Epílogo ☽

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El sol descendía lentamente detrás de las centenarias paredes de ladrillo rojo lanzando sombras alargadas sobre el patio interior. Leonardo corría riendo delante de Luna hacia la fuente y ella se detuvo un momento a mirar a su alrededor.

La antigua rosaleda de la mansión había sido restaurada siguiendo el diseño original y Luna aspiró el perfume de las rosas mientras contemplaba a Matteo caminar hacia ella con su hija en brazos.

Aunque era la primera mujer en tres generaciones, Lia, que acababa de cumplir siete meses, tenía el mismo pelo castaño y la misma energía que los varones de la familia y pateaba con fuerza en brazos de su padre.

Matteo llevaba el cuello de la camisa de su traje de boda desabrochada. Hacía un par de horas que habían contraído matrimonio en una ceremonia privada en la iglesia de Easton Hall, rodeados de unos pocos invitados. Después, la nueva lady Balsano había depositado su ramo de novia a los pies del ángel que dominaba la tumba de Leonardo. Ahora Matteo estaba impaciente por estar a solas con Luna.

Descalzo caminó por el sendero de pizarra hasta el centro del jardín donde ella estaba sentada en un banco de piedra bajo un arco de rosas blancas, y se detuvo para dejar a su hija en un círculo de guijarros blancos. Al instante, Lia se puso a gatas y echó a gatear hacia donde estaba su hermano y la fuente.

Matteo se sentó junto a Luna y aceptó la copa de champán que ella le ofrecía. Su traje de boda era un sencillo vestido de seda color beige hasta la rodilla, y Matteo depositó un beso en la piel sedosa del hombro desnudo.

—¿No hubieras preferido que fuéramos a pasar la luna de miel a algún lugar exótico? —preguntó él.

—No —respondió ella con una sonrisa—. Prefiero quedarme aquí. Me encanta estar aquí, en casa.

Las sombras de la tarde se hicieron más alargadas y las primeras estrellas empezaron a brillar en el cielo sobre ellos. Las risas de los niños y sus gritos de alegría llenaban el aire del atardecer. Bebiendo un sorbo de champán, Luna apoyó la cabeza en el hombro de Matteo, mientras le acariciaba el brazo con los dedos. Con los ojos entrecerrados, Matteo la miró.

—Lady Balsano, ¿Me equivoco al pensar que estás mirándome con esa intención?

Luna dejó escapar una risa grave y sensual y deslizó la mano bajo los botones de la camisa, acariciando los músculos del estómago y sintiendo cómo se tensaban bajo su palma.

—¿Cómo lo has adivinado?

—Lo noto.

—¿Y qué notas? —preguntó ella en un ronco susurro.

—Algo maravilloso —respondió apurando la copa de champán. Después se levantó y la puso en pie—. Pero a menos que hagas algo al respecto, bastante incómodo. Vamos, es hora de ir a la cama.

Luna arqueó una ceja.

—¿Nosotros o los niños?

—Todos.

Riendo, Luna alzó en brazos a la pequeña Lia mientras Matteo hacía lo mismo con Leonardo y lo sentaba sobre sus hombros. Juntos caminaron de nuevo hacia la casa.

Sobre los tejados de Easton Hall brillaba una enorme luna plateada.

—Una luna —dijo Leonardo medio adormecido—. Una luna grande y amarilla.

Una luna de miel —respondió Luna mientras Matteo entrelazaba su mano con la de ella y le acariciaba la palma con el pulgar—. Una luna de miel perfecta.

Y lo era en todos los sentidos.

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Nos va quedando solo los agradecimientos y cerramos la historia 🥺 ahí por la tarde les dejaré un mensaje importante, así que ojalá puedan leerlo!

Música Para Dos Corazones ➵ Adaptación LutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora