Capítulo 1: El inicio de la tormenta

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Julio 2018

Un valle oscuro se extendía en frente suyo. Árboles enormes y amenazantes a su alrededor, con sus hojas y ramas sacudiéndose con furia. El cielo de tinta cubierto por relámpagos salvajes que caían en el valle debajo suyo. Sus pies firmes en el borde del precipicio eran lo único que evitaba que la ira de los cielos la tirara.

Sus huesos estaban congelados. Un frío helado que calaba hasta en sus órganos, entumeciendo los brazos. Sin embargo, no podía diferenciar el frío interno del externo en este momento. Igual que el sótano. Un frío infernal, era un frío de muerte. Justo como ella, su interior marchito similar a las flores del jardín. Ella estaba muerta.

Se iban a enfermar si seguía allí, mas no pudo evitarlo. Tenía que salir de esa casa. La luna creciente deseaba alejarse un momento de la casa que la asfixiaba. Su refugio, su santuario. Pero también su pesadilla, su celda. Se tuvo que hacer muchas remodelaciones para que pudieran sobrevivir en su hogar, varias zonas quedaron irreconocibles. Aún así, los recuerdos volvía. Algunos lugares, como el sótano, están prohibidos si querían evitar un ataque de pánico. O el horno de la cocina. La habitación de sus padres era el mayor problema. Sentimientos contradictorios resonaban en ese lugar. Pero así lo decidieron. El sistema se negaba a abandonar su hogar, se negaba a que razones como el temor fueran motivo de huir. Se negaban a que el pánico ganara.

No obstante, tuvo que salir para evitar un recuerdo infernal, aunque el clima afuera estuviera igual de infernal. A varios les molestaba que tareas tan simples y mundanas como cocinar desencadenaran memorias inquietantes. Memorias que querían enterrar. La luna creciente no lo soportó y le dio el mando a ella. Inconscientemente.

-¿Diana? ¿¡Qué haces afuera con esta tormenta!? - Allan, la pareja de la luna, apareció empapado con una capa extra.

-Tenía que salir un momento. - respondió mirando las cuatro piedras a su izquierda, una de ellas improvisada.

"William Anderson
xx/xx/1960 - 14/03/2003

Dalia Anderson (Forest)
xx/xx/ 1966- 21/03/2003

Amber Forest
xx/xx/1987 - 26/03/2003

Toby
xx/xx/2006"

-.....¿Omega?

La muchacha no se inmutó cuando un relámpago cayó en el valle muy cerca de ellos. En general, la chica no reaccionaba en absoluto. Su mirada vacía y muerta no dejaba las tumbas, pero la cercanía con el borde del precipicio puso a Allan inquieto. Tomó su mano y caminaron despacio hasta la mansión Anderson.

La mansión Anderson era una casa de estilo victoriano con paredes ocre, marcos blancos y tejado negro. La familia Anderson poseía un terreno privado verde amplio en las afueras de la ciudad, ubicada en zonas elevadas y cubierta de árboles frondosos. La pequeña mansión Anderson era la única estructura en kilómetros, había sido heredada entre la familia por generaciones y poseía algunos criados. Tanto el exterior como el interior reflejaba la época, pero sin estar excesivamente decorada y más hogareño.

Allan la llevó al pequeño comedor en la cocina y terminó de preparar la cena mientras ambos escuchaban música suave y ambiental. Omega sentía a la luna creciente salir algo temerosa, no deseando mirar hacia el horno. Suspiró resignada.

-¿Qué hacían afuera en la tormenta? - repitió su pregunta después de servir la cena.

-Crescenta y yo estábamos haciendo el postre - señaló el pie de manzana a medio terminar en una esquina - cuando recordó la quemadura en la mano. Le entró pánico y me dejó el control. Yo quería salir... tenía que salir.

Las voces en el jardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora