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Ámbar levantó la cabeza con expresión triunfal, una expresión que Matteo no pudo ver.

—Sí, cierto, y eso es lo que no soportas, ¿Verdad, Matteo? Que Leonardo haya muerto como un héroe mientras tú estás aquí recluido como un ermitaño —dijo ella desabrochando las cintas que sujetaban al niño y tomándolo en brazos—. Por eso le puse su nombre, porque Leonardo supo defender el buen nombre de la familia con su heroica muerte. Te presento a Leonardo.

Matteo palideció. La biblioteca estaba en completo silencio, y los sonidos que llegaban desde la fiesta era como si procedieran de un universo paralelo.

—¿Por qué? ¿Por qué le pusiste su nombre?

—Porque hice todo lo que pude para que me amaras —susurró ella con veneno en la voz—. Yo era perfecta. No tienes ni idea el esfuerzo que requiere ser perfecta siempre, y sin embargo para ti no era suficiente. Tú no me amabas. No me necesitabas. Tú lo tenías todo, y yo no era más que un accesorio en tu vida. Pero en todo el tiempo que estuvimos juntos me di cuenta de que la única persona que de verdad podía conmover tu corazón era Leonardo. Tú lo querías, pero también lo odiabas.

Tenía que reconocérselo. Si el objetivo de Ámbar había sido causarle el máximo dolor posible lo había conseguido. Ella estaba en lo cierto, y él la había infravalorado. Al bautizar a su hijo con el nombre de su hermano, Ámbar se había asegurado de que Matteo jamás podría olvidar la victoria, el triunfo, el heroísmo de su hermano. Y su propio fracaso.

—Bien hecho —dijo Matteo débilmente—. Parece que también tú has ganado. ¿Y ahora qué?

—Yo no he ganado nada, soy la perdedora en todo esto, Matteo. Ha destruido mi vida, mi carrera, mis relaciones, incluso mi cuerpo por el amor de Dios —continuó ella paseando de un lado a otro y meciendo el bulto inerte que tenía en los brazos con alarmante ferocidad—. Es mucho más duro de lo que crees, ser padre. No puedes dormir, no puede salir, no puedes darte un baño, ni hablar por teléfono, ni ir de compras. Es sofocante. Y encima siempre tengo que encontrarme con alguien que me dice que no beba y que no fume, como si no hubiera sacrificado ya bastante —la voz había tomado un tono ligeramente histérico—. No puedo seguir con esto, Matteo. Necesito un descanso. Me voy a París y te dejo el niño.

[...]

Con gran esfuerzo, Luna forzó una sonrisa al banquero que le estaba deslizando la mano demasiado abajo por la espalda mientras la guiaba tortuosamente por la pista de baile al ritmo de un vals. Era como si hubiera algún tipo de poder sobrenatural que ralentizara el paso del tiempo y estuviera convirtiendo los segundos en horas mientras esperaba a que Matteo saliera de la biblioteca.

Aunque no había motivo para esperarlo, pensó con desesperación. Matteo sólo la había utilizado para llenar el hueco dejado por la ausencia de Ámbar. Cerró los ojos tratando de contener las lágrimas y apoyó la cabeza en el hombro del banquero. Desafortunadamente el hombre tomó el gesto por una invitación e instantáneamente la apretó contra él y bajó la cabeza.

Luna abrió rápidamente los ojos, aterrorizada, y trató de apartarse, pero la palma del hombre, húmeda y pegajosa, la pegaba con más fuerza contra él, hasta el punto de que pudo sentir la presión de su erección. Era otra vez como la pesadilla de estar con Simón, y por un segundo sintió que todo le daba vueltas y le flaqueaban las rodillas.

—Creo que ahora me toca a mí —dijo una voz a su lado.

Al instante el banquero la soltó y Luna se encontró mirando a Matteo, que la contemplaba serio, totalmente pálido y carente de emoción. Por un momento se miraron en muda agonía, antes de que él le sujetara con delicadeza por la espalda y la abrazara contra él.

Había vuelto a rescatarla.

Era maravilloso tenerla en sus brazos. Tan dulce y sin complicaciones, tan distinta a la malicia y crueldad de Ámbar.

La acusación de su ex novia era como una roca que le aprisionaba el pecho, y lo único que quería era empujarla con todas sus fuerzas.

—¿Niño o niña? —susurró Luna.

Matteo mantuvo la cabeza muy alta, por temor a que si sentía el roce del cabello castaño contra él estaría perdido.

—Niño.

—¿Qué edad tiene?

—Diez semanas.

Luna se movía con fluidez en sus brazos, y Matteo sentía el movimiento de la columna bajo su mano. Tenerla tan cerca era casi insoportable, y oír su voz, suave y lejana, un martirio.

—¿Cómo se llama?

La mano de Matteo le apretó con fuerza la suya y él cerró los ojos.

—Leonardo.

—A tu hermano le habría gustado, ¿Verdad?

Matteo rió amargamente.

—Oh, sí. Le habría encantado.

—Enhorabuena.

Matteo sacudió la cabeza.

—No, no digas eso. No es una situación de enhorabuena —dijo él repitiendo sus palabras del día anterior.

—¿Cómo que no? Tienes un hijo.

—Eso es sólo lo que dice Ámbar...

Él siempre había sido extremadamente cuidadoso en ese sentido. De hecho, siempre llevaba preservativos en la cartera. Y siempre los utilizaba. Excepto la noche anterior, recordó con perplejidad, y maldijo en voz baja.

Luna se detuvo en medio de las parejas que bailaban, casi en el mismo lugar donde la noche anterior la hizo suya. Entonces, cuando ella había estado más vulnerable, más indecisa. No como ahora. Matteo podía sentir su fuerza y su firmeza.

—No te mentiría en algo como eso, Matteo. Hoy en día ese tipo de información es fácil de comprobar, con pruebas de ADN y todo eso. Y no puedes negar a un niño la posibilidad de tener un padre maravilloso.

Ninguno de los dos se movió. La cara de Matteo era como el granito y sus ojos eran opacos, totalmente desprovistos de emoción.

—Tienes razón —dijo lentamente, dejando caer la mano con la que le sujetaba la espalda—. Gracias por el consejo.

Y con sumo cuidado le soltó la otra mano. Sin volver la vista atrás, concentrando toda su energía en llegar hasta la puerta. Matteo se alejó llevándose con él las palabras de Luna como si se las hubiera grabado en el corazón con un clavo oxidado.

Luna tenía razón. Toda la razón. El pequeño Leonardo merecía tener un padre maravilloso. Razón por la que Matteo pensaba tener la mínima relación con él posible.

Música Para Dos Corazones ➵ Adaptación LutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora