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Giuseppe se hace a un lado y entro con mi maleta a rastras

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Giuseppe se hace a un lado y entro con mi maleta a rastras. Las lágrimas me hacen ver borroso, la garganta me arde y siento un dolor palpitante en mi pecho. Me quedo paralizada en medio de la sala, la cabeza agachada e hipando por el llanto.

—Cariño. —Retira el bolso que apretaba y me abraza con fuerza—. Tranquila, todo pasará a mejor.

Quiero gritarle que se equivoca, el haber abandonado la casa de Seth es una de las la decisiones más dolorosas que he tomado.

No puedo hablar, me deshago en lágrimas en su hombro, mojando su camisa con mis fluidos.

Me lleva hacia una habitación, me recuesta en la cama y retira los zapatos de mis pies. Se sienta a mi lado y acaricia mi pelo con suavidad, en silencio. Mi llanto es lo único que se escucha en el cuarto, siento que me asfixio, jamás pensé que esto dolería tanto.

—N-No lo aguanto —balbuceo entre lágrimas, sin entender aún qué rayos pasó.

—Emma, era necesario que salieras de ahí. Ahora debes enfocarte en sanar y cumplir tus sueños y metas.

Niego varias veces, deseo gritarle que no quiero seguir sin él, pero no puedo.

—Fui una tonta. —Me siento en la cama y paso mis manos por la cara, tratando de calmarme—. Todo me sale mal. —Me abraza con dulzura, moviéndose de un lado a otro.

—Esto que sientes no es permanente, Emma, verás como cada día te va doliendo menos. —Me muerdo la lengua para no decirle que está equivocado.

—Soy fea —sollozo con fuerza ahora—. A él le gustan las mujeres de cabelleras largas negras y ojos verdes —me lamento, sintiéndome poca cosa.

—Deja de decir tonterías, eres una chica hermosa y fuerte. Trata de dormir, verás como todo será mejor mañana. —Asiento y me acomodo entre las colchas, esperando que tenga razón.

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Camino hacia la cocina y me encuentro con Giuseppe que baila, quien saca unos huevos de la sartén.

—Qué bueno que despertaste, Emma, es hora del desayuno. —Me acerco y me siento en un taburete alto.

Admiro la casa de mi amigo con detenimiento, ayer cuando vine no pude por cómo me encontraba. Es pequeña, pero bien decorada y con detalles tan de él en cada rincón.

—Gracias por todo lo que has hecho por mí, no sé cómo voy a pagarte.

Agacho la cabeza, avergonzada. Me molesta el hecho de que siempre tenga que depender de alguien más.

—No es nada, cariño. —Hace un ademán con la mano, restándole importancia—. En la tarde iremos a ver la pieza para que te mudes. Es pequeñita, pero está amueblada con lo necesario.

Fragmentos © (Disponible En Físico) [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora