14º TRISTEZA y GUERRA

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Toda la clase salió, excepto Harry, que quería esperar a Severus.

—Harry... —suspiró Severus, acercándose a él, cuando todos salieron del aula y solo quedaban ellos dos.

—Yo... Las cosas felices que tengo fueron arrebatadas... —dijo con una sonrisa melancólica, sin fijar la vista en Severus —. Casi pierdo a Fred, alguien que forma parte de mi familia. Casi pierdo a Ron, con aquella cicatriz que guarda en su espalda. Y a ti pensé que te había perdido. Pero a Sirius y a Remus no los pude salvar. Ni a mi padrino, ni a mi segundo padrino —Severus parecía que quería comentar algo en lo último—. Lo sé, Remus no era mi padrino técnicamente, pero lo sentí como uno. Y yo cuidaré de Teddy como no pude hacer con él. Aquel día se perdieron demasiadas vidas, demasiadas almas perdidas por aquel puto asesino. No le temía en lo más mínimo. Voldemort solo me causaba asco y odio, pero jamás le temí como todos hacían. Su nombre era una gilipollez y ni siquiera entiendo las razones por lo que hizo todo aquello, pero si las supiera, continuaría odiándolo con todo mi ser —dijo Harry, mostrando en su rostro un sin fin de emociones y una repulsión por aquel hombre admirable.

Harry había sufrido demasiado con tan sólo dieciséis años. Había perdido muchas vidas, que le habían sido arrebatadas por el odio, por el odio que Harry odiaba. Y sí, siempre se odia algo, hasta al propio odio.

—Yo no sé todo lo que pasaste —dijo Severus—. Pero pude observar tu rostro demacrado cuando Cedric murió. Pude ver tu odio hacia mí cuando Dumbledore murió y la terrible tristeza que eso te causó. Pude verte llorar cuando me veías desangrar y cuando desperté. Harry... Pude y puedo verte sufrir como nadie más lo hace —dijo Severus, abriendo sus brazos para que Harry fuese hacia él.

Y así pasó, Harry corrió hasta sus brazos y comenzó a llorar en el cálido abrazo. Sus corazones iban a la par, latidos fuertes de amor, desesperación y tristeza. No sabían desde cundo podrían sentirse así de bien el uno al otro, pero ahora sí, podían sentir todas las emociones que una pareja normal podría tener. Una pareja sin problemas que lidiar, como la muerte y la guerra.

—Jamás me iré de tu lado por voluntad propia —le dijo Severus al oído y Harry se gafó del abrazo para mirarle atentamente.

—Odio las promesas, odio que me digan cosas que es imposible saber si se cumplirán o no. Simplemente dime que te quedarás conmigo ahora —dijo Harry, pasándose la manga de su capa por la cara, para quitar todo rastro de lágrimas que tenía en los ojos.

—Está bien, Harry —dijo Severus con una sonrisa—. Te prometo que ahora mismo me quedaré contigo, y bueno, ya se verá después —le dijo, riéndose y Harry también rió.

Volvió a abrazar a Severus y al ser de un salto, hizo que el mayor chocase con el escritorio y agarrase sin querer, la nalga del joven Harry.

—Gasta cuidado, Harry —le dijo Severus, y en ese mismo instante, se dio cuenta de donde había colocado la mano.

—No la quite, profesor —dijo seductoramente Harry, rozando con su mano la entrepierna de Severus.

—Harry... —dijo Severus, llevando su mano, hasta la mano temblorosa del Gryffindor—. Nunca me has tocado, y si tienes que hacerlo, mejor en la habitación, no aquí —terminó de explicar, y Harry le dio un pequeño beso.

—Bien, pues esta noche nos vemos en tu habitación... —dijo Harry, caminando hasta la salida—. Nos vemos, profesor... —dijo seductoramente, y cerró la puerta detrás de él.

Dejó a un Severus muy caliente, excitado y sin parar de pensar en las siguientes clases en él. Cada vez que le llamaban profesor, recordaba la manera en la que Harry lo había dicho y se volvía loco por que llegase la noche.

Quería hacerlo con él, estaba claro. Pero tampoco sabía si Harry era virgen, aunque contase ya con sus dieciocho años.

SNARRY-el fantasma del que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora