Primer año 2

163 13 1
                                    

Estaba entretenida mirando por la venta cuando escuche tres toques en el exterior de la puerta del compartimente. Antes de que pudiese dar paso, se asomaron dos cabezas. Un chico castaño de cara redonda y gorda, junto a una chica con el pelo muy alborotado de color castaño claro y unos dientes de un tamaño considerablemente más grande de lo que debería. 

- Perdón por molestarte. – habló la chica dando un paso hacia el interior del compartimento. - ¿Has visto un sapo? – mi rostro cambió a uno de desconcierto. – Se llama Trevor, es de Neville, y como es evidente, lo ha perdido.

Pase mi mirada a ella y luego al chico, que estaba cabizbajo y jugaba inquieta con sus dedos, y después de nuevo a la chica, que mantenía su cabeza alta y hablaba con cierta superioridad, que a juzgar por su aspecto, no podía permitirse.

- No, no lo visto. – respondí.

- Oh, bueno, gracias. - respondió la castaña. – Si lo ves, avísanos.

- ¡Esperad! – me levanté de un salto del asiento. – Iré con vosotros a buscarlo, cuantos más seamos más posibilidades tenemos de encontrarlo, ¿no es así? 

- Genial. – exclamó emocionada. – Por cierto, soy Hermione Granger. – extendió su mano hacia mí y yo imité su gesto.

- Alya Black. – dije con una pequeña sonrisa.

En cuanto mencioné mi nombre, o más bien mi apellido, el rostro del chico decayó por completo.

- ¿Black? – preguntó incrédulo. ¿Quién es tu padre?

- Regulus Black. – respondí segura. - ¿Algún problema?

Mi tía siempre me había advertido sobre esa pregunta, había estado preparando esta respuesta con ella. Nadie que no fuese de mi familia cercana, lo que quiere decir, Draco, Narcissa y Lucius, sabía la verdadera identidad de mi madre, incluso mi tío se las había apañado para que en todos mis certificados saliese el nombre de Regulus como mi padre y un espacio en blanco en el de mi madre. Supongo que es mejor que el mundo piense que un mortífago que murió joven es mi padre en vez de la mejor y más radical seguidora del Señor Tenebroso.

- No, por supuesto que no. – me sonrió de vuelta. – Yo soy Neville Longbottom. 

- ¿Le tienes mucho apreció a Trevor? – pregunté intentando sacar algo de conversación.

- Me lo regaló mi tío abuelo. – respondió. – Fue le día que descubrieron que no era un squib. -lo miré algo sorprendida. – Mi familia pensaba que no tenía magia porque nunca había mostrado indicios de poseerla, no fue hasta los ocho años que salió magia de mí. Ese fue le día que me regalaron a Trevor.

- No puedo imaginar nada peor que ser un squib. – dije con desagrado. – Pertenecer al mundo mágico, pero no tener magia, preferiría vivir en la ignorancia y ser un muggle.

Seguimos buscando por todos los rincones que veíamos, hasta que vimos un compartimento del que salía mucho ruido. Agarré la mano de Neville y caminé hasta este tirando de él.

- Miremos aquí. – toqué la puerta y acto seguido abrí.

Dentro había un chico de tez oscura, dos chicas con el mismo tono de piel que el anterior y dos chicos completamente idénticos, su cabello era pelirrojo, tenían el rostro lleno de pecas y ojos azules. Los cuatro habían dejado su conversación para mirarnos.

- Hola, ¿habéis visto un sapo? – pregunté directa.

- No, por aquí no hemos visto ningún sapo. – contestaron a la vez los dos chicos, que obviamente, eran gemelos.

- Si lo veis cogedlo, es de Neville. – señalé al chico de mi lado antes de cerrar la puerta.

Me despedí de mi nuevo amigo y fui de vuelta a mi compartimento. Al llegar Draco, Crabbe y Goyle estaban charlando animadamente.

- ¿Dónde estabas? – cuestionó mi primo nada más verle.

- Dando una vuelta. – levanté los hombros. - ¿Conseguiste conocer a Potter?

No me apetecía contestar todas las preguntas que me haría mi primo si le decía que había estado con otros dos estudiantes. Gracias a mis tíos conocía a muchos hijos de sangres pura, y a esos dos no los había visto nunca, por lo que o eran traidores de la sangre o sangres sucias. 

- Si, pero fue una pérdida de tiempo. – respondió serio. – Resulta que es un completo idiota, es aquel chico que vimos en la de túnicas. – asentí recordando el rostro del chico. – Ha preferido quedarse con ese asqueroso Weasley en vez de venir con nosotros, no sabe con quien se mete. – dijo entre dientes.

Recordé todas las veces que mi tío había mencionado a los Weasley, siempre hablaba con el mismo desprecio con el que ahora lo estaba haciendo Draco.

Mi primo y sus amigos volvieron a la conversación de antes de que yo llegará. Por mi parte, me senté al lado del rubio y apoyé mi frente en la ventana del tren. Recordé como se me erizó la piel cuando aquel chico de lentes, que ahora sabía que era Harry Potter, entró en la tienda.

Sentí el tren parar y ante mis ojos apareció el gran castillo de Hogwarts. Al salir del tren tuvimos que andar hasta unas barcas que nos llevarían a través del lago Negro.

Nada más llegar al castillo, nos llevaron al Gran Comedor, mire asombrada el lugar y las grandes mesas de cada casa mientras caminaba al lado de mi primo.

La ceremonia de asignación inició y con ella la vuelta de mis dudas, todos mis familiares, a excepción de un primo de mi tía habían acabado en Slytherin, y yo no esperaba ser menos, no podía quedar en otra casa.

- Black, Alya. – escuché la voz de la profesora Mcgonagall, levanté el rostro y mire la silla y el sombrero, no comencé a andar hasta que mi primo me dio un codazo.

Caminé hasta el sombrero bajo la atenta mirada de todos, en especial la del director Dumbledore, aunque sentía simpatía en ella. Mi tío siempre decía que Dumbledore era lo peor que le había pasado jamás a Hogwarts, pero tampoco es que le hiciese mucho caso a lo que decía.

Tomé asiento en la silla y esperé a que me pusiesen el sombrero, mire a mi izquierda encontrándome con la mirada de Draco, quién me sonrió como si supiese que estaba de los nervios. Detrás suya estaban Hermione y Neville, que ya tenía a Trevor en sus brazos.

- Bueno, ¿qué tenemos aquí? – escuché la voz del sombrero en mi cabeza. – Hace mucho que no pasaba un Black por aquí, ¿seguirás la tradición familiar o serás como Sirius?

- No, por favor. – pensé. – Soy una Slytherin, no hay otra opción.

- Eso no te va a servir para nada, irás a la casa que tengas que ir a parar, lo desees o no. – el sombrero seleccionador se burló. – De todas formas, estoy seguro de que no perteneces a Hufflepuff, ni mucho menos perteneces a Gryffindor. El verdadero dilema es, ¿Ravenclaw o Slytherin? – se quedó en silencio por unos instantes. – Ya está, no tengo dudas.

¡SLYTHERIN! 

SerpienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora