CAP. 29. UNA CARTA DE ÉL

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Fue como un dolor tan grande que me olvidé de todo lo demás. Me escondí en mis emociones y viví en una cueva alejada del resto de los mortales con sentimientos. Ni el propio Corey pudo ayudarme a salir de eso, por mucho que se pasara tardes enteras a mi lado y durmiera acurrucado a mi cuerpo porque tenía miedo de que me fuera para siempre de su lado, suerte suya que pudo dormir algo, algunos días incluso olvidando el comer hasta que Lottie venía a traerme a la habitación alimentos que alguna vez me gustaron. 

Fue en la segunda semana de ese encuentro con Liam en el teatro que decidí salir de mi habitación, bajando al primer piso y recibiendo de inmediato un abrazo consolador de Corey, besando mis mejillas con velocidad mientras yo lo abrazaba cargándolo. 

Mi hermana caminó hacia mí levantándose del sofá, sonriendo y besando mis mejillas de igual manera, mi mano abrazando su cadera y las dos únicas personas a las que podía llamar familia ahora mostrándome el amor verdadero que alguna vez juré tener. 

El anillo ahora reposaba sobre mi mesita de noche, tomando la decisión al fin de quitarlo de mis dedos por el bien de mi salud mental, sintiéndome vacío sin él, tal vez incluso desnudo, pero borrando de mi mente las ideas de volver a ponerlo de nuevo sobre mis manos. 

—Tienes mejor aspecto. Ven, tomaremos un té juntos ¿Quieres? 

—No tengo hambre Lottie, pero gracias… 

—Tienes que comer Lou, aunque sea un poco, llevas sin hacerlo desde ayer. 

Dejé a Corey en el suelo sin evitar un suspiro, pasando la mano por mi pelo y asintiendo al fin para ver la emoción en el rostro de Charlotte, corriendo hacia la cocina para prepararme algo. 

La seguí a paso lento, viendo como sacaba todo lo necesario de los cajones y me preparaba cosas que no recordaba haber comido jamás. 

La puerta de la entrada se abrió y yo me asomé para comprobar quién era cuando Niall entró con una sonrisa, ésta haciéndose más grande cuando me vio a mi parado delante suyo. 

—¡Tommi! Que bien que ya te hayas levantado, te hemos echado de menos. 

Apreté mis labios intentando dibujar una sonrisa en ellos, fallando en el intento pero correspondiendo a su abrazo cuando se acercó a mí, acercándose después a Corey, seguido de Lottie, a la que dejó un rápido beso en sus labios que me demostró que, efectivamente, me había perdido demasiadas cosas en esas semanas. 

Aunque si decía la verdad, no importaba absolutamente nada, todo lo que me dijeran sería como una información pasajera. No había absolutamente nada que consiguiera llamar mi atención y estaba comenzando a pensar que mi depresión sería suficiente para acabar con mi vida. 

—Corey, siéntate para acompañar al tío Louis en la comida— Dijo mi hermana sin girarse a mirar a su hijo, el niño haciéndole caso de inmediato y agarrando mi mano hasta sentarme en la pequeña mesa de la cocina, él ocupando la silla de al lado. 

—Tío Louis ya no llora— Dijo de una manera informativa mientras mordía la galleta de su mano. 

—Tío Louis está cansado de eso— Dije rompiendo un trozo de su galleta y llevándolo a mi boca con velocidad, él comenzando a quejarse por eso hasta que Charlotte lo paró. 

—Corey, deja de gritar porque vas a provocar que todos acabemos con dolor de cabeza, incluido tú, y Louis, ¿Enserio? No tienes cinco años, no le robes comida a mi hijo. 

Sonreí de lado tragando la comida que había en mi boca, el niño riendo porque me habían regañado y yo quitándole la galleta entera, comiendo sin esfuerzo alguno hasta que empezó a llorar. 

Última Respiración || Larry Donde viven las historias. Descúbrelo ahora