Capítulo 9

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Zoé.

<<Mejores amigos hasta que cumplamos sesenta años>>, es una promesa que jamás olvidaré.

– Voy a ser su maestra de Cálculo avanzado hasta que alguno de ustedes se atreva a dejar mi curso –dijo, al ser más obstinada de lo que pensé, cuando se arremanga la camisa.

Los cuchicheos en el salón comienzan poco después de que se dé la vuelta y continúe escribiendo el temario en la pizarra. Es directa, y su porte me apacigua futuras emociones. Me cae bien.

Deja el gis con ávida determinación sobre el escritorio, e instintivamente nos quedamos quietos. Se voltea hacia nosotros, una vez que sus manos se posan detrás de su espalda. Su pose me recuerda a mi madre.

– ¿Alguna pregunta? ¿No? Pues entonces calladitos todos, que así se ven más bonitos. –Dicho esto, vuelve a concentrarse en el temario.

Mi cuello gira como si tuviera un resorte, me apoyo contra el respaldo de la silla para tener una mejor visión de Aidan. Quiero contarle que Moonrise es el apellido del destino. Mi sonrisa se desvanece, cuando lo noto concentrado en todo menos en la clase.

Denoto que está dibujando un pececillo; está atascado en unas algas, peleando por sobrevivir, ahogándose mientras las olas amenazan con retirarse de su espacio para abandonarlo; y algo en mí me dice que puede que él se sienta igual. Él es un pececillo. Recuerdo que un día, antes de que se fuera a Ibiza, me dijo que a veces tiene la impresión de que es una marioneta que no encuentra los hilos que sujetan sus muñecas. Pero, ¿no sería al revés? ¿No debería alegrarse de ser libre? Pero él siempre me responde con lo mismo: <<No quiero que ocurra un accidente>>; y yo, aún no entiendo el significado de esas palabras.

¿Qué le ocurre a Aidan? Nunca se había perdido ningún detalle de la primera clase; porque según él: "Las primeras dos horas son cruciales". Me gustaría poder preguntarle abiertamente qué ocurre, y por qué prefirió no hablarme hasta que estuvo a punto de estropearlo todo con su estúpida actitud; pero, ya sé cómo terminaría esa conversación. Me sé de memoria lo que hace cuando se siente amenazado, porque ya me ha dicho que la <<charla casual>> no va con él. Siempre me lo ha dejado en claro cada vez que nos peleamos.
Con el tiempo he descubierto que lo mejor es esperar a que él venga a mí si se siente mal o triste. No es lo más sensato, pero funciona.
Bueno, así funcionamos.

Mis ojos vuelven a concentrarse en la profesora Moonrise, empiezo a escribir los puntos importantes que delatan una personalidad alegre, para no olvidar ningún detalle. Dicta el programa y lo anoto; nos da una pista de lo que vendrá en el examen final, y lo apunto; nos dice cuáles son los días que podría faltar porque tiene una hija recién nacida; y al final, nos da una hoja de cuaderno para escribir nuestros nombres.

– Bueno, cuando se apunten en la hoja, lo que harán será levantarse y decir su nombre. Quiero memorizar los rostros que podrían llegar a ser alguien en un futuro –dijo; se sienta en su escritorio.

Mientras una chica de piel morena con barros en la barbilla se presenta, y noto que la maestra le presta su mayor atención al degustar su café, un golpeteo de punta y goma de un lápiz, llama mi atención por detrás de mi asiento.

Me lo encuentro sumido en sus pensamientos. Creo que ni siquiera sabe que está machacando la punta del lápiz, mientras piensa en cómo salvar al pececillo de su irrecuperable hundimiento. Ser artista debe ser frustrante; aunque, según Aidan: <<Es el modo menos ortodoxo para lastimarse>>. "No te ayuda a vivir, pero sí te sirve para sobrevivir".

Giro mi cuello, antes de que me descubra viéndolo; no le gusta cuando observo sus pinturas, por alguna razón.

Memorizo los nombres y los rostros de mis futuros compañeros, y llegamos al final de la primera fila.

– Hola, soy Sam Parker. –Un chico de cabello castaño se levanta–. Y aún no sé qué quiero hacer con mi vida, pero me encantaría descubrirlo este año, al lado de mis futuros compañeros –dice, y por alguna razón, sus ojos se conectan con los míos. Desvío la vista inmediatamente hacia mis apuntes; eso es lo que hago cuando estoy a punto de convertirme en un tomate viviente.
– Muy bien, gracias Sam.

La sonrisa de Sam muestra dos bonitos hoyuelos.

Analizo al chico, sin que él lo note. Tiene el pelo engominado en un tono castaño. Trae puesta una sudadera con logotipo de la mascota de la escuela (probablemente aspira a convertirse en Kicker). Sus jeans son negros, y sus tenis son blancos y recién estrenados. Tiene un bonito perfil. Y unos ojos muy expresivos. Es guapo. No como Aidan, pero sí podría llamar la atención de algunas chicas.

Se sienta, y pasamos a la segunda fila.

Mientras espero a que llegue mi turno, me quito el esmalte azul marino como pasatiempo.

Equivocada Decisión ✔️ [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora