Cap.1 "¿Prometes que siempre estarás para mi?".

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—¡Nita! Ven acá, por favor —gritó mi mamá desde la cocina. Su voz sonó amable pero sabía que era porque apenas me llamaba una vez.

—Voy —respondí de la misma forma que ella. Terminé de acomodar mis muñecas en la casa de madera pintada de rosa y me levanté satisfecha.

Mamá me había comprado unos muebles para mi casita. Había una cama, una mesa con sillas y un armario. Metí dentro de él toda la ropa que mamá había hecho pequeños retazos de tela sobrantes de alguna prenda.

El timbre había sonado hacia ya cinco minutos pero mamá se entretuvo saludando a quien sea que había llegado. Yo no era curiosa... bueno, si lo era, pero estaba demasiado absorta en mis juguetes por el momento.

—Ultima llamada Nita —repitió ella con la voz menos amable que antes y bufé tirando mi cabeza hacia atrás con fastidio.

Seguro era alguna otra amiga de la secundaria que me había visto cuando era bebé y diría "cuánto has crecido" y yo sonreiría con falsedad hasta que soltara mis cachetes.

Caminé por el pasillo hasta la sala y como lo predije, allí estaba. Mamá servía café parada cerca de la encimera. Una mujer que no conocía estaba sentada en una de las sillas y a su lado había un niño sentado.

La mujer tenía seguramente unos treinta y ocho años como mi mamá, tenía unos pantalones jeans y un sweater color beige. Cortaba un poco lo formal con unas zapatillas deportivas y una coleta desarreglada.

El niño a su lado me observó apenas entré en la sala. Tenía el cabello oscuro y ojos de la misma tonalidad, hasta parecían casi negros. Su piel un poco pálida hizo resaltar su cabello y no pude sentirme intimidada por la indiferencia de su rostro. A diferencia de su madre que esbozó una sonrisa gigante, el simplemente me observó en silencio.

—¡Oh por Dios, Nita! —exclamó la mujer al verme, tapándose la boca con las manos en un movimiento exagerado—. Cuanto has crecido —sonreí con la sonrisa falsa que sabia que utilizaría y desvíe la mirada a mi madre, porque no sabía que decir—. Supongo que no te acuerdas de Zarek —dijo ella.

El niño levantó un poco las cejas mirando la mesa frente a él, cómo si con ello dijera "¿cómo va a acordarse? Apenas sabía diferenciar colores".

—Tara, por favor —se rio mi mamá—. Tenía tres años la última vez que nos vimos. ¿Como podría recordar eso?

La mujer, Tara al parecer, sonrió mirándome.

—¿Cuantos años tienes ya? —preguntó interesada.

—Voy a cumplir diez el mes que viene —apenas se oyó mi voz pero ella se mordió el labio y negó con la cabeza.

—Cuanto tiempo ha pasado —dijo ella, volviendo su vista a mi madre, quien le servía café.

—Hija, saluda a Zarek, por favor.

Me obligué a no mirarlo, pero el lo hizo cuando mi mamá mencionó su nombre. Rígida y un poco dura, caminé hasta el.

—Hola —susurré con la garganta seca—, soy Nita —extendí mi mano hacia el.

El la observó y dudó unos segundos en estrecharla, pero entonces hizo algo que me sorprendió.

Sonrió, con todos y cada uno de sus dientes. Pero pude ver que le faltaba un colmillo y supe que sus dientes de leche se estaban cayendo como los míos. 

—Lo sé, yo si me acuerdo de ti —extendió su mano y la estrechó.

Le sonreí devuelta porque me consideraba una persona amigable. Aunque no tenía muchos amigos, los pocos eran fieles y me encantaba eso de ellos.

ZarekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora