Capítulo IX.

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Bright POV

— También tengo regalos para ti — dice Saúl acercándose al árbol y tomando una bolsa y una caja pequeña.

— Toma, esto es para ti.

Abro la bolsa y veo un perfume sin alcohol. Huele bastante bien, así que me pongo un poco en el cuello.

Regreso el perfume a la bolsa y abro la caja pequeña.

Me encuentro con una pulsera formadas por cuentas de jade oscuras. Tiene además, una cuenta de plata con la forma de la cabeza de un león, y éste lleva una corona puesta. Es una pulsera muy interesante y me gusta mucho. Sí, es un regalo que sólo él regalaría.

— Es preciosa —digo mientras admiro la pulsera — muchas gracias Saúl.

Mi inquilino me muestra una de sus mejores sonrisas y me ayuda a colocarme la pulsera en mi muñeca izquierda.

He notado que a Saúl no le molestan las muestras físicas de agradecimiento, así que cuando termina de colocar la pulsera, lo jalo hacia mí y lo abrazo fuertemente.

No dice nada pero sí responde el abrazo.

Tomamos unos cuántos regalos para subirlos a mi camioneta y nos ponemos en camino a casa de mi mamá.

Como siempre, llegamos antes de lo esperado. Aparco y nos dirigimos a la puerta.

— ¡Hola, mi amor! — exclama mi mamá abriendo la puerta y posteriormente me abraza con fuerza.

— ¡Hola, mamá! — respondo su abrazo y nos quedamos así un buen rato.

Si bien la relación con mi mamá es muy buena, hemos tomado cierta distancia desde que me independicé. La visito una o dos veces a la semana y cuando no voy a verla, trato de mantener siempre el contacto con ella, para que no sienta que la abandono o me olvido de ella, cosa que jamás haría. Le debo todo lo que tengo. Se divorció de mi padre cuando yo aún era un bebé, y desde entonces, ella fue la que me sacó adelante, completamente sola. Vendió muchas de sus cosas mientras encontraba un trabajo estable. Cuando al fin lo encontró, comenzó a ahorrar. Inclusive, llegó a tener más de dos trabajos. Siempre dio todo de ella para darme lo mejor. Conforme fui creciendo, mis gastos también lo hicieron. Yo quería dejar los estudios para poder ayudarle con los gastos de la casa, pero nunca me lo permitió. Me obligó a seguir estudiando, pero nunca se enteró que conseguí un trabajo vendiendo dulces en el mercado de pulgas, y si bien no ganaba mucho dinero, sí me permitía pagar materiales de la escuela, los uniformes y mi transporte. A los 12 años le dije que quería ser cantante, y ella como buena madre, me apoyó metiéndome, como pudo, a una academia de canto dónde no solo aprendí a cantar, sino que también aprendí a tocar varios instrumentos, entre ellos la guitarra. Mi favorito. Para poder pagar la academia, mi mamá tuvo que vender su joyería, quedándose nada más con el anillo de mi abuela. Fue lo único que no vendió. Cuando se me presentó la oportunidad de entrar al mundo del entretenimiento, la aproveché lo más que pude. Me prometí que, desde entonces, iba a dar todo mi esfuerzo porque era lo menos que mi madre merecía. Merecía todo, por todos los sacrificios que hizo para poder criarme. Siempre me enseñó que debía tener los pies sobre la tierra. Cuando aún estaba en los inicios de mi carrera, me decía: cuando llegues a la cima, recuerda ver siempre hacia abajo para que nunca olvides de donde vienes y todo lo que te ha costado llegar hasta ahí. Eso te ayudará mucho. Y aunque no lo parezca, siempre aplico las enseñanzas de mi mamá.

Cuando el éxito comenzó a llegar a mi vida, no podía dejarla así sin más. Mi economía comenzó a crecer rápidamente y de todo lo que ganaba, le daba la mitad a mi mamá. Hasta el día de hoy, no está de acuerdo con eso, aún piensa que el 50% es mucho para ella, pero yo pienso que merece incluso más.

My Thai boyfriend, a superstar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora