Capítulo 3

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Llego a casa alrededor de las once de la mañana, algo normal desde que conozco a Aster y que no me crea problema alguno. Hoy es el día de descanso de mis padres, papá lo denomina como "Domingo familiar", una simple explicación sería que
los cuatro nos vemos en la obligación de pasar el día juntos para platicar respecto a lo hecho durante la semana, aunque eso se ha vuelto aburrido con el paso del tiempo, sé que a papá le gusta estar al tanto de nuestras vidas por no estar las mayor parte del tiempo con nosotros y eso me parece bien, se preocupa porque nos quiere.

Mamá está en la cocina, me ve y se le ilumina la cara.

—Qué bueno que llegaste, necesito que le lleves estas galletas a los Ferrec junto con esta invitación — me entrega un tupper mediano y deja sobre la tapa de éste la pequeña tarjeta. —Son para Kale.

—¿Por qué tengo que ir yo? — pregunto haciendo un puchero.

—No hagas pucheros, ya no eres una niña — me reprende. —Además, debo seguir limpiando la casa. Ve, ve.

Largo un quejido y salgo camino a la casa de los Ferrec, no está lejos, solo debo caminar en diagonal para llegar, vivimos en una esquina y ellos en otra de las tres que enfrentan nuestra casa. Hago el viaje lo más lento posible, jugueteando un poco al caminar, pero no me dura mucho el gusto. Estoy justo en la entrada de su jardín, los recuerdos de una pequeña yo correteando vienen y van de mi memoria, era lindo pasar aquí el tiempo. Parpadeo y continúo mi camino a la puerta para después tocar el timbre.

Me balanceo de un pie al otro rogando que quien me reciba no sea Kale, después de lo de anoche realmente no quiero verlo, sigo molesta porque golpeó a Colin y
parece que mis súplicas dan sus frutos, quien aparece tras la puerta es la
señora Ferrec.

—¿Mirian? —pregunta confundida y asiento. —Oh, querida llevaba tiempo sin verte. Pasa por favor, ¿qué te trae por aquí?

Hago lo que me pide, cierra la puerta y comienzo a hablar:
—Mamá me pidió que les trajera esto — le entrego la caja de galletas junto con la tarjeta. —Son para Kale, regalo de bienvenida.

Me esfuerzo por sonar feliz y sonreír de forma dulce. A decir verdad, la señora Ferrec es muy agradable, me quiere mucho y viceversa.

—Gracias, cariño — responde después de terminar de leer el contenido de la invitación de mi madre. —Dile a Zara que aceptamos su invitación de cenar hoy con ustedes.

Demonios, ¿por qué no leí lo que decía la tarjeta?

—Lo haré — aseguro e intento pensar en una forma de despedirme sin sonar grosera.

—¿Quieres un poco de Charlotta de limón? Sé que es tu favorito.

—Sí, gracias — sonrío y la sigo a la cocina. No puedo negarme a la posibilidad de comer Charlotta de Limón.

Me siento en uno de los taburetes de su mesa y la veo moverse de un lado a otro. Una extraña sensación de calidez me invade, tengo demasiados recuerdos en esta casa. Observo a mi alrededor notando que le han hecho algunos cambios. Por ejemplo, remodelaron la cocina y pintaron las paredes de color beige, recuerdo que eran blancas y tenían manchas de distintos colores pastel, supongo que eso cambió al crecer sus hijos.

—¿Te gusta la remodelación? —pregunta pasándome la rebana del postre junto con un tenedor.

—Sí — admito, —se ve muy moderno y lindo.

—Llevabas años de no venir de visita, antes parecía que vivías aquí — sonríe con nostalgia. —Ahora es al revés, Kobe vive en tu casa.

Largo una carcajada, es cierto.

—Lo siento, me concentré tanto en la escuela que se empezó a hacer difícil venir — dirijo mi vista al plato y jugueteo un poco con él.

Lo que le dije es en parte cierto, Kale se fue a la universidad y lo que único que se me ocurrió fue concentrarme en la escuela, buscar amigos y olvidarme de él arrastrando a su familia al mismo destino, excepto a Kobe quien se convirtió en mi mejor amigo. Los señores Ferrec iban a casa a pasar el rato, sin embargo, por una u otra razón yo no estaba presente por temor a encontrarme a Kale alguna de las veces que vino para pasar vacaciones o días feriados, así que
simplemente me alejé de ellos y Lynn, su hija menor y en su momento, mi amiga. Con el paso del tiempo me volví quien soy ahora, dejando de lado a esa niña dulce y crédula que apodaban "Jemi", aunque sé que me ven de la misma forma que antes.

—Tal vez — comienza a decir dudosa, —ahora que Kale regresó podamos pasar más tiempo juntos de nuevo, como en el pasado.

La mención de Kale me desagrada, pero intento que no se note en mi expresión.

—Tal vez — repito y comienzo a degustar mi pedazo de Carlota, es uno de mis postres helados favoritos y la señora Ferrec siempre le ha dado un toque especial. —Está delicioso, señora Ferrec.

—Hey, ¿qué pasó? Sabes que puedes decirme Gillian —me reprocha en broma.

Le sonrío y me encojo de hombros en forma de disculpa para continuar comiendo, si no estuviera en casa ajena ya estaría bailando por lo delicioso que está. Pocos segundos después se escuchan pasos por las escaleras y el sonido de las pisadas me permite saber que no es ninguno de los gemelos.

—Vaya, vaya, miren quién se dignó a visitarnos — sonrío, es el día de los
reencuentros.

—También me alegra verte, Lynn — volteo a verla y ella me abraza de lado apretujándome.

—Te extrañé por aquí, en el colegio casi no podíamos vernos y cuando íbamos a su casa nunca estabas. Tenemos demasiado de qué hablar — chilló lo último.

—Podrán hacerlo en la tarde, los Nova nos invitaron a cenar — le menciona Gillian a su hija.

—¡Genial! Entonces, nos vemos en unas horas, debo empezar a preparar todo — deja un beso en mi mejilla y se va de regreso a su habitación, siempre ha sido muy cuidadosa en cuento a su aspecto y tarda horas arreglándose.

En este punto ya terminé con el pedazo de Charlotta y debo admitir que fue un desayuno exquisito.

—También debería irme, Gillian — digo y me levanto del taburete. — Gracias por el postre.

—No hay de qué, cariño. Puedes venir cuando quieras — caminamos a la salida. —Dile a tu madre lo que te dije, nos vemos.

—Lo haré — respondo despidiéndome de ella antes de emprender camino a mi casa.

Ámame otra vez ||Inseguridades 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora