Capítulo 3

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¿Alguna vez te ha pasado que anhelas tanto algo, que un día llegué y el tiempo pasa demasiado lento? Bien, fue lo que me sucedió durante esta semana. Sentía como si el tiempo estuviese en mi contra; las horas transcurrían de manera lenta, los días parecían eternos y comenzaba a sentir un poco de desesperación, pero después de tanto al fin el día llegó.

La ultima vez que desee algo con tantas fuerzas fue cuando tenía nueve años y anhelaba que la navidad ya llegara solo para abrir mi regalo «sorpresa», el cual se suponía que sería el juego de Call of Duty, en aquel entonces la versión más nueva. Jamás llegó y en su lugar recibí un Monopoly parecido al del año anterior. No me quejé ya que en su momento pensaba que mi papá se esforzaba por regalarme lo mejor, pero deje de hacerlo cuando al siguiente fue lo mismo. Claro, no fui un hijo malagradecido, aún conservo los juegos como si fuesen coleccionables, porque en verdad todos son los mismos.  

Días antes ya estaba todo listo, la mayoría de mis cosas estaban dentro de grandes maletas que llevaría conmigo a San Diego. A pesar de llevar casi todas mis pertenencias sentía que estaba dejando algo, trataba de pensar positivo y no deprimirme de dejar a las personas que quiero en esta ciudad. Se supone que solo llevaría lo necesario, pero todo lo necesito y mi equipaje es una gran carga hasta el momento.

Sábado por la mañana, el mes de agosto estaba finalizando, había pasado exactamente un mes del disturbio, todo eso quedó atrás, pero los recuerdos seguirían presentes en mi memoria. Me encontraba en el auto de papá rumbo al aeropuerto junto con Susan y Nina, ahí vería a Jo para despedirnos.

Llegamos y no pude evitar un sentimiento de nostalgia. A pesar de haber tenido una difícil situación con mi padre durante estos años es obvio que en el fondo lo extrañare, creo que no pelear todos los días con él será de las cosas que será difícil acostumbrarme, prácticamente se convirtió en mi rutina.

Minutos después esperando por fin anuncian el vuelo a San Diego. Suspiré y me levanté del asiento donde me encontraba. Me despido de cada uno, y al momento de llegar con mi mejor amigo le volví a cuestionar sobre su decisión de entrar a rehabilitación.

—¿Estás seguro de que en verdad lo quieres hacer? Lo pregunto porque puede que te vuelvas loco ahí adentro, te conozco a la perfección —hablo con Jo antes de irme.

—Sí, ya está más que decidido —responde—. Mañana ingresaré y veremos que sucede. No te preocupes, amigo, estaré bien, ya lo verás. Es lo mejor para mí.

—Me gustaría estar contigo en esto. No quiero que te sientas solo en esos momentos tan difíciles.

—¡Oh! Suenas tan romántico O'Brien. —Ladea la cabeza mientras hace un puchero.

—¡Eres un idiota! —digo entre risas y le di un ligero golpe a un costado de la cabeza.

—No soy esta clase de personas, pero dame un abrazo, ya que no te veré en un largo tiempo.

Roces accidentales [Completa ✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora