CAP. 17. GARDENIA

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Fue como ese sueño extendido del que jamás quieres despertar, del que continúas aún con los ojos abiertos y imaginas un final perfecto en el que siempre serás feliz. En lo mejor de ese sueño, en la fantasía más profunda donde un sol abrasador me observaba y unos brazos firmes acariciaban mi piel desnuda haciéndome temblar, miles de flores preciosas y manjares deliciosos a mi alrededor dispuestas a ganar mi completa atención, y esos ojos verdes llevándose toda mi tristeza e incomodidad y besándome con felicidad y orgullo. 

Una suave caricia me evadió de la fantasía, me llevó al éxtasis haciéndome suspirar, provocó escalofríos en mi cuerpo y un placer imaginativo que jamás había experimentado. 

Entonces desperté lentamente, una suave y cálida risa a mi alrededor y mi corazón latiendo con fuerza mientras mis ojos se paseaban por la habitación hasta acabar en él. 

—¿Harry?— Pregunté como pude cuando esa suave caricia se volvió a repetir. 

Agarré su mano parando sus movimientos, la preciosa gardenia blanca delante de mis ojos y una sonrisa amenazando con dibujarse en mis labios. 

Harry me observaba, su cabeza siendo sujetada por su mano, la pequeña flor pasando por mis mejillas y sus ojos fijos en mi rostro cansado. 

—¿Una gardenia? 

—¿Sabes lo que significa? 

Respiré entrecortadamente agarrando la flor de sus manos, girandome para observarlo mejor y taparme un poco más con las cálidas mantas. 

—Cuando iba al colegio estudié el significado de las flores. 

—Entonces no hace falta que te lo explique, ¿O sí? 

—Es… Un amor secreto ¿No? 

Harry sonrió mirando mi rostro por completo, tragado fuerte y sin ser consciente de cómo el brillo de sus ojos aumentaba descomunalmente ante mí. 

—Sí, además de pureza, sinceridad y admiración. 

Acaricié su nuca sin retener mi sonrisa, desviando la atención hasta la flor y absorbiendo su hermoso aroma hasta enloquecer. 

—¿Has traído tantas como la semana pasada con las margaritas o por fin te has dado cuenta de que fue una locura? 

Harry soltó una carcajada besando la palma de mi mano, subiendo encima de mi cuerpo y acercándose para rozar mi nariz con la suya en un beso esquimal. 

—Nunca será una locura si se trata de tí, pequeño, pero esta vez me he decidido por algo más simple. 

—Eso está bien, me gusta mucho, gracias Harry. 

Mi corazón comenzó a latir con fuerza sin motivo, solamente su cuerpo sobre el mío y sus ojos verdes fijos en los míos creando la combinación perfecta, un silencio cómodo que algunas veces se agradecía y su amor siendo expresado por todas las fibras que lo componían. 

Dejó un suave beso en mi mejilla y mi piel aceptó eso mandando un escalofrío que me provocó incluso encoger los dedos de mis pies, él sonriendo mientras pasaba su nariz por el hueco de mi cuello, mi mano dejando la gardenia en la mesita de noche a mi lado. 

—Harry… ¿Tienes que ir a trabajar? 

Cuando sus labios absorbieron la piel de mi clavícula y sus dientes se rozaron con éstas, de mis labios salió un suspiro que fue suficiente para alejarlo, mirar mis ojos aún con ese toque pícaro y dominante que me podía hacer temblar si quería. 

—¿Quieres que me vaya ya? 

Mi mano se pasó por su pelo suelto, enredándose en él y haciéndolo respirar con más pesadez mientras mi otra mano se colaba debajo de su camisa y absorbía el calor que desprendía su piel. 

Última Respiración || Larry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora