Cinco años habían pasado desde entonces, muchas cosas habían cambiado a pesar de que intentamos mantener la relación como siempre. Ya no éramos dos, ahora nuestras vidas tenían a una jovencita de cuatro años correteando por los pasillos de la casa, ese pequeño ser de luz que nos alegraba con solo sonreír o pronunciar un simple "mamá" o "papá", y ya ni hablar de cuando dice palabras en francés porque se nos derrite el corazón.
Índigo Vélez Landers había llegado al mundo a mediados de noviembre hace cuatro años y pico, el parto natural no había sido para nada agradable pero esas dos horas de sufrimiento para mi cuerpo se olvidaron en cuanto la sostuve en mis brazos.
—Jewel, ¿está todo listo? — cuestionó Jade desde el marco de la puerta—. Si te quieres echar para atrás todavía estás a tiempo.
—No voy a dejarlo plantado en el altar.
Si, acabo de decir "altar".
Christopher me pidió matrimonio hace aproximadamente un año, tras tener una sencilla cita igual a la que tuvimos seis años atrás. Rodeados de un hermoso campo de flores las cuales no eran las mismas que mi mente recordaba, con un simple picnic donde las fresas fueron las protagonistas.
Podría jurar que fue uno de los días más felices de mi vida, recordarlo hace que mis nervios bajen solo un poco.
—Pues parece que te lo estás pensando...
—Son los nervios.— respondí haciendo un puchero, sabía que tendríamos que partir ya mismo o llegaríamos tarde a la iglesia pero Jade no parecía tener intenciones de moverse.
—No es como si no hubieras hecho esto antes.— bromeó, lo cual no me causó la mínima gracia—. Lo siento, estuvo fuera de lugar... ¿Vamos?
—¿Dónde está Índigo?
—Ella ya está en la iglesia, Leo se encargó de llevarla.
Asentí antes se soltar un suspiro y tomar los extremos del largo vestido, lo que menos quería era pisarlo y hacer el ridículo antes de haber llegado a la iglesia. El trayecto en auto fue bastante silencio, lo único que recibí fueron algún que otro aviso por parte de mi acompañante diciendo que si no estaba segura podía pegar un grito y me ayudaría a escapar sin dejar sospechas... Si, una completa estupidez pero al menos me hizo reír y olvidarme un poco de la tensión del momento.
—Nathan te llevará hasta el altar. — dijo Jade antes de hacer una mueca, así mismo lo habíamos decidido porque al joven le hacía ilusión. La puerta de mi lado fue abierta nada más estacionar el auto, mi cuñado tomó mi mano y me ayudó a bajar con cuidado.
—Estás radiante. — murmuró en un hilo de voz—. Désole, las bodas en ponen sentimental.
—Tú también estás muy guapo, seguro que ligas mucho este día.
—Yo creo lo mismo. — responde burlón, su brazo se engancha con el mío y nos damos una rápida mirada. La música empieza a sonar y sabemos que tenemos que entrar en la iglesia y caminar hacia el altar.
Índigo camina algunos pasos delante de nosotros, con un hermoso ramo de flores que debe de entregarme en cuanto lleguemos al altar. Así mismo, alzó la mirada para fijarme en el hombre que me espera allí arriba, sus ojos están llenos de lágrimas mientras una boba sonrisa ensancha sus labios.
—Mon amour.— susurra sin poder evitar la emoción cuando estamos a tan solo pasos, Índigo extiende sus brazos hacia mi para poder entregarme el ramo, una vez que lo tomo sonríe y corre hasta donde está su abuelo paterno.
Trago saliva cuando su mano toma la mía y nos miramos por escasos segundos que parecen eternos, unas palabras del sacerdote hacen que nuestra burbuja personal se rompa para centrarse en él.
—No quiero joder lo romántico porque verdaderamente es nuestro momento, Jewel... Pero moriría por arrancarte ese hermoso vestido con mis dientes, que por cierto te queda jodidamente perfecto... —susurra en mi oído, por suerte nadie lo escucha ya que no es algo digno de una boda.
—Ya tendrás el momento de hacerlo más tarde. — le digo de igual forma.
Nos miramos sonriendo, tal vez no seamos el romance más visto pero si sé que somos ese cuento que leeré mil veces. Porque lo vivido entre nosotros no tiene otra palabra ara definirse que no sea; mágico.
Y desde mi posición, agradezco a mi ex marido ya que sin él nada de esto habría sucedido, a París por ser un lugar tan romántico que hizo de lo nuestro una realidad de ensueño, y por supuesto, gracias a Christopher ya que sin protagonista no hay novela.
Miro sobre mí hombro para encontrarme con la tierna mirada de mi hija, quien me sonríe ampliamente antes de lanzarme un beso. Hace un ademán de levantarse y venir a donde me encuentro, pero Leo no se lo permite, ella se cruza de brazos totalmente indignada y hace un puchero al que nadie podría resistirse.
Oh, mi pequeña Índigo... Tu historia aún no ha empezado pero desde este momento ya te puedo asegurar que vivirás la misma fantasía que yo aquí en París... Solo hay que ser paciente, todo llega.
|| F I N A L ||
ESTÁS LEYENDO
París||C.V
Romance¿Es posible llegar a odiar algo que has amado tanto? Desde pequeña he soñado con viajar a París, también conocida como la ciudad del amor... Pasear por los Jardines del Trocadero, comer macaroons en Ladurée, disfrutar del atardecer desde Pont des A...