Capítulo 28

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Hoy no ha sido un buen día. El amanecer estaba fresco y lluvioso, no me quejo de eso, en realidad me gusta lo relajante que resulta la brisa, sin embargo, terminé con el cabello mojado y esponjado. Como si eso no fuera suficiente, el profesor de las primeras tres horas de clase faltó, así que estaba mojada y sin quehacer por tres largas horas. Yo que había logrado tener una buena actitud un lunes, pero claro algo malo debería pasar.

Como pude intenté arreglar mi cabello sin éxito hasta que apareció una chica en el baño la cual me vio con cara de espanto confirmando que no servía de nada lo que estaba haciendo. Se ofreció a ayudarme ya que ella también tenía hora libre y definitivamente se notaba que era de las que tenían media farmacia en su bolso. Me untó lo que parecía ser crema para peinar con olor cítrico y pasó varias veces sus dedos hasta que logró calmar el frizz, por último, recogió mi cabello en media coleta con una trenza.

—No sabes cuánto te lo agradezco —le digo mientras mete el kit en su bolso.

—Era una emergencia, no podías andar por ahí con el cabello disparado por todos lados —reímos un poco con su comentario. —Soy Isla.

Tomo la mano que tendió en mi dirección presentándose para responderle:
—Mirian Jem, un placer.

—¿Siempre te presentas así? —Frunce la nariz en señal de confusión.

—Doy a elegir como me dirán —invento. En realidad, sí es una manía.

—Vale, si ocupas otra cosa puedes decirme, Mirian —salgo con ella del baño y pasamos por el largo pasillo, no sé a dónde vamos sólo la estoy siguiendo. —¿Tienes clase?

—No hasta dentro de una hora, ¿tu? —niega con la cabeza. —Vamos a la biblioteca.

No responde, se limita a caminar conmigo. Dentro de la biblioteca en lugar de estudiar o hacer tareas, nos la pasamos platicando. Tiene veinte años, estudia ingeniería, es graciosa, atenta y me ha dado buenos consejos sobre qué tener siempre a la mano en caso de alguna emergencia femenina. Llevaba un tiempo sin lograr entablar una conversación en la que un tema nos llevara a otro sucesivamente, definitivamente podría ser una buena amiga.

—Deberíamos salir cuando tengamos tiempo —digo después de un rato.

—Obviamente —me pasa su teléfono. —Dame tu número, te hablaré después.

Hago lo que me pide y le regreso el aparato. Tomamos nuestras cosas porque es hora de entrar a clases y nos despedimos en la salida de la biblioteca, promete mandarme un mensaje después, una vez más, alejándose.

Ahora a sufrir un poco.

En cuanto termina la última clase salgo disparada a los baños, la última hora de clase estuve bostezando por aburrimiento y necesito checar que tan mal quedé. En cuanto estoy frente al espejo noto que mis ojos están demasiado rojos y apagados, definitivamente sentarse una hora entera para resolver ejercicios estadísticos no es lo mejor que puedes hacer.

Mi teléfono suena, lo tomo y noto que es Aster, debe estar buscándome. Atiendo la llamada sin dejarle hablar diciéndole que voy en unos minutos con ella y guardo el aparato en el bolsillo trasero de mi jean. Antes de salir tomo un poco de papel higiénico para sonarme la nariz en caso de que lo ocupe. Camino a paso lento por el pasillo hasta llegar a mi casillero para hacer el cambio de libros y vuelvo a andar con la misma velocidad a la salida.

Encuentro a Kobe y Aster compartiendo saliva, hago una mueca de asco, a veces quisiera que no fueran tan cariñosos. Paso de largo, sería buena idea caminar hoy, salió el sol después de todo.

—Jem.

Es Kale

—¿Qué haces aquí? —Pregunto al verlo recargado a un costado del auto.

—Necesito el auto y Kobe me pidió dejarlo aquí. ¿Vienes? Podemos comer algo antes.

Veo a mis mejores amigos a mis espaldas que siguen traspasándose saliva, ir con Kale es mejor idea. Acepto de inmediato sin preguntar a donde iremos porque quiero pasar tiempo con él. Subimos al auto sin despedirnos de los tórtolos, arranca maniobrando con el volante un par de ocasiones hasta que estamos en la avenida. Como dijo, llegamos a comprar hamburguesas antes de tomar el camino a donde sea que vamos.

—Descubrí este lugar una vez que mi padre nos trajo de campamento —me cuenta al bajar de auto. —Nunca le dije que me enamoré de la vista, pero seguí viniendo después de que le pareció inapropiado traernos por nuestra edad.

Es un bosque verdoso en todo su esplendor. A donde voltee veo árboles enormes y arbustos con frutos o flores creando una perfecta armonía de color. Kale toma mi mano, echa a andar colina arriba y se detiene al llegar a un tronco algo trabajado, pasa por encima y me obliga a hacer lo mismo. En cuanto estoy sentada a su lado veo hacia el frente descubriendo una vista preciosa.

Hay un declive que llega a un río pequeño en horizontal que divide el área, se nota que no es profundo, pero abastece a los árboles que le rodean. Además, por la estación del año hay hojas anaranjadas que adornan el suelo y el mismo río.

Definitivamente es precioso.

—Muy bonito, ¿verdad? —Dice Kale a mi lado.

—Es precioso —respondo, observando con detalle el lugar.

—Vengo aquí cuando necesito inspiración o pensar, un espacio sólo para mí.

Siento mi pecho calentarse, nunca creí conocer un lugar así de hermoso y Kale me acaba de mostrar su espacio.

—Ya veo por qué te gusta —giro mi cabeza hacia él, tiene la vista al frente detallando el paisaje, sostiene un cuaderno para dibujo sobre su regazo y un lápiz en su mano derecha.

—Debo hacer un boceto para la empresa en la que soy pasante y al tener mil cosas en la cabeza no se me ocurría nada, necesitaba relajarme. Pensé que sería buena idea venir y traerte se me ocurrió una vez fuera de tu universidad —se encoge de hombros al terminar de hablar.

Después simplemente se concentra en el papel frente a él y considero buena idea leer parte del tema a tratar mañana en clase para no distraerlo. Pasado un rato suelta un soplido de alivio.

—¿Qué te parece? —Me enseña el boceto e inmediatamente envidio su capacidad para hacer mil y una cosas.

—Es increíble —admito, sin dejar de detallar el dibujo.

—Yo lo hice, es obvio —levanto la cabeza con el ceño fruncido, le arrebato el cuaderno y con éste le golpeo el brazo.

—Se dice gracias —ambos reímos.

No sabía que estábamos tan cerca hasta que nos quedamos viendo y su aliento a menta me invade, inevitablemente rememoro cuando me besó haciendo que la respiración se me corte por un segundo.

Quiero besarlo.

Vuelvo la vista al frente clavándola en el río, si lo beso me estaría contradiciendo y, posiblemente, terminaría confundiéndonos a ambos.

Ámame otra vez ||Inseguridades 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora