Capítulo 8

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Al llegar a su habitación me hizo un breve recorrido por esta antes de dejarme descansar en su cama.

Él estaba acostado a mi lado, con sus manos alrededor de mi cintura y pegándome a su cuerpo.

—Tal vez es muy pronto para decirlo pero...— empezó diciendo cuando un golpeteo intenso en la puerta lo detuvo.

—Christopher, sé que estás ahí, tenemos que hablar.

—Es mi padre.— murmuró él, depositó un beso en mi frente y se levantó para ir a abrir.

No sé de que hablaron o por cuanto tiempo lo hicieron, caí en los brazos de Morfeo minutos después de su partida. En mis sueños no aparecía él sino mi marido, eso me alteró. No eran sueños, eran pesadillas. Me removí incómoda tratando de despertar.

—Tranquila, ma belle.— susurró esa voz en mi oído, era él. Una paz me invadió en ese momento, mis músculos se destensaron y mi respiración (la cual no sabía que estaba agitada) volvió a la normalidad.

Mis ojos se abrieron de a poco, el rostro de Chris estaba a solo centímetros del mío brindándome una sonrisa.

—¿Cuanto tiempo ha pasado?— cuestioné con la voz adormilada.

—Toda la noche.— murmuró divertido—. Cuando llegué de hablar con mi padre ya estabas dormida, así que me acosté a tu lado y te abracé toda la noche.

—Oh, vaya... Pues si que estaba exhausta.

—Yo te dejé exhausta.— murmura divertido, su mano está demasiado entretenida jugando con mi cabello.

—Solo un poquito...

—Linda, tú...— vaciló y negó con la cabeza —. ¿Hay algo que quieras decirme?

¿Hay algo que deba de decirle?

Si, que estoy casada.

—Verás, Chris...

—Lo sé, lo siento.— suspira pesadamente —. No quería incomodarte ni mucho menos... Solo son mis estúpidas inseguridades.

—¿Y si hubiera algo?

—Ya nos arreglaremos si es el caso.— susurra—. Quiero disfrutar del tiempo a tu lado, hermosa.

—Yo también quiero...— dejo escapar una bocanada de aire que no sabia que mis pulmones guardaban.

—¿Pero?— preguntó —. Siempre hay un pero...

—Pero en algún momento tendré que regresar.

—No lo hagas.— susurra—. Quédate conmigo, por favor...

Lo único que puedo hacer es abrazarlo, no debo de hacer promesas en vano... Al menos cuando sé que tengo asuntos que resolver en mi país.

—Sé que es apresurado pero piénsalo.— deposita un beso en mi frente y se levanta ayudándome a mi también a hacerlo—. Vamos a tu habitación para que te puedas cambiar de ropa.

Salimos de la habitación y caminamos por el pasillo, chillo horrorizada al verme en un espejo y trato de acomodar mi cabello.

Que vergüenza.

He dormido así y él no se molestó en decirme nada.

—Tu cabello está bien.— murmura divertido.

—¿Bien? Bien enredado, quieres decir.

Se en cogió de hombros sonriendo, llegamos a la que era mi habitación y nos adentramos.

París||C.VDonde viven las historias. Descúbrelo ahora