29

685 63 7
                                    

-3 para el capítulo final

• • •

Matteo entró como un huracán en el vestíbulo del hotel. A aquella hora de la mañana ya había bastante ajetreo, entre los clientes que dejaban el hotel y los grupos de turistas que esperaban a sus guías para recorrer la ciudad. Matteo fue directamente a la recepción.

—¿Está la señorita Valente en la suite? —preguntó—. ¿Ya se ha ido?

—Pardon, señor... Hay más clientes esperando.

El recepcionista no levantó los ojos de la pantalla del ordenador, y ése fue su error. De haberlo hecho, habría estado mejor preparado para el momento en que Matteo estiró la mano por encima del mostrador y lo sujetó por las solapas del uniforme.

—Lo siento —dijo Matteo con devastadora educación—, pero esto es urgente. Dígame, ¿Se ha ido?

Y lo soltó.

Mirándolo con evidente desprecio, el recepcionista empezó a teclear detalles en el ordenador. Al cabo de unos momentos, lo miró.

—No, señor.

No miró a Matteo a los ojos, sino más allá de sus hombros, en dirección hacia los ascensores, y sonrió.

—¿Me da la llave, por favor? —dijo Matteo.

—Un momento, señor —dijo el recepcionista con voz sedosa.

Fue a buscar la llave y tardó una eternidad en volver. Para entonces, la joven castaña que acababa de ver saliendo del ascensor con un distinguido caballero había cruzado el vestíbulo y salido a la calle.

Retrocediendo, Matteo no vio la sonrisa de superioridad del recepcionista. Lo único que había en su mente era la idea de que Luna seguía en la habitación. Que no se había ido.

Pero cuando por fin llegó a la habitación y abrió la puerta de par en par, comprobó que la suite estaba vacía.

—¡Luna!

Por una vez Ámbar había dicho la verdad. Luna se había ido sin dejar nada tras sí, sólo un rastro de su suave fragancia a pétalos de rosa y su vida totalmente en ruinas.

Las palabras de Ámbar resonaron en su mente.

«Es una pianista de primera fila con una gran carrera internacional, Matteo. Ni siquiera tú puedes ser tan egoísta como para querer que renuncie a todo eso por vivir en total aislamiento con un recluso ciego».

Qué arrogante había sido.

Había reservado aquella ridícula suite pensando que, lejos de Easton Hall, podría por fin sincerarse con Luna y contarle todos los secretos que le había ocultado.

Luna era valiente, fuerte y cariñosa, alguien que lo aceptaría tal y como era, con sus defectos y con su incapacidad. Por eso había reservado una suite con dos habitaciones, porque lo que tenía en mente para ella no era adecuado para los ojos de Leonardo. Pero en su egoísmo no había tenido en cuenta a Luna, ni su vida.

¿Alguna vez la había considerado como Luna Valente, una pianista a punto de alcanzar la fama internacional?

Con rabia recordó la primera noche en la cocina de Easton Hall, el horror de Luna al ver el corte en sus dedos, el cuchillo. También recordó su desprecio, e incluso cuando supo que era pianista, tampoco le dio demasiada importancia.

¿Cómo la había llamado Ámbar? ¿La próxima gran revelación?

Luna había intentado decírselo. Le había dicho que no tocar era como perder una parte de sí misma, y él sabía exactamente lo que era. ¿Por qué le sorprendía que hubiera vuelto a su vida anterior? Ámbar tenía razón. Ir a buscarla sería una crueldad por su parte.

[...]

—Querida, ¿Te encuentras mejor?

Simón miró a Luna con gran preocupación al entrar en el camerino del auditorio. Luchando con la cremallera del vestido, se tensó al notarlo cerca y sujetó el terciopelo verde con fuerza como si fuera un escudo protector.

—Todavía pareces muy cansada. ¿Por qué no quisiste ir al hotel a descansar un rato?

—Estoy bien —dijo Luna—. Necesito ensayar.

—Eres tan genial como siempre —dijo Simón con su voz sedosa pasándole una mano sobre los hombros—. Me alegro de que mi estrella vuelva a estar donde tiene que estar. No tienes ni idea de lo preocupados que hemos estado.

—Pero te dejé un mensaje diciéndote que estaba bien.

—Lo sé —dijo Simón—, y entiendo que necesitaras más tiempo para pensar. Pero en el fondo sabía que volverías.

Luna luchó contra la náusea que se apoderó de ella y se odió por su debilidad, por haberse rendido y por volver a él. Pero cuando Simón había aparecido en la puerta de la suite del hotel, su resistencia, su orgullo, su habilidad para pensar le habían abandonado por completo y se había sentido tan profundamente sola que se habría ido con cualquiera que le hubiera mostrado un mínimo de compasión. Ni siquiera se planteó cómo la habría encontrado Simón. Sólo parecía un golpe maestro del destino.

—Eso supongo, viendo que no cancelaste el concierto —dijo ella—. ¿Qué habrías hecho si no hubiera vuelto?

Simón echó la cabeza hacia atrás en un gesto teatral y restó importancia a la pregunta.

—Tenía un plan B —explicó él con toda naturalidad, como si fuera lo más normal del mundo—. Ya me humillaste bastante cuando me dejaste plantado en la iglesia, Luna, y hemos tenido que invertir mucho dinero y mucho esfuerzo para contener los daños. No quiero tener que volver a enfrentarme a eso —dijo rodeándola y contemplándola.

Luna ya no sentía miedo de él, sólo asco. Trabajaría con él el resto de la gira, y después...

¿Después qué? Sin el piano, sin Matteo ni Leonardo, ¿Después qué?

Estaba tan aterrada por el horror que casi no notó la mano de Simón en la espalda, los dedos que se deslizaban como insectos por su piel, jugando con la cremallera del vestido.

—No eres la única pianista joven, guapa y castaña, querida —susurró él—. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Luna Valente no es sólo una persona, es una marca. Si no podías dar el concierto, teníamos preparada una sustituta para el papel de Luna. El público no se daría cuenta. El autoritario es grande y en cuanto la gente ve una melena castaña piensan que eres tú —dijo él, y soltó una despreciable risita—. Eso, querida mía, es el poder del marketing. La asociación con una marca, la identidad de una marca.

Luna miraba al frente, asqueada.

—¿Y la música? Aunque encuentres a alguien con mi físico, ¿Puede tocar como yo?

—Bueno, no todas tienen tu talento, eso es cierto. Los críticos, sin duda, se llevarían una decepción y te pondrían verde. Luna Valente no ha cumplido las expectativas, dirían, qué lástima. Y se olvidarían de ti.

• • •

Arrancamos con la cuenta regresiva para el final de la historia 🥺 Qué esperan para los últimos capítulos? 🙌🏻

Música Para Dos Corazones ➵ Adaptación LutteoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora