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NOTA: He tomado la decisión de que la historia llevara una base Omegaverse, sin embargo, a diferencia de otras historias de mi autoria, no todo girará en torno a esto, habrá variaciones, a medida que vayamos avanzando lo entenderán, esto con el fin de explicar la jerarquia en las familia, no cambia ni influye mucho. 








A medida que avanzaba por los pasillos principales, sus náuseas iban en aumento, porque por alguna razón, estar fuera de las fortalezas de su hogar, le causaba una descomunal ansiedad, miraba alrededor desconfiando hasta de las hojas de los árboles que se mecían delicadamente con el viento. Estaba intrigado y al mismo tiempo molesto, no quería estar en ese lugar, pero nuevamente, como todo en su vida, no tenía opción.

Entró al primer edificio, al central, donde uno de los guardias le indicó el camino a la dirección del plantel, confiaba en que su abuelo haya hecho los trámites correspondientes, para así evitar que él tuviese que mover un simple dedo. Caminaba lento, porque sus ojos vagaban interesados en las bellas obras de arte que se exhibían en aquellas paredes de madera importada, el lugar tenía una fachada tanto interna como externa, elegante y con un toque de época. No le sorprendía en lo absoluto, al contrario, le encantaba. Esperaba que los dormitorios continuarán con aquella vista elegante y costosa.

—Disculpe señorita, vengo a ver al director—dijo en un tono formal, sin cambiar el semblante serio de su rostro.

La mujer al verlo cambio su expresión cansada y fastidiada, por una sonrisa pícara, no era ajeno al significado de aquella sonrisa, sabía bien el efecto que causaba en hombres y mujeres, porque su belleza estaba fuera de lo que ellos hayan podido ver alguna vez, era una realidad que lejos de molestarle le ayudaba, se aprovechaba de su belleza como la mejor de las armas.

—Espera un momento—dijo poniéndose de pie, acomodo el corto vestido que llevaba, uno que hacía lucir sus piernas largas y esculturales, sonrió ladino, él tenía mejores piernas—. Dice que puedes pasar, adelante.

Asintió regresando una ligera sonrisa, la cual fue suficiente para hacerla suspirar, se adentró a aquella oficina, esta mantenía la elegancia del pasillo, añadiendo no sólo piezas de arte, sino también, figurillas de metal o porcelana. Hizo una pequeña reverencia a la persona que se había puesto de pie detrás del escritorio.

—Joven Falcon—dijo con entusiasmo—. Es un gusto tenerle por fin aquí, lo esperaba hasta más tarde, por favor, tome asiento.

Se movió de forma lenta y elegante hasta el asiento que aquel hombre alto y rubio le indicaba.

—Gracias...señor Piere—sonrió ligeramente—. Mi abuelo no quería que perdiera más tiempo de clases, si me pregunta, es algo que me tiene por completo sin cuidado, nunca he sido idiota para aprender.

—Me parece fantástico tenerle aquí, su abuelo me ha dado las indicaciones necesarias, no tiene de qué preocuparse, este lugar es el más seguro de toda Europa.

—Sería pertinente que lo fuera ¿No es así? La progenie de personajes importantes está aquí, no se preocupe, sé que me adaptaré rápido, sólo necesito un poco de indicaciones. Este lugar es enorme.

Piere le miró con una sonrisa ladina. —Lo es, te daré las indicaciones sobre los dormitorios y las clases, también algunos consejos, verás, muchos de los chicos que están aquí, normalmente tienden a ser un poco duros, bromistas o algo...intimidantes. Si algo ocurre, debes decírmelo.

—Sé cuidarme solo, no tiene de qué preocuparse, estoy seguro de que si hay algún problema podré resolverlo. No le tengo miedo a nada ni a nadie.

El director le observó con una ceja alzada, aclaró su garganta antes de continuar.

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