1. Prólogo

688 29 53
                                    

Era lunes, ese día comenzaba su nuevo e inesperado trabajo temporal: Ser la "profesora" particular en clases de japonés con su nuevo conocido, Stanley Snyder. Estaba un poco nerviosa, no tenía experiencia alguna en enseñar, ella se dedicaba a entrenar artes marciales mixtas, pero el ofrecimiento del estadounidense fue demasiado ideal para ayudarla económicamente con su futuro. Un mes, habían acordado, de lunes a viernes, una hora diaria, una modalidad intensa. Él ya sabía hablar japonés básico, aunque todavía tenía una pronunciación rústica y claramente extranjera, por lo que le había dicho que quería mejorar su conversación y ampliar su vocabulario.

Por ese mes de clases le iba a pagar nada menos que dos mil dólares, una completa locura, con eso podía pagarse un año de clases semanales, tal vez. Pero su argumento era que le estaba ofreciendo el trabajo sin anticipación, ocupando todas sus tardes de la semana después de la preparatoria, además de que le iba a reducir su tiempo de entrenamiento, algo muy valioso para ella. A decir verdad, el ofrecimiento de Stan había llegado luego de que ella le hubiera comentado que trabajaba medio tiempo todas las noches en el restaurante de ramen de Mozu y su familia, para poder pagarse las clases de entrenamiento. Aunque seguía siendo excesiva la paga, tenía una buena intención.

En parte, al menos, porque Kohaku no podía dejar de malpensar y sospechar de una oculta intención. "Stan", como le había pedido que lo llamase apenas conocerlo, tenía un don natural para ser todo un galán, seducía hasta las piedras. No sólo por su llamativo y excesivo atractivo físico –alto, rubio, una cara con delicados rasgos y al mismo tiempo masculino, ojos azules con pestañas imposiblemente largas, labios cincelados, y claro, el casi perfecto cuerpo de un modelo– sino porque también lo era en actitud.

Había sabido de su existencia por una publicidad de ropa interior que había hecho con Mozu, vaya a saber cómo o por qué, su amigo no era modelo, sino luchador como ella, además de trabajar con su familia en el restaurante, aunque también tenía su interesante atractivo. Y poco después, lo conoció personalmente en una mega-fiesta que Mozu había organizado. Stan había dejado una estela de mujeres –y hombres– babeando tras él, pero ella tuvo especialmente su cuota de interacción e intento de seducción. Por supuesto que no le afectó en nada ya que ella estaba saliendo con Senku, pero tenía que reconocer que el hombre era muy bello, y bailaba sensualmente como para provocar calor en cualquiera, un combo tentador.

Y como si fuera poco, al día siguiente se reencontró con él en una feria de ciencias a la que fue porque su preparatoria y la de Senku, que eran rivales, participaban. Resultó ser que Stan era el mejor amigo del Dr. Xeno, científico de la NASA, y temporalmente coordinador del área de ciencias de su escuela, como parte de un proyecto y acuerdo entre los dos países. Lo bueno, fue que de la breve charla que compartieron a solas mientras esperaban las presentaciones surgió su nuevo trabajo. Lo malo, fue que él seguía incomodándola un poco con sus frases halagadoras, parecía que seducía a la par de respirar. No porque fuera intenso o maleducado, sino porque ella no sabía tampoco aceptar cumplidos, y no estaba acostumbrada a que le dijeran que era linda o que le bromearan seductoramente, aunque Stan ya se había enterado que ella salía con Senku. Aceptó el trabajo, la recompensa valía la pena de tener que soportarlo, y si llegaba a propasarse, sabía bien cómo ponerle límites o defenderse, aunque dudaba que fuera necesario, ya que tenían varios conocidos entre ellos.

Habían quedado en que él la pasaría a buscar a la salida de la escuela, aunque no sabía exactamente cómo. Su duda fue rápidamente resuelta, porque cuando salió del edificio, fue demasiado obvio el murmullo de sus compañeras de clase, que se preguntaban emocionadas y curiosas qué hacía semejante hombre esperando ahí. Cuando lo vio, Kohaku comenzó a arrepentirse inmediatamente de aceptar la propuesta: Ahí estaba él, vestido de camisa, jean, y una campera de cuero encima, apoyado en una moto negra, fumando un cigarro. Demasiado cliché, era la portada de una revista, pero real. No podía negar que era un hombre muy atractivo, con su apariencia tan occidental y "perfecta". Era un muñeco, más que un hombre, tenía que estar como maniquí en una tienda de modas, y no ahí. A ella no le importaba tanto su increíble apariencia, pero se irritó mucho al ver cómo sus compañeras se babeaban sin disimulo.

Otros CaminosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora