11º CONFESIÓN

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Por otro lado...

Estaba Ron en su cama. No podía dormir, solo quedaban unos minutos para la hora acordada con Draco. Y quería levantarse de la cama, pero el miedo al rechazo le dolía más que nada en ese momento.

¿Y si solo quería gastarle una broma? ¿O si quería rechazarle después de esos días? ¿Qué es lo que quiere decirme? Se preguntan Ron, mientras miraba que sus compañeros de habitación estuviesen dormidos, excepto Harry, que no estaba y se había ido con Severus.

Se levantó con el pijama puesto y comenzó a caminar lentamente hasta llegar a la puerta. La abrió lo más lento que podía y salió a hurtadillas de la habitación. Bajó las escaleras, salió de l sala común, sin despertar a la señora gorda. Y comenzó a caminar por los pasillos para llegar a la torre de astronomía.

Después de unos minutos, llegó. Los nervios estaban a flor de piel, sus manos temblaban y miraba a todos lados. Rozó con los dedos la puerta, hasta llegar a la maneta, y la abrió con lentitud.

No había nadie, ¿Se había pasado la hora? Se preguntó, pero  también pensó que quizás había llegado antes. Así que entró en la sala y cerró la puerta detrás suyo.

Se quedó mirando el lugar y caminó hasta el balcón. La luna y las estrellas brillaban muchísimo, y hacían de luz para el lugar. Apoyó los codos en la barandilla y suspiró alto y sonoro.

—¿Qué te preocupa pelirrojo? —preguntó Draco, y antes de que Ron pudiera girarse, Draco lo abrazó por la espalda.

Un abrazo tierno que ambos podían manifestar como cálido y acogedor.

—Draco... —dijo Ron casi en un susurro, y Draco apoyó su barbilla en el hombro del pelirrojo—. ¿Crees que todo habría sido diferente si Voldemort jamás hubiera existido? —preguntó Ron, algunas lágrimas brillantes se hacían paso por las mejillas del pelirrojo. Esos preciosos ojos azules parecían lo más triste en el mundo, o por lo menos, eso pensó Draco al verle en ese estado.

Lo abrazó más fuerte y se pegó a él. Ron cogió la mano de Draco y entrelazó los dedos con el pelirrojo como pudo. Realmente los dos habían sido destruidos por la guerra. Como todos aquellos que la habían vivido.

—Ron... —le dijo el rubio, y depositó un dulce beso en su nuca—. No te preocupes, no dejaré que nadie te haga daño, ni a ti, ni a tu familia por el resto de mi existencia —dijo Draco y Ron se sorprendió, dejando de llorar en ese mismo instante.

Ron empujó ligeramente a Draco y se giró. Lo observó unos segundos y le besó tan desesperadamente, que él rubio se asustó al principio. Ron parecía que necesitaba aquel beso más que nada en ese momento. Era como el antídoto para su tristeza.

—Te amo, Draco... —susurró Ron, dentro del beso y Draco lo apresó entre sus brazos.

—Yo también te amo, pelirrojo... —dijo Draco con una sonrisa—. Te amo, como mi almohada que eres. No he dormido desde el día del tren junto a ti, por lo menos, no de la manera que me gustaría haber descansado —dijo Draco.

—Podría escaparme de vez en cuando a tu cama, y tú a la mía —dijo Ron con una sonrisa brillante y hermosa a la vista de Draco.

Draco volvió a besarle y lo abrazó contra él. No quería separarse por nada del mundo, sin Ron no era nada, y tampoco quería ser nada sin él.

—Ron... ¿Algún día podrás perdonarme por todo lo que hice? —preguntó Draco, era algo que le carcomía por dentro, la culpa por todo lo que había dicho años atrás.

Ron se quedó observando el rostro dolido de Draco, le acarició con la mano y le quitó el pelo que surcaba sus preciosos ojos.

—Te perdoné hace mucho tiempo ya... —dijo con una cariñosa sonrisa, y volvió a besarle una última vez.

Aquella noche los dos se habían dicho todo lo que sentían.

SNARRY-el fantasma del que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora