29 de julio de 2019
Era lunes y, obviamente, tenía que ir al instituto.
Estos dos días pasados intenté escaparme para seguir adelante con mi plan, pero mi familia no me lo permitió. Estaban todo el día conmigo.
Pero hoy llegó el día. Estaba segura.
Justamente hoy mi primo no podía llevarme, ya que se tenía que ir a una entrevista de trabajo... Así que vi esa oportunidad como un milagro.
Y obviamente como toda una chica rebelde que creía ser, salí de casa un poco antes de lo normal, ya que si salía a la hora de siempre, andando llegaría tarde y caminé un poco hasta llegar al final de la calle, donde hacía esquina y me escondí en un bar que había allí.
Así estuve durante bastante rato, hasta que estuviese segura de que mi abuela y mi tía habrían salido ya de casa.
Caminé cautelosamente hasta llegar a la casa y la abrí con la copia de la llave que me dieron al segundo día de estar con ellos. Subí a mi habitación, cogí mi equipaje y salí de casa rápidamente para que nadie me viese.
Iba un poco perdida, pero intenté hacer memoria y recordar el camino por el que fui hasta llegar a casa de Catalina. Cuando lo recordé, empecé a caminar rumbo a supuestamente la estación de tren.
Cuando llegué, fui a sacar un billete con el dinero que me sobraba del que me dio mi madre y cuando lo obtuve, me senté a esperar junto a varias personas más, que cada una estaba sumisa en su mundo.
Mientras esperaba, a lo lejos divisé a una persona que me parecía familiar. Entrecerré los ojos pensando que así quizá podría verla mejor, pero la verdad es que la veía incluso peor.
Esa persona miró en mi dirección y después de unos segundos, empezó a caminar hacia mí.
—¡Cielo! —exclamó abriendo los brazos.
Oh, ya sé por qué me resultaba familiar. ¡Era la anciana del tren!
—¡Hola! —corrí a abrazarla y empezamos a charlar.
—¿Otra vez te encuentro en una estación de tren? —frunció el ceño.
—Sí. Es que voy a volver a mi casa...
—¿Que no vives aquí?
Recordé que no le conté la situación en la que me encontraba cuando nos conocimos, así que decidí no entrar en detalles.
—No. Vine de visita a ver a unos familiares —mentí forzando una sonrisa.
—Oh, muy bien. Yo tenía planeado ir a ver a una amiga que hace mucho tiempo que no veo. Se llama Vicenta —explicó.
Abrí los ojos como platos. Se llamaba igual que mi abuela.
Seguramente sea una coincidencia. Hay bastantes mujeres que se llaman ¨Vicenta¨.
—Pues espero que te vaya bien —le deseé.
—Y yo también espero que te vaya bien, corazón. Ten mucho cuidado en el viaje, por favor —me sobó el brazo y me abrazó.
—Muchas gracias.
Anunciaron que ya se aproximaba el tren en el que tenía que subir, así que me despedí de la anciana y seguí esperando a que llegase el tren.
(...)
Durante el trayecto, estuve durmiendo ya que era muy temprano, así que, para mí, pasó bastante rápido.
Después de varias horas, llegué al centro de mi ciudad. Hice memoria y caminé hasta la parada del bus en el que me bajé. Cuando este llegó, me subí y me senté en los asientos del final, donde la zona estaba ocupada tan solo por un hombre.
Estuve todo el camino gastando datos mientras miraba mis redes sociales y de vez en cuando, mirando de reojo al hombre, quien este también me miraba a mí.
No sabía por qué, pero tenía un mal presentimiento.
***
¡Heeyyy! Espero que tengáis un muy buen comienzo de semana.
Aquí os traigo el undécimo capítuloo.
Deseo que lo hayáis disfrutado mucho y que esperéis con muchas ganas hasta el miércoles para poder seguir leyendo esta historia.
Si os ha gustado, hacédmelo saber votando, comentando y compartiendo.
Y dicho esto, nos vemos el miércoles a la misma hora de siempre.
¡Chao, lectores!
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El oscuro secreto familiar ✔️
Novela JuvenilAlicia es una adolescente que se ve obligada a huir al enterarse de lo que pretende hacer su padre con ella. Para ello, consigue la ayuda de su tía, quien le da hogar, pero un día, Alicia decide volver a por su madre, pero está claro que ella no se...