Capítulo 19

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Zoé.

Camino por un vecindario que conozco bien. Muy bien. Hace tiempo que no venía por aquí. Y no tenía planeado hacerlo con todo lo que pasó con Aidan; pero la verdad, es que lo extraño. Y mucho. Ésta es la primera vez que pasamos tanto tiempo separados. Suena estúpido, ya lo sé, considerando que se fue tres meses a Ibiza, y prácticamente me mantuvo en visto todo ese tiempo; pero éstas últimas horas, son eternas. Es más, siento que no lo he visto en años.

No estoy acostumbrada a estar sola. Y todo por culpa de Aidan. Cuando me puse a recordar nuestros mejores momentos juntos, como los mejores amigos, el sentimiento de culpa por mantenerlo alejado y no enfrentarlo cara a cara, como solemos hacer cuando uno de los dos se enfada con el otro, puede más que la rabia o el orgullo de seguir distanciada de él. Y es que, por un lado lo quiero; pero por el otro, no sabría qué decir.

Y cuando quieres a alguien: sufres, no sólo te apendejas, si no que también lloras, gritas, pataleas, vives y dejas de hacer locuras, porque sin esa persona, sin su presencia o su extraño sentido del humor, esas pequeñas cosas dejan de ser habituales o importantes para ti; y te das cuenta de que a tu vida le faltaba algo sin que te dieras cuenta. Y ahora, me hacía falta mi mejor amigo. Y me estaba cansando de dejar de vivir por culpa de Aidan.

Reviso mi celular y descubro que son las once. A esta hora, mi madre debe de estar enterada de mi osado escape. El por qué no me ha llamado es lo que me preocupa. Eso significa que está esperando a que regrese para echarme la bronca.

Me lleva...

Empiezo por escribirle un mensaje, pero lo elimino cuando, me encuentro frente a frente con la casa de Aidan. Sin querer, mis pies me han traído hasta aquí.

<<Ay, no.>>

Estoy a punto de irme cuando... el chofer estaciona la camioneta de la familia frente a la entrada de la casa.

<<Ay, no.>>

Una niña con flequillo de cortina baja de ella. Sé que lo voy repitiendo como unas mil veces pero... <<Ay, no>>. En cuanto me ve, sus ojos se iluminan, y sus mejillas enrojecen con una sonrisa de oreja a oreja plasmada en el rostro.

– ¡Zoé! ¡Saliste antes de la escuela! –tira la mochila al césped, y corre veloz como un rayo a abrazarme.

Es Rachel, la hermanita de Aidan. Me alegro al instante, y el ánimo sube como un martillo de feria. Extiendo mis brazos, y los mantengo abiertos mientras me quedo de pie al contemplar al pequeño remolino de alegría venir hacia mí. Rachel salta como un gato, y yo, acorto la distancia que nos separa poniéndome en cuclillas. Sus bracitos rodean mi cuello, y lo estruja como si fuera una boa. Hay algo en su manera de abrazar: me reconforta; cuando lo pienso, una parte de Aidan también me abraza.

– Te extrañé –susurra en mi oído.

– Y yo, linda.

Se separa de mí e inspecciono su cara. Sigue siendo Rachel, excepto por los dientes, cuando me sonríe, sus incisivos centrales son los de un conejo: grandes y ufanos. Sus caninos están separados de sus laterales, y son más grandes que sus colmillos. No le gustan los brackets, en eso se parece a mí. Aunque, quizá deba ponérselos; los niños pueden ser muy crueles.

– Qué bonita –me dice, al tocar mi pelo y enredar un mechón entre sus dedos.

– Aw, gracias, linda –me sonrojo.

Aunque, me sorprende que me haya reconocido con este cambio radical de imagen. Pero, ahora que lo pienso, Aidan también me reconoció, y eso que él no necesitó hablarme o preguntarme quién era, sólo lo supo. Él y Rachel comparten el mismo sentido intuitivo.

Equivocada Decisión ✔️ [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora