Aidan.
Meto en una bolsa de basura toda mi ropa sucia y limpia; olvidé dónde dejé la maleta y no tengo tiempo de ponerme a buscarla. Voy al baño y tomo mi cepillo de dientes. Abro las puertas del clóset y tomo la ropa restante. Quiero salir de esta isla cuanto antes.
Le envío un mensaje de texto a mi padre, diciéndole que hay un cambio de planes, que volveré a casa esta noche y mañana en la tarde estaré con Rachel en nuestra casa.
—Carajo —mascullo al recordar que no le compré ni el maldito perro o el maldito domo que tanto quiere para completar su colección.
Me responde en minutos:
Mañana mandaré a Fred al aeropuerto para llevarte a la escuela. Más te vale ser puntual, Aidan.
Claro.
Mi padre suele amenazarme en cada oportunidad que tiene. Es estricto, y bastate competitivo en asuntos de poder; él y yo nos parecemos, porque a mí tampoco me gusta que me desobedezcan.
Mi padre se divorció de mi madre hace siete años, y la única persona que supo la razón por la cuál se divorciaron fue Zoé, ella estuvo conmigo cuando la necesité, incluso cuando le grité que me dejara solo, que se fuera o saliera de mi vida; estaba demasiado enojado con medio mundo en ese momento, no pensaba correctamente. Aun así, ella se quedó conmigo, me acompañó todas la noches, todos los días desde que mi papá se fue. Prácticamente vivió con nosotros durante un año, abrazándome y repitiéndome hasta el cansancio: «todo va a estar bien», mientras me hacía piojito.
Quemaría todo mi dinero con tal de estar con ella otra vez, como en esos días, acariciando mi espalda o mis mejillas, hablándome sin parar de sus películas favoritas, y sobornándome con los chocolates que siempre esconde en sus bolsillos y me niegue a darme hasta escucharme soltar cinco secretos. Me hablaría hasta quedarme dormido. Me complacería con tan solo tomar su mano. Zoé es mi mejor amiga, jamás podría vivir sin ella; de eso sí que estoy seguro.
Cuando mi padre nos abandonó, mi hermanita tenía cuatro años; y mi madre, bueno..., en ese tiempo ella estaba demasiado ocupada tratando de no sucumbir ante el dolor, como para ocuparse de sus hijos. Lloraba todas las noches hasta quedarse dormida, y no nos permitía entrar a su cuarto para pasar las noches con ella; las mismas noches que Rachel sufría pesadillas, en las que me contaba que papá se iba para siempre y jamás volver con su familia, con ella en específico. Mi hermana tuvo que aprender a crecer sin la ayuda de nadie más que con la mía y la de Zoé; los dos fuimos sus padres. Yo no tuve que aprender a crecer sin la ayuda de nadie, tenía a Zoé, y ella era suficiente, más que una familia, es la persona con la que quiero envejecer.
A los once me di cuenta que papá sería uno de esos padres ausentes, y Rachel entendió —de mala gana— que no pasaría todos los días con ella a partir de la firma del divorcio. Mi padre no peleó por la custodia de sus hijos, le cedió lo justo a mi madre.
En mi primer cumpleaños, después de la separación de mis padres, recibí dos cosas: una bofetada de parte de mamá, y un reloj del Capitán América de parte de papá. La única persona que me felicitó verdaderamente y dio pastel fue Zoé, eso y un beso en la mejilla. Fue un buen cumpleaños. Además, ese fue el primer beso que nos dimos, que alguien me había dado en mi corta vida, y esa fue la primera vez que empezó a gustarme recibir besos de niñas; para cuando cumplí los quince, me había ganado una reputación. Todas las chicas se sentaban en nuestra mesa, y me ponían las manos encima mientras me hablaban. Según Zoé, Bambi sólo se ponía pestañas postizas para llamar mi atención.
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Equivocada Decisión ✔️ [Parte 1]
Roman pour AdolescentsAidan y Zoé son mejores amigos desde el primer grado. Hacen todo juntos: estudian juntos, bailan juntos, comen juntos, lloran, discuten, se acuestan... ¡UPS! Bueno, sólo pasó una vez, y fue unos meses antes de que Zoé conociera a... Jake; pero no el...