Capítulo 17

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Zoé.

– ¿Disculpa?, ¿te sientes bien?

– Ah ¿cómo?

Dejo de pellizcarme el puente de la nariz.

– ¿Que si te sientes bien? –vuelve a preguntar, el chico de piel aceitunada.

– Ah, sí. Sí, todo bien.

>>Sólo sufro una descarga de recuerdos dolorosos. Nada con lo que él pueda ayudarme.

– ¿Segura?

<<Guau>>. ¿Acaso leyó mi mente?

– Es que llevas un ratote ahí sentada y no parece que hayas venido por las malteadas –bromea.

Me rio, no sé por qué pero lo hago. Cuando no te queda otro remedio, reírse es lo indicado.

– No, yo sí vine por las malteadas. Y por los helados.

Y hablando de... ¿En dónde quedó mi copa? ¿Se la llevó este chico?

– Ah... Entonces eres fan de Mercedes.

– ¿Am...? Soy una adicta al azúcar –confieso.

Ahora él se ríe. Tiene una abertura entre sus incisivos delanteros como Léa Seydoux, y una verruga cerca de su mentón como Nanny McPhee. Su pelo es una maraña de rizos encrespados. Trae puesto el uniforme Mercedes, pero sin la gorra llamativa de cono de helado. Y su estatura es de metro y medio. Es más bajito que yo.

– ¿Trabajas aquí? –le pregunto.

Mira el uniforme con recelo, y una mueca de <<¡Qué vergüenza!>>, mientras se ríe. Descubro que tiene una risa agradable. Muy sencilla, pero también muy graciosa.

– No. Soy un loquito. Me escapé del manicomio, entre por la puerta del baño, noquee a un empleado y robé el uniforme.

– ¿En serio?

– Sí. Soy peligroso –dice, mostrando sus incisivos delanteros como un vampiro. Y yo, vuelvo a reírme de sus bromas.

– Ah... Y el peligroso ¿tiene nombre?

Se ríe. Le gusta que le haya seguido el juego.
Extiende la mano y dice:

– Soy Rocket.

– Zoé.

Estrecho su mano, y compruebo que es delicada y callosa, justo lo que me imaginé de un muchacho así.

– Vaya, qué bonito nombre. Significa qué, ¿vida en...?

– Griego –termino de decir–. Sí, así es.

– Pues encantado.

– Igual.

Me recojo los flequillos, y junto las manos por encima de la mesa.

– No te había visto por aquí. ¿Eres nuevo?

– Mmjj –dijo, al asentir con su cabeza–. Acabo de llegar. Vine a visitar a mi primo, bueno, a mi medio primo; porque la media hermana de mi madre es mi tía-media. Y ella y su hijo acaban de llegar de Nueva York.

– Ah...

Vaya enredo familiar.

– ¿Y a qué escuela?

– Él y yo empezamos hoy. Pero, como tuve que trabajar, por eso no pude ir el primer día.

– Mm... ¿Y él?, me refiero a tu primo –aclaro.

– Ah, bueno, a él nunca le ha gustado la escuela. Dice que entre más sabe uno, menos preparado está para el mundo.

– ¿En serio?

¿<<De verdad hay gente que piensa así>>?

– Ajá –dijo, y vuelve a asentir. Me doy cuenta de que es un tic nervioso–. Pero es buen chavo. O... ¿buen chico? –se ríe y pide disculpas–. Perdona, es que no sé cómo los llaman ustedes.

Chavo, está bien.

– Ah, menos mal –finge limpiar el sudor de su frente, haciendo un ruido extraño con la boca.

Me rio por enésima vez a su lado. Es curioso, no lo conozco de nada, y ha conseguido que me ría más veces de las que puedo contar.

– ¡Rocket! –lo llama su jefe con extrema seriedad–. ¿Te di un descanso?

– Am, no.

– No era una pregunta.

– Ah, ¿entonces por qué la hizo?

Amenazo con echarme a reír.

Bob le lanza una mirada de advertencia, seguida de un levantamiento de su dedo índice que podría interpretarse como: <<Cuidado con lo que dices>>. Ante esto, Rocket se queda callado.

– Saca la basura, niño –le ordena.

– Sí, señor, eso haré –responde, como si estuviera en la militarizada.

– Más te vale. Y deja de coquetear con mis clientas –le advierte.

La mirada asesina de Bob, cambia al mirarme. Él ya me conoce, a mí y a Aidan; somos sus mejores clientes. Me sonríe amistosamente mientras se retira. Siempre asemejé su sonrisa con la de Kevin, el de la serie The Office.

Rocket se voltea, y me sonríe como si ya fuera su mejor amiga, antes de retirarse y abrir la puertecita que conecta con la barra.

Lo oigo llamarme entre murmullos.

– Pssst Pssst...

Lo veo.

– ¡Daré una fiesta en casa de mi tía esta noche! ¿Quieres venir? –pregunta, pero yo, no pienso demasiado las cosas.

– De querer sí, pero ¿de poder...?

– ¡Te paso la dirección! –grita, en un susurro.
Escribe en un papelito, y me lo avienta como si fuera un avión.

– Lo tengo –lo tomo antes de que toque el suelo.

– ¡Excelente! –grita, pero esta vez, no es discreto.

Me rio por enésima vez desde que lo conozco. Éste chico es divertido. Al igual que Oscar, Rocket también me hizo reír y hacerme pasar un buen rato en plena clase. Sólo que aquí fue en plena cafetería.

Bob le llama la atención, y prácticamente tiene que obligarlo a tirar la basura.

Y yo, vuelvo a reírme. Hasta se me olvidó lo que me estaba agobiando.

Equivocada Decisión ✔️ [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora