Capítulo 30

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La semana se ha resumido en ver a Mitchell con la nariz roja e hinchada, burlas de los demás chicos que lo ven, alabanzas a Aster por su golpe y demasiados alumnos intentando entablar conversaciones conmigo, más por chismosos que por interés de conocerme. Y las cosas con Kale, realmente no sé cómo explicarlo, creo que lo correcto es decir que están tensas, no hemos vuelto a entablar conversaciones interesantes, sólo se limita a ayudarme a estudiar.

A veces no lo entiendo.

—Hey, Mirian —Isla aparece en mi campo de visión, no habíamos hablado desde el mismo día que nos conocimos.

—Hola —se sienta a mi lado en la barda.

—Escuché lo qué pasó hace unos días, no sabía que eras la chica principal del drama.

Suelto un suspiro de cansancio.

—Genial, soy la noticia caliente del programa de chismes —me llevo las manos a la cara.

Nunca me ha gustado llamar la atención entre las personas y la discusión con Mitchell logró que mi perfil bajo se desapareciera.

—Horror —finge que tiembla y me río un poco. —Vengo a invitarte a una fiesta de fin de curso, será después de los exámenes finales y necesito que vayas. ¡Por favor! Puedes invitar a tus amigos.

Me tomó por los hombros sacudiéndome y si no fuese porque me sujeta fuerte ya estaría en el suelo con los pies hacia el cielo.

—Iré, tranquila. Mándame los detalles —sonríe de la emoción y baja de un salto de la barda.

—¡Genial! Espera mi mensaje —se despide con la mano y camina al estacionamiento.

Debo esperar a que llegue Aster, traigo el período y cólicos así que es mejor esperarle a caminar o usar el autobús.

Al llegar a casa lo primero que hice fue comer para poder acostarme en la cama el resto del día envuelta en una manta. Escucho la puerta principal siendo golpeada y después el sonido del timbre, debe ser Kale. Hoy absolutamente no tengo ganas de nada, ni siquiera de verlo.

Kale 3:08 pm:
Jem, abre la puerta, sé que estás en casa.

M.J 3:09 pm:
Está abierta.

Kale 3:10 pm:
No lo está, levántate de esa cama. Ahora.

Con toda la pereza del mundo me levanto aun envuelta en mi manta y camino a paso lento hasta la puerta, donde Kale está parado. Lo primero que veo es la sorpresa en su cara al verme cubierta con una cobija y posiblemente más despeinada de lo habitual.

—¿Por qué? —Es lo único que dice.

—Período —me limito a decir dándome la vuelta, dejando que él cierre la puerta.

De regreso en mi habitación vuelvo a mi posición inicial en la cama, Kale se sienta en una orilla y soba mi espalda haciendo que me relaje.

—¿Necesitas algo? —Pregunta. —¿Chocolates, dulces o alguna otra cosa?

—Necesito que dejes de ser tan bipolar. Yo soy quien sufre de cólicos, no tú —medio grito haciéndole fruncir el ceño. —Una barra de chocolate y frituras, estarían bien.

Al escuchar lo último se ríe antes de contestar:
—Voy por tus chucherías, cuando vuelva hablamos de lo otro —dice y desaparece de mi vista.

Mi parte racional y tranquila me reprocha por haberle echado en cara el que es un bipolar, pero la otra parte, que denomino como imprudente, necesita respuestas.

Un dato sobre mi período es ese, soy muy boca suelta, no me guardo nada y quienes son mis amigos saben de ante mano que es mejor no sacarme de mis casillas e intentan no ofenderse por cualquier cosa que diga sin pensar. En una ocasión, Kobe se molestó tanto conmigo que no me habló por días hasta que me disculpé, ni siquiera recuerdo bien lo que le dije, pero sin duda aprendimos la lección.

—Aquí está lo que pediste —me incorporo en la cama y tomo las frituras, son bolitas de queso, amo las bolitas de queso. —Y agua, no sería bueno que mueras.

Abro la bolsa para comer su contenido y Kale se limita a observarme. Inconscientemente, trato de no mancharme los dedos o chuparlos y de masticar con lentitud. ¡Estoy comiendo bolitas de queso con modales!

—¿Por qué me llamaste bipolar? —Pregunta cuando le quito de las manos la botella de agua para tomar de ella.

—Bueno, te pones raro a veces — menciono. —Estamos bien y de pronto te encierras, cuando pones tu cara de póquer cambias de actitud.

—No es bipolaridad —replica. — Sólo que...

Suelta un resoplido llevándose las manos a la cara cubriéndola.

—¿Qué? —Insisto.

—Sabes que me gustas, ¿acaso crees que quiero escuchar detalles de cuando te acostaste con tu ex? —Eleva su tono unos decibeles e inmediatamente los baja. —Me duele, Mirian.

—Necesitaba explicártelo, pero no pensé que te afectaría, perdóname —envuelto mis dedos en la manta apretándola con fuerza.

Asiente y gira la cabeza a la pared donde coloqué un cuadro blanco y negro de un paisaje de Londres, donde resalta el color rojo de una cabina telefónica. Me acerco a él colocándome detrás suyo y lo abrazo. Envuelvo su torso con mis brazos y recargo mi cabeza en su espalda, siento como se destensa y coloca sus manos sobre las mías para apartarme, el rechazo es lo primero en lo que pienso, pero es sustituido por tranquilidad cuando estamos cara a cara y me abraza. En un movimiento rápido estoy sentada sobre sus muslos a horcajadas, se aparta de nuevo, una de sus manos me sostiene firmemente por la espalda baja y la otra ahueca mi mejilla, estamos tan cerca que su aliento mentolado se combina con el mío a bolitas de queso. Ese silencio de película que nos invade sólo se interrumpe por nuestras respiraciones agitadas, analizo su rostro y sus ojos recorren el mío deteniéndose constantemente en mis labios, debatiéndose en si debería besarme o no. Como la primera vez, quiero que lo haga. Inclina un poco su rostro y yo espero que su boca cubra la mía, pero no ocurre, en su lugar hace chocar nuestras frentes y cierra los ojos.

Decido quitarme de encima suyo, inhalo y exhalo repetidas veces, no quiero que las hormonas me traicionen y termine llorando porque se contuvo. Yo misma le dije que no volviera a besarme, ¿cuántas veces más tendré que repetírmelo? ¿Cuántas veces más voy a desear no habérselo dicho? ¿Cuántas veces más voy a quedarme callada por orgullo en lugar de besarlo?

Tomo la barra de chocolate para comerlo y el libro que debo leer abriéndolo en la página correspondiente haciendo como que nada pasó, siento que Kale me lo agradece cuando se coloca a mi lado y trata de explicarme algunas cosas.

Ambos somos muy estúpidos a veces.

Ámame otra vez ||Inseguridades 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora