Jueves, 2:10 pm
Temor.
Mis manos tiemblan involuntariamente sobre mi regazo mientras dejó que el horrible silencio de la habitación me consuma y me hunda en una atmósfera deprimente y desesperada. En mi mente se repetían las palabras de aquel hombre, de una manera incesante, filosa y amenazante. El temor se había desatado en mi interior como un virus incurable, uno que me nublaba el juicio y no me dejaba pensar y actuar con claridad.
Muy pronto vendré por ti y no habrá nadie que me detenga.
Sus palabras se habían grabado en mi cabeza y se repetían como un susurro mortal que acabaría conmigo en cualquier momento.
—Señorita.
La voz de Daya me sobre salta y mis ojos asustados hacen un rápido contacto con los de ella, los cuales me miran con interrogación.
—¿Se encuentra bien?—pregunta, al ver que no contestó su llamado, tomando la bandeja plateada de desayuno que me había traído en la mañana y la cual había dejado completamente intacta, sin tocarla en ningún momento.
Algo me decía que no debía contarle nada a la señorita Daya.
debía mantenerla apartada de toda esta situación. Pero necesitaba comunicarle a alguien lo que había sucedido.
Luis no era una opción, a pesar de que había estado cumpliendo su promesa, no era alguien que tuviera mi completa confianza.
¿Qué me aseguraba que no había sido el mismo, quien había dejado que Stephen se acercara tanto? No era algo seguro, pero era una probabilidad entre muchas. Algo me decía que su promesa se cumpliría los más pronto posible.
—¿Dónde esta Shugar?—mi voz sale como un susurro tembloroso mientras evitó mirarla.
El era la persona correcta.
El era al cual más confianza le tenía, aunque no era lo correcto.
El tal vez podía ayudarme.
—El señor Shugar no se encuentra en la mansión, salió a arreglar algunos asuntos—me regala una sonrisa incomoda—Tal vez para la noche se encuentre de vuelta.
Un escalofrío sacude mi cuerpo con violencia cuando a mi mente llega el entendimiento de que, mi única esperanza o probabilidad de salir de las garras de Stephen Hall, se había esfumado con las palabras de la señorita Daya.
Estaba sola. En medio de aquel mar de sufrimiento y monstruos que aguardaban por una oportunidad para hacerme daño. Por mucho que intentará ser positiva y decir que aún me quedaba el apoyo de la señorita Daya, sabía que ella no podía hacer nada para ayudarme. El sonido de la puerta llama la atención de ambas, haciendo que las dos posemos nuestras miradas sobre esta.
La señorita Daya con desconfianza y seriedad y yo con un pavor ferviente entre mis entrañas. Una melena rubia se mueve con elegancia mientras su portadora entra con pasos decididos a la habitación y una mirada sería en sus facciones. Sus ojos me escudriñan por unos segundos con una ceja elevada antes de posar su mirada sobre la señorita Daya y observarla con superioridad y altanería.
—Largo—escupe las palabras en una orden contundente y fría. Mirándola con asco y repugnancia.
La señorita Daya posa su mirada sobre la mía, regalándome una disculpa antes de marcharse en silencio de la habitación, dejándonos solas a mi y a esa mujer.

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Raptada por el enemigo.
Roman pour AdolescentsLleve una mano temblorosa a mi costado, sintiendo como de este comenzaba a salir un liquido y como un dolor insoportable recorría cada parte de mi cuerpo. El me había disparado.