Sábado, 9:13 am
Desconcierto .
La punta de mis dedos trazaban un camino lento por el frío vidrio del ventanal de la habitación. Intentando trazar el camino por donde las gotas de lluvia se deslizaban, dejando un rastro húmedo por donde pasaban. El día estaba lluvioso y sobretodo frío, mis pies estaban congelados por el contacto de la fría madera debajo de ellos, por alguna razón me gustaba andar descalza por este lugar.
Mi vista se elevo hasta el cielo nublado, con sus enormes nubes grisáceas, derramando gotas sin parar y echando enormes ráfagas de viento, causando que los arboles se movieran en un vaivén imparable. El patio estaba repleto de pequeños charcos de agua, lodo y algunas cuantas hojas, dejando en claro como se encontraba el clima ahí afuera. Con mi otro mano acerqué la punta de mis dedos a mi mejilla derecha, trazando una leve caricia en esta, sintiendo al instante el escozor por el contacto helado de mi piel.
Una mueca silenciosa se formo en mis labios al recordar los hechos de hace dos días atrás. Todo había ocurrido de manera tan rápida que aun me hacia preguntarme a mi misma si lo que había ocurrido había sido una ilusión creada por mi cabeza pero el pequeño dolor y tono violáceo en mi pómulo derecho me dejaba en claro que nada había sido una mala jugada de mi mente.
Me aparte de la ventana para dirigirme a uno de los pequeños muebles de la habitación y sentarme en este. Aguardaba con un temor infernal dentro de mi, sabia que el no dejaría las cosas así y que haría algo para herirme y que yo aprendiera una "lección".
La primera noche no pude dormí, me había quedado completamente despierta mirando la puerta, esperando a que en cualquier momento el viniera por mi y hiciera conmigo lo que quisiera. Pero no sucedió, nunca vino. Y yo no sabia si preocuparme por ello o simplemente sentirme aliviada, no sabia si su intención era alargar las cosas para hacerme desesperar y atormentarme mentalmente.
Ni la señorita Daya, ni Shugar habían venido a verme desde lo sucedido, lo cual me hacia pensar seriamente si tenían una orden de mantenerse alejados de mi. Ahora solo me atendía una sirvienta, una chica joven de unos 20 años. Ella me traía el desayuno, un pequeño almuerzo y la cena. Todo eso sin entablar una conversación conmigo o por lo menos regalarme una mirada. Parecía como si le hubieran ordenado estrictamente sólo hacerse cargo de mi alimentación y nada más.
Solté un suspiro frustrado mientras fruncía el ceño.
Me había acostumbrado a la presencia de Shugar en las mañanas, aunque no fuera muy hablador y cariñoso, era al que más afecto le había tomado en este lugar y el simple hecho de que no volviera a verlo me hacia sentir un poco decaída. Mis días se harían más solitarios y dolorosos de soportar. Con otro suspiro, pero esta vez de rendición camine hacia el baño, dispuesta a tomar un ducha que me relajara.
Apoye mis manos junto con mi frente sobre los azulejos, dejando que el agua corriera por mi cuerpo sin problema alguno. Mis ojos estaban fijos sobre mis pies, y así comencé a cantar en susurros una de mis canciones favoritas. Por alguna razón, en aquel momento me sentía extrañamente tranquila.
Un grito de terror se escapo de mis labios al sobresaltarme y sentir la punta de unos dedos trazar caricias paralelas sobre mi espalda de manera lenta y sin rumbo fijo.
Mi cuerpo se tenso de manera alarmante y todos mis sentidos se pusieron en alerta. Al verme desnuda y completamente mojada, me hacia sentir indefensa ante cualquier cosa. Con suma rapidez cubrí los tesoros más apreciados de una mujer con mis brazos, sintiendo el pánico y el nerviosismo cernirse sobre mi de manera abrumadora. Me mantuve quieta en mi lugar, incapaz de hacer algún movimiento. Los dedos desconocidos siguieron trazando caminos sobre mi espalda, tardándose en pasar por algunas partes específicas. Yo sabia lo que era, mis cicatrices. Mi cuerpo tembló de sobremanera al sentir un aliento cálido rozar mi hombro.
—Voltéate—susurró cerca de mi oído.
Mi corazón comenzó a latir desbocado contra mi caja torácica al reconocer su voz y escuchar lo que había dicho. Pude sentir como mis ojos se llenaban de lágrimas, con temor de lo que el planeara hacerme.
—Voltéate—ordenó esta vez con más rudeza y firmeza—No me hagas repetirlo.
Dejando escapar un sollozo de mis labios comencé a girarme lentamente, retrocediendo unos pequeños pasos, manteniéndome en una esquina con la vista fija sobre mis pies, ocultando mis lágrimas.
¿Como el había entrado sin que me hubiera dado cuenta?
¿Que pensaba hacerme?
¿Acaso este era el comienzo de mi castigo por lo de la vez pasada?
Podía sentir su mirada recorriendo cada pequeño detalle de mi anatomía, haciéndome sentir pequeña y que me encogiera en mi lugar.
—Mírame—gruñó en un tono ronco.
Mi mirada fue elevándose lentamente, topándose primero con sus pies descalzos, luego sus pantalones completamente mojados, subiendo por la camiseta de botones de color blanca que se ceñía a su cuerpo al estar igual de mojada, dejando notar su piel, hasta subir por su cuello, barbilla, labios, nariz y finalmente sus intimidantes y fríos ojos grises. Estos me miraban de una manera que me hacia temblar sin que yo pudiera evitarlo.
Su cabello se pegaba a su frente, dejando pequeños mechones caer sobre sus ojos. Mi mirada se poso sobre su pómulo izquierdo, el cual se encontraba un poco hinchado. ¿Yo había causado eso? No podía evitar sentir un pequeño pinchazo de orgullo en mi interior. El se merecía eso y mucho más.
—Eres tan hermosa—susurró de repente, tomándome por sorpresa.
Sus brazos se posaron a cada lado de mi cabeza, acorralándome en esa pequeña esquina, con la lluvia artificial sobre nuestras cabezas, mojándonos a ambos. Ni siquiera había notado cuando las lágrimas habían dejado de aparecer.
Lentamente fue acercando su rostro al mio, hasta dejarlo a pocos centímetros de distancia, haciendo que su respiración acariciará mi rostro. Y sin previo aviso o pronunciar una palabra más, sus labios tomaron los míos en un beso mas allá de lo cariñoso o lo delicado. Mis ojos se abrieron como platos, mientras me quedaba completamente quieta en mi lugar, sin responderle como el parecía desear.
¿Que esta sucediendo?–me pregunté a misma sin poder entender lo que estaba ocurriendo. Mi cuerpo se tenso por completo cuando sentí su lengua rozar mis labios.
Mis manos se apartaron de mi cuerpo, dejándolo completamente expuesto. Mis dedos se aferraron a su camisa mojada y con toda la fuerza que podía llegar a tener lo empuje hacia atrás. Apartándolo de mi con mucho esfuerzo.
Sus ojos grises se abrieron y me miraron de una manera que hacia desear a cada parte de mi ser salir corriendo de ese lugar, lo más lejos posible. Lleve una mano a mis labios con consternación, intentando entender que era lo que estaba sucediendo. El me había besado. Era lo único que lograba procesar en mi cabeza. Mi vista se poso sobre el de nuevo, notando que se encontraba mirando mi cuerpo con mucha más intensidad que la vez anterior, con un brillo notable sobre sus ojos. En ese momento entendí porque lo hacia. Con rapidez cubrí mi cuerpo con mis brazos y me voltee dándole la espalda.
Pude escuchar como soltaba un gruñido y salía de la bañera, cerrando la puerta del baño de un portazo. Lleve una mano a mis labios y los toque con suma confusión.
El me había besado y aún intentaba asimilarlo.
¿Porque demonios lo había hecho?
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Raptada por el enemigo.
Teen FictionLleve una mano temblorosa a mi costado, sintiendo como de este comenzaba a salir un liquido y como un dolor insoportable recorría cada parte de mi cuerpo. El me había disparado.