Zoé.
Me cambio de ropa, encuentro una blusa roja de manga larga y una falda de látex del mismo color. Me enchino las pestañas y pinto los ojos. El maquillaje de mis ojos asemejan los de un venado. Un poco de rímel y colorete en las mejillas y estoy lista. Bueno, no, a mis labios les hace falta color. Tomo el lápiz labial, y pinto mis labios rojo carmesí. Bueno, no; siento que voy muy desnuda de las piernas. Como vamos a estar cerca de la playa, y ya casi es de noche, me pongo unas medias sencillas rojas.
Bien. Sólo me faltan los anillos y las pulseras. Tomo varias piedras de color esmeralda y turquesa, y las pongo en mis dedos y abrazo en mis muñecas. Un collar de esmeralda que combina con el color de mis ojos es lo que adorna mi cuello.
Me pongo los botines de tacón, y estoy lista para salir. Una capa más de lápiz labial no me hará daño. Mis labios de por sí son demasiado grandes, y con esto parece que he pasado la última media hora chupando un Red Rock, pero no me importa, esta noche quiero verme despampanante.
Me inspecciono en el espejo antes de salir, y me echo un poco de perfume. Huelo a vainilla. Me acomodo el pelo, y lo amarro en una elegante coleta de caballo. Sí, esa costumbre de adornar mi pelo con ligas y pasadores no se me ha quitado.
Vuelvo a verme en el espejo de cuerpo completo, y descubro que mi apariencia es la de un ángel endemoniado. Estoy perfecta. Voy al armario, y busco mi abrigo.
Salgo de la habitación, y me despido de papá. Voy a la sala y encuentro a Chat, echado como de costumbre en el sofá, viendo esa tediosa película de policías. Lo saco al patio trasero, y marca el territorio. Entra, y vuelve a echarse en el mismo agujero que su cuerpo ha dejado con el pasar de los años.
Reviso la hora: casi las seis. Había hablado con antelación a mi madre, para que me diera permiso de salir. Como es el primer día, y terminé de estudiar a tiempo, me dejó salir sin poner queja alguna.
Todo está en su lugar cuando termino de ir y venir de una habitación a otra. A veces me pongo nerviosa cuando estoy sola.
Llaman a la puerta.
Debe ser Rocket, quedó en pasar por mí para irnos juntos a la fiesta. Cuando abro la puerta, con una sonrisa amistosa en los labios para recibir a mi amigo, no es a un chico bajito al que encuentro de pie en el umbral de la puerta, sino a un pelirrojo fatigado y bañando en sudor.
<<Aidan.>>
– ¿Aidan?, ¿qué haces aquí?
Alto. ¿Lo estaré imaginando? ¿Tanto me odia mi corazón?
Pero lo veo, y la realidad es idéntica a ésta. No es una alucinación. Todo en él es real, desde el alboroto de su respiración, hasta las gotas que descienden de su frente, y caen despreocupadas en mi tapete de bienvenida. Luce cansado, como si hubiese corrido los kilómetros de un maratón, o, de aquí a Nueva York. Está empapado en sudor, como si de la noche a la mañana le hubiera dado una terrible fiebre de cuarenta y cuatro grados.
Quizás, por eso no contesta mi pregunta, tal vez esté constipado. ¿Qué habrá pasado para ponerlo así?
– ¿Te encuentras bien? ¿Quieres un vaso con agua?
De la nada, su respiración se normaliza. Levanta ligeramente la vista, y me mira con incredulidad.
– ¿Bien? ¿Tú me ves bien? He estado llamándote todo el día porque estoy preocupado por ti. Creí que estabas agobiada con los estudios, por eso no querías contestar. Pero no –espeta–. Te encuentro untada en maquillaje, y lista para salir a sólo Dios sabe dónde y con quién –me acusa.
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Equivocada Decisión ✔️ [Parte 1]
Fiksi RemajaAidan y Zoé son mejores amigos desde el primer grado. Hacen todo juntos: estudian juntos, bailan juntos, comen juntos, lloran, discuten, se acuestan... ¡UPS! Bueno, sólo pasó una vez, y fue unos meses antes de que Zoé conociera a... Jake; pero no el...