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-1 para el capítulo final

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Londres, Cuatro meses después.

—Así que éste es el heredero de Easton Hall —Pedro Arias se incorporó por encima de su escritorio y miró benévolamente a Leonardo—. Un niño precioso, Matteo. Idéntico a ti, por supuesto. También idéntico a su tío Leonardo.

Matteo esbozó una irónica sonrisa. Quizá había razones para eso, como Ámbar le había revelado maliciosamente en una de sus últimas discusiones antes de que ella se fuera a su nuevo hogar en Dubai con su nuevo prometido, un alto ejecutivo de una compañía petrolera. A Matteo le daba igual. Lo único que le importaba era que Leonardo se quedaba con él. Por lo visto al ejecutivo no le gustaban los niños.

—Bueno... —Pedro dejó de hacer pedorreras al niño, que reía sin parar, y se aclaró la garganta—. ¿Cómo estás?

Matteo se encogió de hombros.

—Sin cambios. Mi vista no se ha deteriorado más, puedo seguir funcionando con relativa normalidad. Incluso cambiar un pañal de vez en cuando, pero no se lo digas a la niñera.

—Excelente —dijo Pedro asintiendo con la cabeza, aunque esto no explicaba por qué Matteo Balsano continuaba teniendo todo el aspecto de un hombre que acababa de salir de una celda de tortura—. ¿Y cómo te estás adaptando... psicológicamente?

Matteo suspiró con impaciencia.

—Voy bien, Pedro. Ahora la gente lo sabe, ya no lo oculto.

—Eso es un gran paso hacia delante.

Matteo se levantó sujetando diestramente a Leonardo con una mano.

—Una cosa es aceptarlo para mí, pero tengo que saber qué probabilidades hay de que Leonardo lo haya heredado.

Pedro quedó pensativo unos momentos.

—Yo diría que pocas. Es una enfermedad muy poco frecuente, que sólo se da en niños cuyos padres y madres son portadores del gen recesivo. Todavía no podemos saberlo, pero es evidente que debemos realizar controles periódicos a Leonardo.

La expresión de Matteo se ensombreció.

—¿Sería diferente si su padre fuera mi hermano en vez de yo? ¿Habría más probabilidades?

—No lo creo... —respondió Pedro con cautela—. ¿Lo preguntas por algún motivo en especial?

Matteo sonrió con frialdad.

—Por lo visto mi diagnóstico afectó profundamente a mi hermano y Ámbar se ofreció a consolarlo —respondió sarcásticamente—. Me dijo que yo también soy el culpable de su muerte. Según ella, mi hermano estaba tan afectado que apenas podía pilotar.

—Ah... —Pedro apoyó los codos en la mesa y unió las puntas de los dedos—. Creo, Matteo, que llegado a este punto debo mencionar algo que puede tranquilizar un poco tu conciencia. No puedo decir mucho, pero Leonardo también debía someterse a una prueba como la tuya. Su cita era una semana después de la tuya, pero llamó a mi secretaria para cancelarla.

—¿Estás diciendo que quizá Leonardo también...?

Pedro levantó una mano para interrumpirlo.

—No estoy diciendo nada, porque eso iría en contra de mi juramento hipocrático. Únicamente te pongo al día sobre el cambio de planes de tu hermano. De eso —añadió con énfasis—, puedes sacar tus propias conclusiones. En cuanto a las probabilidades de este niño de heredar la enfermedad, da igual cuál de los dos fuera el responsable por su venida al mundo.

Música Para Dos Corazones ➵ Adaptación LutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora