Capítulo 34

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Kale

Observo el techo de mi habitación tratando de controlar el dolor en mi pecho. Tardé tanto en darme cuenta de que amo a Jem, así como en mentalizarme para decírselo y aunque era obvio que no sentía lo mismo, existía esa ilusión de que me quisiera.

Mi corazón se aceleró en segundos al verla de nuevo después de tanto tiempo. Por un momento creí que me encontraría con esa tierna niña que dejé hace cinco años atrás, pero me llevé la gran sorpresa de que mi pequeña había crecido para convertirse en una chica hermosa, segura de sí misma, con carácter fuerte e increíblemente sexy.

Sin darme cuenta tuve celos de mi propio hermano, de su mejor amiga creyendo al principio que era un chico, de su ex al que ya no le habla y por supuesto, a Colin, su "precioso" exnovio que se fue a un extremo del país. Ese chico se ganó mi odio desde ese maldito baile con Jem, me hervía la sangre al ver cómo lograba hacerla sonreír o cuando la recogía para sus salidas y después la acompañaba hasta la puerta de su casa.

Pensé en apartarme al percatarme de que estorbaba en su nueva vida, pero simplemente no pude. No después de hacer las paces, de ver cómo defendía su ser, de esos acercamientos tan simples y pequeños como cuando casi me rompe la nariz o cuando bailamos en la cena de reconocimiento de la empresa donde trabajan nuestros padres.

Cada una de las cosas que ocurrieron me llevaron a comportarme de una manera que nunca creí. Le coqueteé en más de una ocasión, fui descarado y la besé aquella tarde en su habitación. Eso beso se comparó a nada, no podía ni quería hacerlo. Por alguna razón viajé en el tiempo al momento donde me besó siendo niños sintiendo esa descarga en mis labios, a los trece años no lo supe, pero estaba enamorado de Jem. Ni hablar de cuando pasamos la noche juntos después de esa fiesta, realmente una química perfecta. Ninguna chica antes logró hacerme sentir lo mismo, no había conexión, interés o algo que me pudieran dar además de una noche de sexo y con Jem lo quiero todo.

Ni siquiera con Harper sentí tal conexión a pesar de que juraba amarla. Ella sabía que no éramos el uno para el otro, que había alguien en mi corazón abarcándolo y yo era inconsciente de ello. Siempre supo cómo hablarme de la manera correcta para hacerme razonar y gracias a eso conseguí una consejera.

Tomo mi teléfono, busco su contacto y presiono marcar. Tres tonos después contesta.

¿Kale? —pregunta. —Espera, no me digas, al fin te quitaste esa venda de los ojos y te diste cuenta de que tu preciada Jemi es a quien amas, ¿cierto?

—Estás en lo correcto, como siempre —mi voz ronca provoca un largo silencio al otro lado la línea.

¿Qué ocurre? —El cambio drástico en su voz me anima a contarle todo. Duele articular cada palabra, narrar cada momento, me duele su rechazo, que no corresponda mis sentimientos y odio sentirme usado.

—Quisiera que hubieses sido tú —termino de hablar.

No vuelvas a decir eso —reprende. —Es natural que te duela, pero ni siquiera la dejaste hablar, sólo huiste.

—¿Qué querías que hiciera? —Pregunto molesto. —Pasamos la noche juntos y después se fue, sin dejar una maldita nota o un mensaje. Si sólo me quería para eso debió decírmelo.

—¿Te estás escuchando? —Suspira. —Tú no eres así, Kale. Siempre escuchas antes de sacar conclusiones, si sigues con esos pensamientos negativos vas a perderla y no creo que quieras eso.

Guardo silencio largos segundos donde puedo escuchar claramente su respiración. Tiene razón, puede que esté ignorando algo sólo porque estoy cegado por el rencor.

—Tienes razón —le hago saber y la escucho reír. Se despide porque debe dormir para ir a trabajar en unas horas dejándome con la cabeza hecha un lío.

Me levanto de la cama dirigiéndome a la ventana, su casa se ve perfectamente y ahí está ella, sentada en el pórtico hablando por teléfono. Me sorprende verla tan poco arreglada, lleva un suéter vino que le queda enorme y revuelve constantemente su cabello estirándolo al llevarlo hacia atrás despejando su cara. Se nota que no ha estado durmiendo bien, tal vez no soy el único que la está pasando mal.

—¿Qué tanto miras, mongolo feo?

Escucho la voz de Kobe en mi oído. Por la sorpresa me golpeo la frente contra la ventana, siendo consciente de lo cerca que me encontraba de ella y suelto un quejido de dolor.

—¡¿Qué te pasa?! —Grito sobándome la frente.

—Quería ver cómo estabas, llevas encerrado en tu habitación todos estos días desde que regresaste de la casa de Je... los Nova —se corrige de inmediato cuando le lanzo una mirada amenazante. —Y sigues sin querer que la mencione a pesar de que la estabas viendo.

Abro los ojos y la boca con sorpresa, si sabe que la estaba viendo lleva un rato dentro de mi habitación y no me di cuenta en qué momento llegó.

—Yo no... yo no lo la estaba viendo —intento en vano negarlo.

Mi gemelo se restriega la cara con una de sus manos y suspira con pesadez.

—Debemos hablar —se recarga en el mueble de noche. —Ya sé lo que pasó, ella nos lo contó. También sé cómo es que ella se siente, pero quiero saber tu versión y espero que eso explique por qué en ciertos momentos del día me duele el pecho.

Le paso por enfrente y me dejo caer en la cama boca arriba, volviendo a mi posición de hace unos minutos. Aunque siempre he pensado que esa conexión de gemelos es una tontería, Kobe sabe cuándo algo anda mal conmigo, así como yo sé cuándo él está mal. Me guste o no, esa conexión sí existe y debido a ello no puedo ocultarle nada.

—Me gusta desde siempre —comienzo. —Lo descubrí cuando la volví a ver y me siento utilizado, ¿sabes? Me dejó después de pasar la noche juntos. Siento que fui el único sincero con sus sentimientos y que ella se aprovechó, pero estoy equivocado, ¿cierto?

Veo a Kobe asentir.

—Ella te quiere, pero tiene muchas inseguridades que le impiden darlo todo —se encoge de hombros y sonríe un poco. —Cuando te sientas listo deberías intentar hablarle y dejar que se exprese.

Palmea mi frente con sus dedos y sale de la habitación cerrando la puerta a su paso.

Hablar con ella cuando esté listo.

Eso haré, es un hecho, pero ahora tengo antojo de todo tipo galletas y, tal vez, abarrotarme de ellas logre hacerme pensar en un discurso de disculpa.

Me coloco los tenis, junto con un suéter negro con un gran muffin y aviso alzando la voz que saldré. En la puerta tomo un paraguas porque el cielo se ha tornado gris amenazando con llover y emprendo camino al área comercial. Una vez en mi tienda favorita lleno mis brazos con galletas de chispas de chocolate, vainilla, jengibre y barras de chocolate, además de una caja de té verde, pago todo y salgo con la bolsa en manos. Observo el cielo y justo en el momento cuando se escucha un trueno, la veo parada en la acera de enfrente mirando hacia el camino que dirige a nuestras casas.

Sin pensarlo, abro el paraguas y camino a donde se encuentra.

—¡Mirian! —Le llamo al estar a media avenida.

Cuando gira su cabeza a donde estoy, mi corazón da un vuelco, se ve preciosa y parece alegrarse de verme.

—Kale —se me corta la respiración al escuchar mi nombre salir de su boca.

Parece que no la he visto ni escuchado en años y en un segundo siento que todo estará bien porque no voy a perder a la única persona en el mundo que me ha hecho sentir tanto, a quien he amado, amo y lo más seguro es que amaré por un largo tiempo.

Ámame otra vez ||Inseguridades 1||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora