumbre. 

Ahora Hiccup se encontraba al ala norte del castillo, lugar donde se alojaban los comedores y las habitaciones de los sirvientes del palacio que vivían ahí, también estaban las salas de estar y un par de habitaciones más, y por lo relajado que se sentía podía apostar que su destinada estaba bastante cerca.

Después de un año de haberla sentido cerca por primera vez, Hiccup ya se había acostumbrado a sentirse así de bien, por muy corto que sea el tiempo que se sentía feliz, lo disfrutaba, pues por al menos 1 segundo podía darse el lujo de no ser en chico que vive bajo el peso de la corona, sino Hiccup Haddock, un chico con sueños y deseos que van más allá de sentarse en el trono luciendo joyas y piezas de oro.

Seguir el rastro de la pelirroja como si fuese una especie de sabueso (sólo que en vez de oler a su presa la sentía), era lo que menos le gustaba hacer, pero tal y como lo ha hecho durante el último años quería verificar que su alma gemela se encontrara en buen estado y no tirada e inconsciente en algún lugar escondido del castillo.

Cuando su felicidad y tranquilidad se intensificó, supo que había llegado a su destino. Cuidadosamente se asomó levemente por la pared para poder observar con determinación lo que su destinada estaba haciendo, cosa que definitivamente no le subió el ánimo.

Al mirar dentro del cuarto, la primera imagen que lo recibe es la joven de rizos concentrada en vendar sus manos con gasa, mientras que pequeños rastros de sangre seca cubren sus mangas y algunas ropas, delatando que nada bueno había sucedido durante aquella tarde. La rabia y furia inundó la esencia de Hiccup cambiando su estado de ánimo inmediatamente, estado el cual Mérida es capaz de sentir por lo que se altera enseguida al saber que el príncipe estaba en algún lugar cercano a ella por lo que nerviosa carraspea.

— ¿Puedo ayudarle en algo, su majestad? — Preguntó tranquilamente Mérida levantándose de su cama y escondiendo sus manos heridas tras su espalda, pero las gasas al estar colocadas de manera errónea se deslizaron hasta que deshacer el vendaje, terminando todo en el suelo.

El conjunto de telas blancas ensangrentadas se encontraba en el suelo, y cuando el castaño se agachó a recogerlas con prisa, pudo divisar las manos de la pelirroja, las cuales estaban llenas de cortes, que a pesar de so ser tan profundos, eran varios y lucían dolorosos.

 — No les preste atención, por favor, son solo unos simples raspones — Excusó Mérida al saber que el príncipe observaba los rastros de sangre y las heridas en su piel mientras recogía los vendajes del piso manchando levemente el mismo. — Lo limpiaré en un segundo.

Hiccup en silencio se acercó a la chica, le quitó las vendas limpias de las manos y la obligó a sentarse en el banco en el que se encontraba anteriormente. Mérida simplemente obedeció callada las órdenes del príncipe mientras mantenía la cabeza gacha evitando mirarlo a toda costa, acción que molestaba bastante al príncipe.

Hiccup soltó varios suspiros en busca de calma para poder tratar a su destinada correctamente y así vendar sus manos con delicadeza  y evitar causar más daño.

— ¿Qué te obligó a hacer mi padre, o Astrid? — Cuestionó Hiccup sin perder la concentración en los vendajes.

— No sé de qué habla, su alteza. Los raspones son a causa de un simple accidente. — Respondió Mérida tratando de no quejarse por el roce de las vendas y las heridas. — Lo único culpable aquí es mi torpeza.

Las heridas le ardían, no por el tacto del heredero si no porque aún era capaz de sentir los pequeños pedazos de cristal en sus manos.

— Sé que el Rey y la condesa han estado poniéndote tareas idiotas este último tiempo. — Mencionó Hiccup sin mirar a la pelirroja aún.

— Es mi trabajo, príncipe Hiccup, no son peticiones idiotas. — Respondió la común sintiendo como el sentimiento de enojo aumentaba en su destinado como reacción.

Su destinado estaba muy molesto, sin siquiera pensar en la conexión era suficiente para notarlo, los suspiros pesados y la tensión en todo su cuerpo, especialmente en sus manos y hombros,  eran más que suficiente, por varios segundos deseó abrazarlo o dejar fluir sus alegres sentimientos que aparecían cuando él estaba cerca o demostraba gran interés en ella y así poder tranquilizarlo y ser felices aunque sea unos minutos.

Pero no lo haría, no cuando ya había emprendido el camino para aceptar que él no era su destinado realmente.

Y dolorosamente sabía que jamás lo sería.

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Sólo quería avisarles que publiqué una nueva historia, son One-Shots variados, ya hay uno publicado y como ya saben sin historias de un capítulo. Ahí publicaré cuando tenga ideas de historias pero son muy simples para hacerla aparte.

Hay varios ships, y eso. <3 Cuidense.

Gracias por el apoyo.

Jerarquías [Jelsa / Mericcup]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora