Capítulo XXXIX.

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Saúl POV.

¿Qué se supone hace un chico de 23 años con tanto tiempo libre? 

Estamos a mediados del mes de octubre. Ya han transcurrido dos meses desde mi graduación, al fin he terminado por completo los estudios. Ya no tengo porqué despertar temprano, pero mi reloj biológico se niega a dejar la rutina. Así que, sigo despertando a las 6:30 de la mañana. Me despabilo y hago estiramientos por una media hora aproximadamente. A las 7:30 de la mañana, ya con la ropa deportiva puesta y una sudadera, porque afuera estamos a 12 grados celsius, salgo de casa a trotar o correr, según las ganas que tenga, por unas dos horas. 

Cuando finalizo de correr, descanso en un parque que está a 10 minutos de mi casa caminando. Algunos días hago flexiones y otros abdominales. Otros días, como hoy, simplemente estiro y camino con calma para regresar a casa.

Estoy caminando en los andadores de la Barranca de Barrilaco. Es un parque, al que considero como un pequeño tesoro perdido dentro de la ciudad. Es un terreno amplio, aproximadamente 3 kilómetros de longitud, de lleno de áreas verdes y la vegetación boscosa del lugar es, al menos a mí punto de vista, su mayor encanto. Es un pequeño bosque cerca de casa, en la que las personas pueden venir a ejercitarse o pasar un momento en familia.

Estoy por salir del parque cuando un perrito de color marrón, me comienza a ladrar. 

 — Me recuerdas tanto a Baxter — digo para mis adentros y sonrío al recordar al perro que fue mi paño de lágrimas por un tiempo en Bangkok. 

Me pongo de cuclillas para acariciar su cabeza y deja de ladrar.

— ¿Estás perdido? — le pregunto mientras levanta una de sus patas para intentar "tomar" mi mano. 

— Eres tan bonito — le digo como si pudiera entenderme y me mueve la cola.

Para ser un perro de la calle, algo muy raro en esta zona, se ve bien alimentado y cuidado, pero no puedo llevarlo a casa. 

De forma sorpresiva, el can de color marrón, da media vuelta y sale corriendo. Seguramente habrá escuchado alguna ardilla o algún ruido habrá llamado su atención. 

Con la vista, sigo la dirección del Can y veo que hay un chico en cuclillas dándole cariños. Supongo que es el dueño, pero debería ponerle un collar con una placa. Así que me acerco para darle mi consejo, aunque no me lo haya pedido para, que en caso de que se extravíe, puedan comunicarse con él si alguien lo encuentra.

El chico está usando una sudadera verde, así que seguramente sacó a sacar al can. No distingo bien su rostro, ya que lleva puesta la capucha de la sudadera. Por la posición en la que está, no puedo distinguir nada más que la sonrisa del chico.

Cuando estoy a unos 30 metros de él, le coloca el collar junto una correa al can y se pone de pie.

Me ve directamente con una gran sonrisa y sin darme cuenta detengo mi andar. 

Quedo completamente petrificado.

— ¡No mames! — exclamo en español segundos después de estar en shock y me cubro la boca con ambas manos — ¡No puede ser! — grito en inglés dejando salir toda la emoción que intentaba ocultar.

— ¡Hola! — me saluda el chico de la sudadera verde mientras ríe al verme estupefacto. — Baxter también quería saludar — sonríe.

— ¡Qué demonios? —exclamo con demasiada emoción. Estoy tan emocionado que unas cuantas lágrimas salen de mis ojos — ¿Cuándo? — alcanzo a preguntar.

— Hace dos días — dice con alegría — quería sorprender... 

Corro hacia él y salto para abrazarlo con fuerza, interrumpiendo su respuesta. Mientras envuelvo su cintura con mis piernas, inmediatamente y sin soltar la correa de Baxter, me sostiene por mis muslos. 

My Thai boyfriend, a superstar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora