10º TRASLADO

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Harry y la profesora McGonagall estaban sentados uno frente al otro, en el despacho que anteriormente había pertenecido a Dumbledore y que ahora custodiaba ella.

—Harry, quiero pedirte un favor —fue lo primero que dijo.

—¿De que se trata? —preguntó Harry confundido, pero sin abandonar la alegría.

—Quiero que te traslades a la habitación de Severus —comenzó a explicar—. Acaba de salir de esa especie de coma y necesitará ayuda. Está demasiado débil y queremos que sea el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras, por eso necesita ayuda con todo —terminó de explicar la profesora McGonagall.

—Acepto —dijo rápidamente Harry, y la profesora soltó una pequeña risa.

—Harry, tendrás que cuidarle. Traer la comida, ayudarlo en la ducha y a vestirse. Apenas tiene fuerza para levantarse de la cama y a perdido mucho peso —dijo la directora.

—Estoy seguro de que puedo hacerlo —dijo Harry con una sonrisa, que fue devuelta en segundos.

—Bien, pues traeremos tus cosas a la habitación de Severus en las mazmorras y ¿Cama? —preguntó la profesora.

—Bueno, tengo que vigilarlo por si ocurre algo, así que seguramente duerma en la misma cama, para ir vigilándolo —dijo Harry avergonzado, y la profesora asintió.

—•—

Harry no había cenado en el gran comedor y había hablado con Ron y Hermione del traslado. Ahora se dirigía a las mazmorras, a la habitación de Severus, con un bol de sola caliente.

Llegó y picó varias veces en la puerta, pero nadie le dijo que pasase. Así que simplemente abrió la puerta y entró.

—¿Hola? —volvió a preguntar por décima vez, pero nadie le contestaba.

Dejó el bol de sopa sobre una pequeña mesa y se dirigió al baño, solamente para comprobar que Severus ya estaba en la habitación.

Cuando abrió la puerta, pudo observar una imagen que lo dejó avergonzado. Severus acababa de salir de la ducha y solo tenía una toalla enrollada a la cintura. No solo eso, no dejaba de gemir de dolor. Estaba débil y había hecho demasiados esfuerzos.

—No debería moverse sin que se lo digan —dijo Harry, acercándose por la espalda pálida a Severus.

En otra ocasión, Harry no abría podido cargarlo, pero ahora era todo hueso y piel.

Lo cogió con miedo, tenía miedo de partirle alguna costilla o algún hueso, tenía miedo de hacerle daño.

Lo cargó hasta su propia cama y volvió al lavabo para coger otra toalla.

—Potter, no necesito tu ayuda —dijo Severus con tono arrogante, pero al que Harry ya estaba acostumbrado.

—Bueno profesor, ahí dentro parecía que la necesitaba. Quédese quieto y ya está —dijo Harry bufando.

—Potter, estoy bien —dijo Severus, pero Harry lo miraba con los ojos entre abiertos.

—No lo está —se dignó a decir con arrogancia el Gryffindor.

Harry sentó a Severus en el borde de la cama y comenzó a secar su cabello con la toalla que había traído del baño. El pelo de Severus era muy suave al tacto, al contrario de lo que parecía. Harry siempre había pensado que el pelo de Severus sería grasoso, pero se estaba llevando una maravillosa sorpresa, con la suavidad de la cabellera negra del contrario.

—Ahora, ¿Le ayudo a secarse? —preguntó Harry, observándole a los ojos.

—No, puedo yo solo —dijo de mala gana, y Harry se alejó para que Severus se levantara y se secara.

Pudo admirar su espalda. Huesuda, llena de cicatrices y muy pálida. ¿Quién le habría hecho todas aquellas marcas? Se preguntó en ese instante. Pero no sabía si preguntarle a Severus, o quedarse callado.

Recordaba el beso de esa misma mañana. Severus no le había preguntado, ni siquiera le había dicho que lo odiase o algo por el estilo.

—Severus —llamó Harry, y el mayor se giró con dificultades—. Quería saber, bueno, ¿Qué piensas de lo de esta mañana? —preguntó con miedo y avergonzado al mismo tiempo.

—¿Qué debería opinar? —preguntó Severus, y Harry bajó la mirada.

—Bueno... Yo lo hice porque... —dijo Harry, pero se calló de golpe.

—¿Por qué? —preguntó de mala gana Severus.

—He pasado los peores meses de mi vida. Tu recuerdo era mi condena Severus... —comenzó a decir con la voz quebrada Harry—. No dormía bien, no estaba de humor para bromas de los hermanos Weasley. Tampoco quería hablar con Hermione o Ron de lo que me pasaba. Te necesitaba, y pensaba que jamás volvería a verte. Todo eso, por enamorarme de un muerto, pensé antes —paró en seco y levantó la mirada para encontrarse con la de Severus—. Y ahora te tengo aquí, ese beso es todo lo que te he echado de menos y mi confesión de amor al mismo tiempo —Severus se quedó callando unos segundos.

—Tendrás que ganarte el corazón de este viejo, si es lo que quieres, Potter —comenzó a decir Severus—. Y ahora gírate para que pueda vestirme —Harry lo observó con los ojos abiertos.

—Está bien, me ganaré tu corazón, como tú te ganaste el mío, y me giraré, Sev —dijo Harry con amabilidad.

—No me llames así, soy tu profesor de pociones —dijo de mala gana Severus.

Harry se giró finalmente con una risita entre los dientes, y Severus pudo cambiarse.

Cuando Severus terminó, le dio permiso a Harry para girarse.

Al observar al mayor, Harry no pudo evitar sonrojarse. Severus llevaba un pijama fino de color negro, muy opaco y precioso.

—V-vamos a c-cenar —dijo Harry nervioso, para intentar quitarle importancia a lo sexy que se veía Severus con su vestimenta.

Severus asintió y Harry hecho la sopa en dos platos hondos y con un un hechizo lo calentó.

—Ya está —dijo Harry con una sonrisa, y miró a Severus, que estaba en la cama con un libro.

—Voy —dijo Severus, cerrando el libro y dejándolo en la cama.

Trató de levantarse, pero estaba tan débil, que el mismo hecho de colocar los pies en el suelo y comenzar a caminar, le sentaba como si estuviera corriendo un maratón.

Harry lo sabía, así que se levantó del sillón y se acercó hasta él. Colocó sus manos en la cintura de Severus y empezó a caminar detrás suyo, manteniéndolo estable, para que no perdiese el equilibrio.

En la cena no hablaron. Severus parecía avergonzado por la ayuda que había recibido de Harry y Harry no quería incomodarlo, así que no trataba de hablarle.

Cuando ya habían terminado, Harry lo ayudó a volver a la cama y recogió los platos.

—Dulces sueños —dijo Harry, mientras se sentaba en el sillón y cerraba los ojos.

—¿Potter? —preguntó Severus, al observar que había dejado las gafas y parecía dispuesto a dormir ahí—. No voy a dejar que duermas ahí. Ven a la cama —dijo Severus, avergonzado, pero siendo totalmente cierto.

—Yo no quiero molestar —dijo Harry.

—No me molestas. Tenerte aquí ya es insufrible. Pero no voy a dejar que duermas allí —Harry soltó una pequeña risa, ese era su profesor. Ese era Severus Snape, el hombre que le había robado el corazón.

Harry se levantó y caminó hasta donde estaba Severus y se tumbó en la cama, de espaldas a él y separado lo suficiente, como para pensar que estaba durmiendo solo.

—Dulces sueños, Sev —dijo Harry con cariño.

—Sí, Potter —se limitó a contestar Severus, y se quedaron dormidos en un santiamén.

Por otro lado...

SNARRY-el fantasma del que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora