Desesperación

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Jueves,3:00 pm

 Desesperación 

Las lágrimas aún se deslizan por mis mejillas, alcanzado mis labios y dejándome degustar el característico sabor a salado de ellas. Mi respiración se mantiene alterada, causando que mi pecho suba y baje sin control. Puedo sentir las pulsaciones en mi cabeza ante los fuertes tirones de cabello que me había hecho yo misma. Bajos sollozos escapan de mis labios y constantes temblores arremeten con diferentes extremidades de mi cuerpo. Con dificultad y sobretodo esfuerzo logró incorporarme. Sintiéndome tan pequeña he indefensa pero sobretodo desprotegida. 

Aquella mujer con tan sólo su boca había profundizado mis heridas, desenterrado mis recuerdos, hasta tal punto hacerme perder la cordura. Aquella mujer no tenía la menor idea de lo letales y filosas que podrían ser sus palabras para mi. Tan graves hasta tal punto de hacerme perder el control y dejarme expuesta ante un mar abrumador de emociones, recuerdos y sentimientos. Ella no tenía idea de lo que sentía. Debía idear un plan para poder salir de aquel lugar que parecía asfixiarme con cada segundo que transcurría. Aquel hombre vendría por mi, sabía que lo haría y cumpliría su amenaza. 

Y sabía que si algo como eso volvía a repetirse, simplemente no lo soportaría. La último de mi se desvanecería por completo y perdería la poca cordura que mantenía. No lo resistiría. Miro instantáneamente la puerta por donde hace unos cuantos minutos aquella mujer había desaparecido, dejándome sola en mi martirio. Tenía que salir de aquí, debía hacerlo. Aunque el intento fuera un completo suicidio, debía sobrevivir. 

—Sólo debes calmarte—me dije a mi misma en un tono bajo y quebrado, secando mis lágrimas he intentando volver a recuperar la calma.

Con pasos indecisos me acercó a la cerradura de aquella puerta, mirándola con intensidad y cierto temor. Una vez la abriera no habría vuelta atrás, no habría tiempo para arrepentimientos o dudas. Si salía de aquella habitación, sólo habían tres maneras en que las cosas podían terminar. Yo logrando escapar y ser libre, o ser descubierta y que comenzarán nuevamente mi tortura y por último pero no menos importante, muerta.

 Tenia que tener las consecuencias claras de este último intento de escape, ya lo había intentando dos veces y los resultados habían sido catastróficos para mi, por eso debía prepararme, estar lista para lo que se aproximará. Esta sería mi última oportunidad, la más peligrosa de todas. Siento como mi corazón late de manera desbocada contra mi pecho, siendo el mayor afectado por los nervios que me consumían. 

La giro con lentitud, con la esperanza en un hilo de que no se hubiera cerrado cuando aquella mujer se marcho. Todas mis dudas se evapora cuando esta cede ante mi. Con cierto nerviosismo tiro de ella lentamente, intentando hacer el menor ruido posible. No tenía idea de con que me encontraría una vez saliera de la seguridad de mi habitación, por ende debía estar alerta ante cualquier cosa. Mis ojos escudriñan con miedo el largo pasillo solitario. Tenía un gran parecido a la mansión anterior, con un gusto más sofisticado. 

Suelto un largo suspiró antes de dar el primer paso y cerrar la puerta con lentitud detrás de mi. Ya no había vuelta atrás. Debía darme prisa. Miro con inseguridad los distintos pasillos que se posan en mi camino, no sabiendo con exactitud cual escoger, perdiéndome en ellos una y otra vez. Como un laberinto interminable. Con la sensación de temor sobre la nuca. Con la desesperación atascada en mi pecho y miles de emociones

de emociones más. No sabía donde podía estar la salida o si llegaría a encontrarla pero de lo que si estaba al tanto era que mi tiempo se agotaba y que entre más rato pasará divagando por esos pasillos solitarios y silenciosos, mis esperanzas y oportunidades de poder escapar se iban desvaneciendo ante mis ojos. Mis pasos se detienen de manera abrupta al escuchar pasos tranquilos acercarse y dos voces femeninas hablar.

 —Esa señorita Daya es toda una arisca, no permite que nadie se acerque a la habitación de la nueva huésped—masculla una en un tono molesto—Ni siquiera se quien le dio tanto poder para impedirnos algo, sólo está de paso por aquí. Escuche al señor decir que muy pronto todos se marcharían. 

—Desde que llegaron las cosas han cambiado—comenta la otra—Tenemos nuevas reglas que cumplir y más trabajo que hacer. Sobretodo con el hombre que mantienen aislado. Es una lástima, tan bonito y tan gruñón.

 Escucho como la última suelta una pequeña risa, haciéndome notar lo cerca que se encontraban. Mis ojos miran a todas partes con repentino temor, observando cada una de las puertas que estaban a mi alcance. 

Con cada segundo que pasaba podía escuchar como se acercaban, logrando que la desesperación se instalará en mi interior.  Con la adrenalina corriendo por mis venas recorro cada una de ellas, intentando encontrar una sin pestillo. Mis manos tiemblan desconsoladamente con cada segundo que pasa hasta que logró encontrar una abierta y me interno en ella sin miramiento alguno.

 El sonido de mi respiración alterada me acompaña mientras cierro la puerta y me aparto un poco de ella. Retrocedo lentamente, mirando la puerta con cierto temor y escuchando sus voces pasar. 

—Jamás creí que vendrías tu misma a mi. 

Mi respiración se estanca, un escalofrío recorre mi cuerpo y mi corazón comienza a palpitar nuevamente de manera desbocada contra mi pecho. Un sudor frío se instala en mi espalda mientras mis ojos se cierran con fuerza sin atreverme a girar

—No, no por favor —susurro en un tono bajo. 

Giro con lentitud mi cabeza a un lado, viendo su persona ahí. Con una camiseta blanca con todos los botones desabrochados, dejando a la vista su torso. Sus ojos me miran con seriedad mientras en sus labios se comienza a dibujar una sonrisa macabra. 

—Es un placer volver a verte Keyla. 

Mis ojos comienzan a cristalizarse mientras silenciosos lamentos comienzan a formarse en mi interior. A sabiendas de lo que esto significaba.

 No lo había logrado.

 No lo había logrado maldita sea.

Raptada por el enemigo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora