8º SEVERUS

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Al pasar la pared, todos vieron llorando a la profesora McGonagall. Sujetando una mano muy pálida y medianamente huesuda.

King se acercó lentamente a la camilla, y lo primero que comprobó fue el pulso.

Harry caminó lentamente hasta la camilla. Con cada paso le temblaban mas las piernas y creía que caería por los temblores.

Se asomó y comprobó que él estaba ahí. Severus, el hombre que le había llevado loco unos cuantos meses. Dueño de su corazón, de su ahora alegría y de su anterior pena.

—S-Severus... —dijo balbuceando y acercándose más a la camilla.

Allí estaba, un cuerpo pálido, cabello negro más largo de lo normal. Los ojos cerrados y ni rastro de las heridas que aquel día le proporcionó la serpiente de Voldemort.

—Estará bien Harry —dijo King, abriendo el pequeño bote y abriendo los labios pálidos de Severus.

—Harry, siéntate aquí —le dijo McGonagall.

Pero Harry no le hacía caso en esos momentos, aún continuaba mirando a la persona que había transformado su vida en una pesadilla después de irse.

La profesora se levantó de la silla de madera color beige y cogió el brazo del Gryffindor mientras él continuaba en shock.

Harry no se había dado cuenta de nada más que de su querido profesor de pociones en esa camilla. Con vida. De carne y hueso, aunque más de lo segundo que de lo primero.

Harry acabó sentado en la silla y King ya había colocado toda la poción en la garganta de Severus. Ahora solo faltaba que reaccionara.

Todos pendientes de algún ligero movimiento y Harry temblando y dejando escapar lágrimas con una expresión confusa.

Llevaban mirándole todos un rato. Lo miraban como el ladrón al tesoro, como el sediento al agua, como la sirena al mar y como la muerte a la vida.

Finalmente, un ligero quejido salió de su boca y su entrecejo se frunció como era costumbre en el profesor.

Movió su mano con lentitud, pero no consiguió levantarla demasiado, estaba muy débil.

—Ya podemos salir todos, Madame Pomfrey se encargará de él —dijo King, pero Harry no se inmutó.

—¿Harry? —preguntó el nuevo profesor de pociones, pero el caso fue omiso por parte del estudiante.

Harry observaba con deleite a la persona que ahora era dueña de su corazón. Lo miraba con lágrimas cayendo de sus iris esmeralda.

—Déjelo, él es su salvador —dijo McGonagall, y en una milésima de segundo, estaba él solo con Severus.

El Salvador, pensó Harry. Jamás sería nada así, por mi culpa murieron demasiados y por mi culpa Severus se encuentra así, por mi culpa todo ocurrió, todo fue por mi culpa, pensó nuevamente.

—S-Severus —dijo Harry, acercándose mucho a él.

Con una de sus manos temblorosas, se acercó a una pálida mejilla del enfermo y la acarició con dulzura. Estaba helado. Entrelazó sus dedos con su mano, y esperó por alguna señal suya.

Severus comenzó a abrir los ojos lentamente, la luz, aunque tenue era, le molestaba. Cuando consiguió enfocar bien, observó el lugar, y después unos ojos llenos de lágrimas, tan brillantes, tan jodidamente hermosos. Puede que Lily tuviese ojos bonitos, pero los de Harry, los de Harry eran otra cosa.

—S-severus... —dijo Harry a duras penas, sentía que su garganta se quebraba y que su corazón se rompía, no de pena, de alivio.

Una lágrima cayó encima del rostro de Severus y él reaccionó esta vez.

Se dio cuenta de que una de sus manos estaba agarrada por una de Harry. Podía observar la cara roja de tanto llanto del Gryffindor. Podía observar su nueva etapa masculina. Y lo que le hizo darse cuenta de que estaba vivo. Podía observar su recuerdo en un frasco, en un colgante que llevaba Harry. Podía observarle a él.

—S-Severus... —Harry se abrazó a él de golpe, dejando a Severus Snape extrañado, le dolía todo el cuerpo y no sabía el motivo claro, pero así era.

Harry se colocó al lado del mayor, sin dejar de abrazarlo, sin dejar de sentir su cálida presencia. Y Severus no se puso en contra, no tenía fuerzas para apartarlo y viendo como estaba el Gryffindor, era mejor dejarlo así.

Aquella noche, Harry durmió como un bebé, desde hacía meses. Pudo conciliar el sueño y olvidarse de los malos tiempos. Se sentía bien consigo mismo por primera vez desde que vio aquel recuerdo y desde que perdió a tanta gente de su alrededor.

SNARRY-el fantasma del que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora