13º CÁLIDO SENTIMIENTO

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Cuando Harry despertó, se emocionó recordando todo lo que el día anterior había sucedido, tanto, que no se percató de que Severus estaba despierto.

—¿Harry? —preguntó extrañado el mayor.

Ese dulce nombre quedaba demasiado bien entre los labios de su profesor, pensó Harry y se tiró encima de él para besarle. Un beso casto, pero traspasando todas las barreras que cualquier alumno corriente tendría con su profesor.

—La semana que viene comienzan sus clases, profesor —dijo Harry con un tono sarcástico, pero con total verdad.

—Lo sé —dijo suspirando—. Espero que hayan mejorado en pociones tanto usted como Longbottom —dijo Severus irónicamente y Harry soltó una risa.

—Severus, ya no vas a ser profesor de Pociones —dijo Harry con una sonrisa, y el mayor frunció el entrecejo—. Vas a ser profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras —dijo el ojiverde y a Severus se le abrieron los ojos como platos.

—No puede ser... —dijo Severus, mirando a Harry con incredulidad.

—Lo es, profesor —dijo Harry, y le volvió a besar en los labios.

Severus estuvo toda la semana con el mejor humor que conocía. Lo recibieron todos los alumnos cuando se enteraron de que estaba vivo. Sobre todo, lo aclamaban por que Harry era más feliz desde entonces.

—•—

Aquella semana se la pasaron entre abrazos y besos, besos y abrazos, pero no llegaron a nada más. Severus amaba a Harry y Harry amaba a Severus, no necesitaban nada más.

Severus se puso su túnica negra el lunes. Ya no estaba débil, caminaba normalmente y lo único que quedaba de aquella fatal herida, era una horrorosa cicatriz.

Llegó a su nueva clase de Defensa Contra las Artes Oscuras y observó a aquellos niños (Slytherin y Gryffindor) de su último año.

El señor Weasley había cambiado, era delgado y pelirrojo, pero su mirada se había perdido en algún punto que no llegaba a encontrar Severus. Harry lo miraba desesperado, sonriente y con ganas de comenzar su clase por primera vez en toda su vida. La señorita Granger también tenía la mirada perdida. Todo el mundo estaba igual, destrozados en el corazón, sentados en sus sillas y con la mente puesta aún en la guerra y en las perdidas.

Pudo observar a Draco mirando con pena al pelirrojo, que a su vez, observaba por la ventana con descaro.

—Bien, comencemos la clase —cuando todos levantaron su vista hacia él, vio la pena que en algunos rostros se pintaba, así que Severus pensó, que quizás podría hacer de sentimental por una vez en su vida.

—Hoy no haremos clase de Defensa Contra las Artes Oscuras —dijo, intentando sonreír—. Levantaos de vuestros asientos —y todos hicieron caso.

Con un golpe de varita, encogió todos los escritorios y los llevó hasta su mesa para dejarlos allí.

—Ahora, tumbaos todos —pidió Severus y todos lo hicieron—. Cerrad los ojos y colocad vuestra mente en blanco —pidió, y los Gryffindors y Slytherins lo hicieron.

—Quiero que penséis en la cosa o persona que más feliz os hace, y que la visualicéis —pidió el profesor, y todos parecían entender a la perfección la demanda, puesto que en muchas caras podía ver felicidad.

En la única que pudo ver una sonrisa melancólica y agria, acompañada por pequeñas lágrimas que caían por su rostro, fue en Harry. El chico parecía no ser feliz o si lo era, no lo aparentaba con las lágrimas silenciosas que surcaban su rostro.

Lo miró a penado y se agachó ante él para acariciarle la mejilla. En ese mismo instante, el chico abrió los ojos para observarle y pudo ver como esas esmeraldas brillaban con un reflejo triste.

Harry le miró una última vez, y le señaló se propia cabeza, quería que entrase allí, quería que viese su mente, y el mayor lo hizo.

Se metió en la mente de Harry como tiempo atrás había hecho, pero esta vez, lo hacía por demanda del mismo Potter.

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—Profesor Dumbledore —una risa se dibujó en el rostro de Harry al verle.

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—Harry, eres un chico especial —le dijo el anciano y los dos rieron juntos.

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—Profesor Lupin, ¿Conoció a mi madre? —preguntó Harry, estando cerca de su profesor favorito.

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—Y a tu padre también Harry, eran encantadores —dijo con una sonrisa al viento.

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—Sirius, quiero irme a vivir contigo —pidió Harry con los ojos humedecidos.

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—Volveré cuando sea libre, Harry. Te llevare a vivir conmigo —dijo su padrino.

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—No... —dijo Harry, al ver caer a Dumbledore con el Ava Kedavra que Severus le había lanzado.

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—No... —dijo Harry, al ver a Remus agarrando la mano de Tonks, muertos y juntos—. Cuidare de Teddy como tú y Sirius hicieron conmigo —dijo con lágrimas en los ojos.

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—No... —gritó Harry, mientras Remus le abrazaba por la espalda y veía a Sirius entrar en aquel portal.

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—Profesor, déjeme en paz —dijo Harry de mala gana, al ver a Severus.

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—Severus, ¿Por qué has muerto? —preguntó Harry al pequeño frasco que custodiaba en sus manos.

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—Severus, no te mueras... —dijo Harry, al verlo tumbado en la camilla y rebrotando aquella esperanza en su corazón.

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—Aps... Se me olvidaba —dijo Harry, se acercó hasta Severus y le depositó un beso en la boca.

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Severus casi llora, pero lo contuvo en su interior. Harry, cuanto había sufrido con tan sólo esas edades, pensó Severus.

—La clase a terminado —dijo Severus, y todos se levantaron—. Espero que os haya servido de apoyo, las cosas felices son las que nos permiten estar aquí. La guerra siempre se lleva vidas y hay que aprender a vivir con ese arrebato. Pero estáis aquí, y también están las personas que no murieron y las que amamos con nuestro corazón, quedos en esos brazos cálidos y nunca los soltéis —dijo Severus y todos le dedicaron una enorme sonrisa.

Draco y Harry fueron los primeros en acercarse a él para abrazarlo, y le siguieron toda la clase, envolviendo a Severus en un cálido abrazo y consiguiendo un enorme sonrojo en el mayor.

SNARRY-el fantasma del que me enamoré Donde viven las historias. Descúbrelo ahora