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¿He dicho que odio los hospitales? ¿No? Bueno ahora saben. 

No me agradan los hospitales. Mucho menos me agrada la idea de que me tengan que sacar sangre. No me gusta saber que me quitarán sangre.

Estamos esperando mi turno. 

Recién despierto. Me quede dormida en los brazos de mamá. Y más que mamá me estaba acariciando el cabello, es algo que no pude evitar.

A comparación de la sala de espera, hay menos gente. Mayormente hay personas de la tercera edad y unas cuantas mujeres embarazadas. Vi que mamá miraba con nostalgia a las mujeres embarazadas, supongo que le trae recuerdos o se lamenta que no pueda tener bebés. 

El día que ese desgraciado trató de abusar de ella la golpeó tan fuerte que le daño la matriz o algo así me tiene dicho mamá, el caso es que no se puede embarazar. Eso fue una de las razones del aborto que tuvo antes de que se embarazara de mi, ella dice que de milagro nací, mis padres dicen que soy su Milagro.  Yo digo que mis padres son mis Ángeles.

Supongo que mamá ha intentando tener otro bebé y no puede, por eso a Selegna la considera otra hija y le molesta tanto que Selegna tenga que pasar por tanto sufrimiento. Dice que es injusto que, mujeres que no quieren tener bebés los tienen, y que hay personas que anhelan tener un bebé y no pueden, siempre termina llorando por ello no sé mucho del tema.

Mamá me sacudió, la miré extrañada.

—Es tu turno mi amor— dijo señalando a la enfermera que esperaba por mi

Había estado tan sumergida en mis pensamientos que no escuche cuando me llamaron.

—A claro— contesté levantándome de la silla para caminar hacia la enfermera, quien no tenía pinta de agradable

Caminamos en silencio por un largo pasillo hasta entrar a un cuarto grande.

—Siéntate ahí— señaló un sillón raro, —En un momento te atenderán— dicho eso salió

Se siente raro estar sola, siempre me acompañan mamá y papá para todo. 

Aún soy muy mensa para valer por mi misma.

—Buenos días— saludó un joven cuando entró

—Buenos— respondí por pura educación

—Te sacaré sangre y ni sentirás que lo hice— dijo mientras preparaba las agujas de las jeringas. ¿Cuántas iban a ser? Eso me asustó más.

—Si, eso no ayuda en nada— dije cuando se volteó para mirarme, yo solo mire la aguja que está es su mano

—Tranquila, no pienses en ello— respondió sonriendo

—Calmar a la gente no es lo tuyo— lo mire por primera vez a los ojos

—Está en proceso— me guiñó un ojo

Me puso una liga en el brazo izquierdo, después a un algodón le puso alcohol para limpiar mi brazo. Cuando termino de desinfectar me dio dos ligeros golpes en el brazo. Vi como agarro la jeringa y la acercó a mi brazo. Cerré los ojos al sentir el piquete pero los volví a abrir para ver, no debí de hacer eso. 

Vi cómo la aguja extraía la sangre de mi brazo, mi sangre no era de un color rojo oscuro como debe ser lo, más bien era de un color muy claro que hasta parece catsup. Saturo la jeringa de mi sangre y la quito de mi brazo para ponerla en un pequeño tubo. Continuó así hasta que lleno 4 tubos.

—Dime que ya es todo— dije con miedo y asqueada al mismo tiempo. Él solo rió.

—Ya es todo por hoy— dijo mientras me pone otro algodón en el piquete y me quita la liga del brazo

—Nunca me alegro tanto esa respuesta en mi vida— me paré del sillón para salir de ahí lo más rápido posible

Me siento muy asqueada.

Cuando llegue a la sala donde están mis padres mire como ellos estaban en recepción hablando con una enfermera.

Al menos por hoy he sobrevivido.

La vida de DannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora