Capítulo 32

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Zoé.

– Esa era mi cerveza, imbécil –le espeta, furioso y atrabiliario.

Parece que se le va abalanzar de un segundo a otro al pobrecito... ¡ROCKET!, ¡mi amigo!

Mi instinto me llama, y mis piernas se mueven como por arte de magia. Ni me paro a pensar en la clase de enfrentamiento que tienen, o si es peligroso o no el sujeto que le grita a mis amigos. Ni me paro a pensar en Oscar, o en lo que estuve a punto de hacer. En lo único que pienso es en Rocket y en Kate, y en la que está a punto de armarse por un claro accidente.

– Lo... Lo siento –tartamudea. Se encoge por el miedo, y le cuesta trabajo mirarlo a los ojos. Está temblando.

– ¿Qué dijiste? –brama, escupe las palabras en su oído como si fuera su dueño.

– Nada.

– Así es, eso es correcto, no te dije que hablaras.

No, corrección, se cree su dueño.

Me entierro las uñas en las palmas de las manos. Me mantengo a dos metros de ellos. Estoy detrás de Kate, quien tal como se ve, está a nada de sufrir un ataque de cólera por presenciar a ese tipo tratando a su novio como sirviente.

– Te traeré otra. –Intenta llegar a un acuerdo, pero ese indeseado no se la pone fácil.

– ¡Obvio! –ruge como si se sintiera con el derecho de tratarlo como a su puerquito.

Kate está al límite. Oscar, del que me he dado cuenta que me ha seguido, está a mi lado con una expresión igual de ponzoñosa que la mía, pero sin la intención de sufrir una embolia de tanto coraje aguantado como Kate.

– Ahora mismo te la traigo –dice sometiéndose ante sus desprecios.

– No veo que te muevas –brama.

El tipo sin camiseta y chaqueta de cuero es altísimo, tiene el pelo alborotado, y las puntas de éste pintadas en tonos de nieve. Parece una mofeta. Y es asqueroso.

– Maldito, musulman –masculla, y Kate, explota.

Envalentonada, encara al tipejo que no conoce el concepto de humanidad.

– Oye, ¿quién te has creído? Ofrécele una disculpa a mi novio ahora mismo, o te juro que te rompo la cara con mis propias uñas –lo amenaza. Me siento orgullosa de Kate.

El tipo que parece Cruella Devil, estalla en sonoras y burlescas carcajadas que maldicen los oídos de Kate.

– ¿Qué?, ¿hablabas en serio? –pregunta, y vuelve a reírse en su cara.

Se me sube la bilis sólo de escuchar sus risitas malcriadas.

– Cielos ¿en serio te crees valiente, muñeca? –dijo, y a Kate, se le borra la osada mirada–. Dios, que tonta eres.

Y los lemúridos de atrás lo alaban; y veneran lo que acaba de salir de su trompa.

– Eso explica porqué te juntas con este enano de mierda –dice, y la bulla grita a su favor; se burlan de mis amigos–. Son tal para cual. La mierda se atrae.

El puño de Rocket vuela a la mandíbula del sujeto. Kate ahoga un grito. A Oscar se le salen los ojos de las órbitas. Y yo, creo que no había estado tan cerca de una pelea como ahora.

La mofeta ni se inmuta cuando termina de asimilar el golpe. No le ha hecho daño alguno. La bulla (amigos) de atrás hacen la típica mueca sorpresiva borracha, y le sugieren a mi amigo que corra lo antes posible si quiere conservar los dedos de las manos.

Ay, Cristo.

De un solo golpe, y usando la frente, lo deja noqueado. Kate y Oscar salen en su auxilio. Un gordo se interpone entre ellos, y empuja a mi amigo por los hombros. A Kate sólo la retienen mientras le grita a la mofeta que lo deje en paz.

– Por favor –le suplica, y para la tortura.

Rocket está en el suelo, le sangra la nariz, y sus dientes han adquirido un tono rojizo. Kate corre hacia él, y lo abraza como si no hubiera un mañana. Oscar se levanta, y encara al pelón que lo empujó. El gordo intenta humillarlo, manteniendo una sonrisa burlona en los labios. A Kate se le cristalizan los ojos, enrojece de ira y vergüenza, cuando se da cuenta de que el imberbe la ha humillado a ella y a su novio.

– Eres un...

– Ey, cuidado con lo que dices, muñeca –le advierte el gordo, y el tipejo sonríe.

Se dan la vuelta, y beben directamente del barril. El asno se quita la chaqueta de cuero, y brinda por Dios sabe qué, ignorando por completo la escena del crimen.

Son unos hijos de...

Oscar le ayuda a Kate a levantar a Rocket, e inmediatamente, revisan su nariz. Parece que no se la rompió, pero eso no significa que no le haya dolido.

Ambos amenazan con salir corriendo, pero –e impulsada por una fuerza que desconozco–, los detengo.

– ¿Qué haces? –me pregunta ella, y sorbe su nariz.

La miro, y le sonrío como Rocket hizo conmigo cuando me infundió ánimos. Oscar se acerca a nosotras, y nos pone una mano a cada una sobre el hombro; creo que él sabe lo que planeo hacerle a ese ignorante. Rocket limpia las lágrimas de su novia, y, ésta apoya su mejilla en la palma de su mano con una sonrisa de niña tierna.

– Lo siento mucho, cariño –le dice, y en sus ojos veo arrepentimiento.

– Quiero irme –dijo, con la voz quebrada y las pestañas mojadas.

Veo al tipejo que acaba de insultarla, y de agredir físicamente a mi amigo. Es un Neanderthal. Es un asqueroso gorila a quien ni siquiera le daría la mano. No he mediado palabra con él, y ya lo odio.

– Irte no..., quedarte –le aconsejo.

– Pero...

– Tranquila –la callo como buena amiga–. Yo me encargo.

Asiente en silencio, pero no sabe de qué hablo. Veo al chico con pinta de Fuckboy, tomar una cerveza con un sujeto igual o más estúpido que él.

– No te vayas de aquí –le digo y guiño el ojo–. No querrás perderte esto.

– ¿Qué vas a hacer? –me pregunta Oscar, pero yo no respondo.

Camino con confianza y la frente en alto hacia él y sus amigos. Estoy decidida a partirle la cara a este maloliente. Pero tengo que ser inteligente, tengo que encontrar una manera de insultarlo sin que él lo note, o sepa lo que estoy haciendo.

Equivocada Decisión ✔️ [Parte 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora