Zoé.
Camino por los pasillos. He guardado la nota en mi bolsillo derecho, porque la otra se oculta en el izquierdo. Aún no me creo que tenga dos números a mi merced, y de dos chicos igual de atractivos.
Llego al baño de niñas. Necesito lavarme las manos. En clase nos tocó experimentar con plantas y unos químicos que me picaron los ojos y la nariz. Ya en el primer día y nos pusieron con guantes y batas de Químicos. Fantástico. Abro la llave, me lavo las manos, y la chica que está a mi derecha se gira y, pecaminosa, me mira las piernas. No le llamo la atención y tampoco me incómodo, solamente termino de lavarme las manos. La inspecciono sin que se dé cuenta. Tiene las puntas del pelo pintadas de un tono morado, y el perfil aplastado de una caricatura. Es guapa. Me sonrojo cuando su sonrisa me encuentra a través del espejo, y, me guiña un ojo. Lo hace con confianza, como si no temiera la reacción de una extraña. Toma la toalla de papel, y se seca las manos. Se despide con una sonrisa pícara; y yo, me quedo en blanco.
¿Am..., okey? ¿Qué ha sido eso? Había recibido miradas antes, pero nunca de una chica. Además, era guapa. Pero ¿qué hago yo fijándome en si está guapa o no? Ni idea. Para empezar, no sabía que resultara atractiva... en esa forma, y menos para una chica. Ja. Una parte de mí siente un poco de vergüenza; pero la otra parte (pequeñísima), siente un subidón de autoestima.
Me echo el agua en la cara, especialmente debajo de los ojos. Qué bueno que no me puse delineador. Mi celular vibra encima del lavabo, por enésima vez el día de hoy. Es Aidan. Lo tomo, sopesando si responder o no a lo que sea que quiera decirme o terminar de discutir conmigo.
No quiero hablar con él. No quiero leer sus disculpas. Creo que no quiero nada de nadie ahora.
Al final rechazo la llamada. Me seco las manos. Tomo otro rollo de papel, me seco debajo de los ojos y parte del mentón. Vuelven a llamarme. Otra vez Aidan. Lo ignoro. Y una vez, y otra vez y otra más. Miro el aparato y pongo el modo avión. A ver si así comprende que no quiero hablar. Ahora le conviene apartarse de mí; lo que es gracioso porque él siempre me dice lo mismo cuando no quiere estar cerca de mí. Y yo, cómo no, quería más y más. Siempre molestándolo con mi presencia.
Oh, vaya... Esto es karma. Bueno, si estoy recibiendo alguna especie de castigo por haberme acostado con mi mejor amigo, el único sujeto que me ayudó a sobrevivir la primaria y parte de la secundaria, entonces está bien. Acepto el castigo porque valió la pena. Valió cada centímetro de ella. No me arrepiento. La mañana, tarde y noche de ese día fueron perfectas; en todo su esplendor.
No me importa lo que piensen.
(Esa mañana)
Hace 3 meses...Me levanto. Me baño. Me visto y arreglo. Bueno, lo que puedo considerando que mi pelo es un nido de pájaros. Me pongo las gafas, y cepillo los dientes. Tomo la mochila, y salgo de mi cuarto. Mi madre me espera en la barra de la cocina. Tiene una taza de café en las manos, y un listón morado sostiene su bata mañanera. Va despeinada, ella y yo compartimos el mismo estilo por las mañanas. El problema es que éste es mi estilo habitual, el de ella nace porque hoy no piensa arreglarse.
– Buenos días, Z.A.
– Buen día –me siento a su lado, y degusto el pan francés.
– ¿Vas a salir? –pregunta, al dar un sorbo a su café.
– Sí, he quedado con Aidan. Como hoy es su último día aquí, me dijo que quería pasarlo conmigo.
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Equivocada Decisión ✔️ [Parte 1]
Teen FictionAidan y Zoé son mejores amigos desde el primer grado. Hacen todo juntos: estudian juntos, bailan juntos, comen juntos, lloran, discuten, se acuestan... ¡UPS! Bueno, sólo pasó una vez, y fue unos meses antes de que Zoé conociera a... Jake; pero no el...